Iglesia de Pinarnegrillo.

El teatro, que desde sus orígenes estuvo ligado al pueblo, cobró gran importancia en los últimos siglos en el entorno rural. Era común que cuadrillas de mozos se juntasen en esas las noches de invierno, cuando las labores en el campo escaseaban, después de cenar y aviar el ganado, para preparar alguna obrilla que luego representaban en el salón del baile o en el Ayuntamiento.

En este contexto, un humilde maestro de escuela de Pinarnegrillo crea a mediados del siglo XIX una obra de teatro popular, escrita en verso, y que ha llegado a nuestros días gracias a una copia manuscrita por Eustasio Tardón en 1908, conservada por su hijo, Florencio Tardón. Aparte del texto de la obra, en el manuscrito aparecen los nombres de los actores que la representaron en ese año y el nombre del regidor y director, Santos Tardón, mi bisabuelo. Que tengamos noticia, sólo se ha representado en dos ocasiones, la mencionada de 1908 y en 1933.

Esta obra se escribe a raíz de la edificación de la nueva iglesia de Pinarnegrillo, proyecto que comenzó en 1806 y cuya construcción duró más de treinta años; aunque la tribuna, que no llegó a construirse en la obra inicial, no se realizó hasta 1865. La ampliación de la nueva iglesia parroquial y los problemas económicos y sociales que acarreó la obra fueron el argumento que alimenta esta obra de teatro popular.

Existe, además, un plano en el Archivo Diocesano de Segovia fechado en 1806 de la iglesia que se ha de construir en Pinarnegrillo, firmado por el arquitecto Alberto García Pintado y aprobado por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, y en su nombre, su secretario Isidoro Bosarte. En él ya se hace referencia a la carestía económica: “Esplicazion de la Planta para la Iglesia que se intenta reparar para el Lugar de Pinarnegrillo del Obispado de Segovia con capacidad para 50 vecinos y con limitación a los cortos caudales que tiene”.

El entonces cura párroco D. Vicente Ribera, solicita el permiso al Obispado para realizar la obra nueva, que alcanza un coste total de 125.000 reales. La iglesia no se concluyó hasta varios años más tarde y difiere del plano conservado; pero gracias a él tenemos noticia de partes de la iglesia antigua, hoy desaparecidos, como la panera o el atrio, donde se reunía el concejo municipal desde la Edad Media.

Evidentemente el periodo político que se produjo inmediatamente después, con la invasión napoleónica, unido a las discrepancias sobre el pago y la consecución de fondos originó el retraso de la obra durante varios años, hecho al que también se hace referencia en el texto:

“Pero quien más la agobió
Fue aquel intruso monarca
Del francesismo, quedando
La que antes tan envidiada
Nación, hoy tan abatida
Que aún, dice, se admira y pasma.”

Treinta años más tarde, se abandona el plano de García Pintado y el Obispado de Segovia ordena al cura párroco la cobranza de caudales y deudas a los vecinos para construir obra decente al pueblo y se encarga a Víctor Villanueva como arquitecto, para que construya la obra “según su plan correspondiente”.

D. Fernando Fernández de Cáceres, que en 1834 llegó como cura párroco al pueblo, se encontró con muchos problemas para poder terminar la obra de la iglesia; el 17 de junio de 1834, solicita permiso al obispo de Segovia para vender tierras de la iglesia y poder obtener los 20.000 reales necesarios para concluirla. Así mismo, en el ‘Boletín de Segovia’ de 23 de marzo de 1843 se anuncia la subasta de heredades labrantíos en los términos de Pinarnegrillo, Fuentepelayo, Carbonero el Mayor y Aldea del Rey, pertenecientes al curato del primero. D. Pedro del Río, cura párroco en el pueblo durante la segunda mitad del siglo XIX, escribía sobre este asunto y se refería a las penalidades que debió de pasar el mencionado D. Fernando Fernández y su voluntad de hierro para conseguir el dinero requerido para finalizar la obra.

Estos problemas y complicaciones hicieron posible la creación de esta obra de teatro en la que, como sucede en este tipo de representaciones populares, mediante la lucha entre el bien y el mal se describe este trasfondo de problemas económicos y discrepancias sociales.

El argumento en el teatro popular, con más o menos variantes, suele ser siempre el mismo: se presenta el proyecto, el diablo aparece con la intención de estorbar el propósito, entre lances y peripecias le descubren, luchan con él y le vencen con la ayuda de la intercesión divina. Otras características comunes a este tipo de composiciones son:

• La aparición de un personaje ‘gracioso’, con el fin de hacer más amena y llevadera la obra y descenderla a un plano más real a través de un personaje del pueblo, con los mismos defectos y los mismos vicios.

• La intervención divina a través de ángeles, enviados con la intención de convertir a los malvados o de ejecutar el premio o castigo divino; así como para resolver.

• Los temas que delimitan y conforman el argumento de este tipo de obras son profundamente religiosos y patrióticos, aunados ambos en el amor al Patrón local; en el caso que nos ocupa la Virgen del Rosario es la patrona del pueblo, aunque el titular de la parroquia es San Nicolás de Bari.

La obra está escrita en verso; la primera parte la componen versos de arte mayor, seriados en octavas reales, con un léxico elevado y culto, y en seguida pasan a ser una sucesión de versos octosílabos, ordenados como tradicionalmente se hacía en los romances, con rima asonante en los versos pares; salpicada también de expresiones y giros románticos, propios de la época.

El texto nos aporta además otros datos de interés para la historia del pueblo:

“Porque estoy en un desierto
Que parece el de Tebaida,
Con tan contiguos pinares
Pinarnegrillo me llaman.”

Así como leyendas sobre su fundación y posterior despoblación, milagros de la Virgen del Rosario y otros datos acerca del clima y los productos típicos de sus huertas, de conocida calidad hasta hoy en día:

“y porque aquí sazonadas,
se manducan ensaladas
cuando anda la lechuga,
otro lavijero más
al chaleco pienso hacer,
porque aquí juzgo comer
legumbre hasta reventar”

La obra está dividida en tres actos denominados por el autor ‘jornadas’, y cada una de ellas está subdividida en varias escenas. La acción se desarrolla a la puerta de la iglesia, excepto la última escena, que tiene lugar en el interior.

La jornada primera sirve de presentación de los personajes; el mal, representado por Luzbel y la Discordia, y el bien; Pueblo, Religión y Pobreza. El pueblo plantea la necesidad de erigir un templo nuevo, dedicado a su Patrona la Virgen del Rosario y es apoyado por la Religión, pero la Discordia siembra el desánimo y la confusión, haciendo dudar al Pueblo, que increpado por la Pobreza piensa que esta obra lo empobrecería aún más y se muestra indeciso a realizarla, pero aparece un ángel con el mandato divino que ordena se haga la obra de inmediato.

En la Jornada Segunda surgen dos nuevos personajes, el Peón ‘gracioso’ y el Artífice, dos personajes opuestos que representan, siempre enfrentadas, teoría y práctica:

“Déjese, señor maestro,
de discurrir y estudiar
¿qué sirve líneas tirar
si no giran al pan nuestro?

Mientras que, la Jornada Primera, que sirve de presentación, se caracteriza por la falta de acción, en esta segunda jornada destacan el dinamismo y las situaciones burlescas: aparecen y desaparecen los personajes presentados, opinando sobre la obra, creando y llevando a cabo sus intrigas. El Artífice discute con el Peón, Luzbel y la Discordia intentan entorpecer la obra para que no se lleve a cabo, creando enfrentamientos y confusión entre los habitantes del pueblo y entorpeciendo la labor del Peón.

En la Jornada Tercera, una vez más la intervención divina resuelve la situación: aparecen dos ángeles que detienen y encadenan a Luzbel, y otorgan su custodia al Peón. La última escena se desarrolla dentro de la iglesia, ya construida, y es un canto de alabanza que los personajes ofrecen a la Virgen del Rosario, situada de nuevo en su altar, dando gracias por haber llegado la obra a buen término. Los personajes intervienen por orden de importancia, concluyendo el Peón, que, al final, pide disculpa al público por los fallos de la obra y da el nombre del autor:

“Para el autor, Justo Herranz,
rogad a Dios por su alma
y a nosotros, los actores
perdonadnos nuestras faltas.”

Personajes que representaron la obra en 1908:

LUZBEL:
Eustasio Tardón.
Traje encarnado, gorro con cuernos, barba larga y rabo.

DISCORDIA:
Tomás Torrego.
Traje de mujer negro
con cuernos.

PUEBLO:
Apolonio Álvarez.
Calzón corto y chaqueta,
con bastón y barba.

POBREZA:
Justo Salinas.
Traje como el anterior,
con remiendos, sin bastón.

RELIGIÓN:
Emilio Sanz.
Traje de cura.

ARTÍFICE:
Claudio Tardón.
Traje de señor con bastón.

PEON:
Francisco de Santos.
Traje propio de peón de albañil.

ANGEL 1º:
Rafael Muñoz.
Traje propio de ángel,
blanco con alas.

ANGEL 2º:
Gabino Tejedor.
Traje igual que el anterior.

Reglada por Santos Tardón Tejedor

Sobre el autor, Justo Herranz, la tradición oral refería que debía de ser un maestro que hubo en el pueblo en aquellos años del siglo XIX, y efectivamente; en el archivo municipal aparece un Justo Herranz como ‘fiel de fechos’ en varios documentos oficiales de la época. El contrato con el Ayuntamiento de Pinarnegrillo obra desde 1829 y en 1832 comienza a desempeñar su labor como maestro de la escuela del pueblo.

Especial mención merece el copista, Eustasio Tardón Tejedor, sin cuya iniciativa nunca se hubiera podido recuperar esta obra de teatro popular, documento interesantísimo de nuestro patrimonio inmaterial; y por lo cual le debemos eterno agradecimiento.

La obra queda conservada para su posible interpretación, objetivo por el que suponemos fue creada y que bien podía ponerse en práctica como se hace en otras localidades que ponen en escena pastorelas y pasiones; máxime ahora que urge la reparación del tejado y que, aunque cambien los tiempos, la temática persiste, la Discordia y la Soberbia, como cuenta la obra, siguen campando a sus anchas sembrando el desánimo, la confusión y la desidia; ¿Será también precisa una nueva intervención divina?