El Salón, estampa invernal (Foto: Juan Manuel Santamaría).
El Salón, estampa invernal (Foto: Juan Manuel Santamaría).

A finales del siglo XVIII, los más inquietos de los ilustrados locales fundaron la Sociedad Económica de Amigos del País de Segovia, la cual, entre otros objetivos, se marcó los de trazar caminos y reforestar el entorno.

Obras en El Salón (Foto: Archivo Peñalosa).
Obras en El Salón (Foto: Archivo Peñalosa).

Dado que no sabían muy bien cómo pudiera hacerse lo de plantar árboles ni qué especies poner, tan abandonado estaba todo lo relacionado con el arbolado, los socios acordaron estimular con premios la presentación de proyectos sobre plantaciones, abriendo un concurso que fue ganado por Juan de Zamora Aguilar, en cuya Memoria encontramos una referencia que ilustra con pocas palabras cuál era la situación:

“Las poblaciones más medianas en medio de árboles parecen bien aun estando ruinosas. Por esta razón se hace aún más sensible el aspecto desagradable que presentan a un Viajero las cercanías de una ciudad de nombre tan conocido como Segovia”.

Danzas de palos en El Salón (Foto: Archivo Peñalosa).
Danzas de palos en El Salón (Foto: Archivo Peñalosa).

La Económica se entregó con ganas a la tarea de corregirla, efectuando plantaciones en los caminos y paseos que abría. Para trazar uno de estos últimos se eligió el lugar conocido como El Rastro, situado junto al caso urbano, entre las puertas llamadas del Sol y de la Luna y orientado al mediodía, lo que le haría muy agradable para pasear en los duros días del invierno. El Paseo del Rastro pasó pronto a tener varios nombres oficiales aunque para los segovianos de a pie sólo ha sido El Salón, espejo de la ciudad y punto de esparcimiento y recreo para sus habitantes.

Su ejecución comenzó el año 1786, presupuestando 6.000 reales que se estimaron suficientes para nivelar la explanada que se extendía entre las dos puertas citadas, trazar el camino de bajada hasta el puente de Sancti-Spiritu y comenzar la plantación de árboles, de los que se eligieron olmos. Los hombres de la Sociedad Económica fueron verdaderamente eficaces y los trabajos concluyeron pronto. Sin embargo, para que el Salón consiguiera el aspecto y dimensiones que hoy tiene, fueron necesarios muchos años y que el Ayuntamiento, de quien pasó a depender finalmente tras la desaparición de la Sociedad Económica, gastara y gastara.

El salón a principios del S. XX. A la derecha, la alineación de acacias de sombra plantadas en 1882 (Postal. Col. Juan Pedro Velasco Sayago).
El salón a principios del S. XX. A la derecha, la alineación de acacias de sombra plantadas en 1882 (Postal. Col. Juan Pedro Velasco Sayago).

En 1846 se pusieron fuentes y bancos para comodidad de quienes lo frecuentaran, se plantaron rosales que lo embellecieran y se realizaron obras en la Puerta del Sol; en 1854 se cerró con thujas el peligroso talud que cae hacia el Paseo de los Tilos para evitar indeseados accidentes; en 1861 se comenzó la escalera de bajada desde la Puerta de San Martín hacia el juego de pelota existente en el barrio de San Millán; en 1868 se derribó la Puerta del Sol; en 1881 se reformó la Puerta de la Luna; en 1882 se talaron los olmos que había puesto la Sociedad Económica cien años antes y se sustituyeron por acacias de sombra…

La prensa local, atenta siempre a los sucesos de cada momento, abundaba en inocentes denuncias y críticas:

¿Y el ensanche del Salón,
lo veremos concluir?
Al fin del siglo que viene
puede que sí. (El Pardillo: 18-XII-1883)

Monumento a Jose Rodao. Obra de Aniceto Marinas (Foto: Juan Manuel Santamaría).
Monumento a Jose Rodao. Obra de Aniceto Marinas (Foto: Juan Manuel Santamaría).

La eliminación de los olmos se ejecutó atendiendo una petición de los vecinos que el Ayuntamiento aceptó aunque imponiendo, como contrapartida, la obligación de que aquellos arreglaran las fachadas, que mostrarían su suciedad al quitarse los árboles que la ocultaban. Poco después, un periódico local denunciaba que se hubieran talado los olmos y que las fachadas siguieran mostrando mugre y desconchones.

Tras mucho tiempo y después de varias reformas, el Salón quedó todo lo acabado que puede quedar un jardín, espacio siempre alterable y sujeto a modificaciones: se puso alumbrado colgando de postes de madera; se sustituyeron estos por columnas de hierro; se asentó el pavimento para evitar los barrizales que se formaban cuando caían nieve o lluvia; se trazaron espacios para rosas y flores de temporada; se colocó el monumento a José Rodao, trasladado del lugar en el que se puso en un primer momento, frente al grupo escolar llamado de Los Huertos…

Adelfa que resiste los fríos al abrigo de unos muros orientados al este y al sur (Foto: Juana Ródenas).
Adelfa que resiste los fríos al abrigo de unos muros orientados al este y al sur (Foto: Juana Ródenas).

Y ante el busto de aquel poeta alegre, chistoso y de versificación fácil, quiero recordar una ligera sátira suya dedicada al hombre y a su comportamiento con el árbol:

El hombre en su tierna edad,
con instintos bienhechores
respeta árboles y flores.
Después, destruyendo goza
y adquiere hábitos malditos.
De pequeño hace pinitos…
¡Y más tarde los destroza!

¡Los destrozos y actos vandálicos que habrá visto en el Salón ese busto no son para contados!

Flores de Robinia pseudoacacia (Foto: Juana Ródenas).
Flores de Robinia pseudoacacia (Foto: Juana Ródenas).

Ha sido, y es, un lugar más que bello, amable, como hecho para pasear despacio y departir, despacio también, con quienes se comparte el paseo, tan magistralmente cantado en estos versos que encontré leyendo un ejemplar del periódico Heraldo Segoviano, fechado el 12 de abril de 1936:

El Salón… Mirador del mediodía
por donde la ciudad sorbe
azules de lejanía.
El Salón… Niños y viejos,
alba y ocaso. Vitrina
de luces y de reflejos. (Pablo)

Y, aunque un tanto apagado, ahí sigue: supo de desfiles de Carnaval, de conciertos que se daban en el kiosko que tuvo, de la presencia de las pocas atracciones que a una empobrecida Segovia venían por las Ferias de San Juan y San Pedro, de casetas en las que se expusieron libros y artesanía…

Indicadores, cubos de basura, bolardos, papelera, farola, medianeras sin enfoscar... También en esto el Salón es espejo de la ciudad (Foto: Juan Manuel Santamaría).
Indicadores, cubos de basura, bolardos, papelera, farola, medianeras sin enfoscar… También en esto el Salón es espejo de la ciudad (Foto: Juan Manuel Santamaría).

Ahí sigue, bello de lirios y de rosas en primavera, con algunas adelfas en verano y melancólico de encendidas hojas en otoño. Mucho menos frecuentado que antaño pero igual de acogedor para el que decide solazarse en él.


(*) Académico de San Quirce

porunasegoviamasverde.wordpress.com