Cacera del Cambrones. /KAMARERO

De todos es sabido la larga tradición de la Cacera Mayor del Río Cambrones, regentada por la Noble Junta de Cabezuelas y los usos y costumbres que ha generado a lo largo de los tiempos, no solo en cuanto a su limpieza anual, sino también en lo relativo a la jurisprudencia constituida en torno al Alcalde Mayor o Acalde de Cartas y su autonomía para dirimir en los pleitos, independientemente de la justicia ordinaria, como se ha podido demostrar a lo largo de los muchos pleitos habidos en su larga historia y recogidos en un artículo que tuve la satisfacción de publicar en Estudios Segovianos núm. 114 Tomo LVII  año 2015. pag. 95, titulado ‘La Junta del Agua de la Cacera del Río Cambrones (Noble Junta de Cabezuelas). Un modelo de Autonomía Jurídica’.

Dicha tradición está constatada documentalmente desde 1401 en que están fechadas sus ordenanzas, si bien las copias existentes, así como las Cartas Privilegios Reales, son posteriores: la primera copia conocida de las ordenanzas es del 2 septiembre de 1483 y las primeras Cartas-Provisiones son del 16 de septiembre de 1491 y 22 de agosto de 1500, dadas ambas por los Reyes Católicos. Por cierto de dichos documentos ‘Carta-Privilegio’ se deriva el título del máximo responsable de la Junta, el Alcalde de Cartas (Carta-Privilegio), pues era el responsable de su custodia.

La tradición documentada, pues, es de 600 años, pero en las ordenanzas se dice expresamente que la tradición viene de tiempo inmemorial,  lo que nos lleva a pensar que bien pudiera hacer referencia a los usos habidos desde la repoblación misma, si bien podemos pensar en una tradición no escrita, es decir, de carácter consuetudinario, de costumbre o bien en la pérdida de su posible documentación. En cualquier caso no es superfluo hablar de una tradición de en torno a 800 años.

Es digno de destacar que tan arraigada estaba en los pueblos afectados por el servicio de dicha Cacera la responsabilidad de su conservación, que se conservan todas las actas ordinarias, y no pocas extraordinarias, desde 1722, lo que nos da testimonio de sus usos, así como de la conservación de sus libros, en los que se incluyen algunos de pleitos concretos, además de los que se reflejan en las propias actas.

Por dichas actas se puede constatar, igualmente, que la Cacera Mayor, se ha venido limpiando a lo largo de los años, al menos desde que hay actas, es decir 1722, el último sábado de mayo. Únicamente se han dado dos excepciones o más bien una: la primera vez que no pudo realizarse fue el año 1888, pero realmente se trató de un aplazamiento, aunque no nos consta cuando se realizó de hecho y la razón fue “a causa de muchísima abundancia de aguas y muy mal temporal”; la segunda, que sí fue una suspensión en toda regla, fue el año 1937 y las causas fueron, según la documentación, “las circunstancias que vivimos”, es decir, las circunstancias de la guerra civil española. No hay que olvidar que uno de los frentes de guerra  estaba situado en La Granja afectando de hecho a los ámbitos de la sierra en que se halla el origen de la Cacera.

El momento en que escribo estas líneas, 10 de junio de 2020, corresponde  a una situación excepcional de aislamiento por pandemia. Han pasado unos días desde el último sábado de mayo en que debiera haberse hecho la limpieza de la cacera, que obviamente no ha sido posible. Es, pues, la tercera vez que se suspende, la segunda, si consideramos que una de las anteriores fue un simple aplazamiento. Es verdad que en este caso coincide con una cierta decadencia de la celebración de la tradición, dado que desde que se entubó la cacera, y especialmente desde que la Confederación Hidrográfica  del Duero viene interviniendo, el valor de la tradición se ha venido relativizando, acentuándose en cambio, la problemática real de las competencias del agua. Este escrito se refiere exclusivamente al aspecto histórico y tradicional sin pretender entrar en otras cuestiones.

Confío en que no sea esta suspensión un paso hacia su desaparición y desde aquí animo a los pueblos afectados  y a las instituciones, en general, a defender el valor de ésta y otras tradiciones similares. No sé si debo permitirme sugerir que una muestra hacia la pervivencia de la tradición, además de seguir con ella, sería levantar algún tipo de signo, tipo monolito, en el promontorio de cabezuelas, donde se sitúa el punto geodésico, que es el lugar en que se reunían en su origen los miembros de la Junta.