Entre la pena y la vergüenza

Viveros Herol Nava y Bidasoa no pueden acabar su partido jugado en Carbonero por culpa de la condensación de la pista, un problema igual al del frontón de Nava

Hace ya varios años que los españoles descubrimos que el pueblo está por encima de sus representantes políticos, y que remonatándonos a hace muchos, muchos años, se pueden contar con los dedos de una mano, y posiblemente sobraran dedos, a los ‘representantes del pueblo' que hayan cumplido todas y cada una de las promesas electorales que durante las sucesivas campañas de recogidas de votos han realizado sin rubor alguno por toda la geografía nacional.

Ayer, el Viveros Herol Nava tuvo que suspender su partido ante el Bidasoa Irún, que se jugará hoy en el pabellón Pedro Delgado, porque los árbitros entendieron (con buen criterio) que de seguir jugando en el pabellón de Carbonero algún jugador podía hacerse mucho daño sobre una pista que deslizaba de lo lindo. Y eso después de que el club removiera Roma con Santiago para conseguir una cancha en la que poder jugar después de que el frontón municipal de Nava de la Asunción apareciera el viernes con sus eternos problemas de condensación que hacían peligrar la normal celebración del encuentro.

Este hecho se podría achacar a la mala suerte porque, sin ir más lejos, en el pabellón Agustín Fernández pasó tres cuartos de lo mismo en la tarde de ayer durante un partido de prebenjamines, suspendido por lo resbaladizo de la pista. Pero la realidad es que no hay nada de mala suerte en la suspensión del encuentro de la División de Honor Plata, sino una dejadez institucional que ha llevado a un pueblo, Nava de la Asunción, a una provincia como Segovia, y a la Comunidad de Castilla y León, a ser señalada hoy por el mundo del , pero mañana lo será por cualquier otro ámbito de la sociedad (la comunidad educativa, por ejemplo) que precise de una instalación deportiva para poder desarrollar sus actividades en Nava, con un frontón de casi 40 años y un pabellón a medio terminar desde hace unos cuantos.

Ayer, el Viveros Herol Nava como club se sintió más solo que nunca, porque aunque sus aficionados más fieles no dudaron en trasladarse hasta Carbonero El Mayor, ni uno solo de los políticos que hasta hace cuatro tardes prometieron acabar el pabellón de la localidad aparecieron, ni llamaron, ni hicieron otra cosa más que olvidar lo prometido. Algunos hablan de que no hay dinero, quizá porque sus hijos sí disponen de un pabellón calentito para poder hacer deporte. En Nava los niños juegan en un frontón cuya pista resbala un día tras otro, y que en invierno registra temperaturas casi bajo cero. Quizá sea porque “ahora no toca”. Quizá sea porque en Nava nunca toca.

El Bidasoa Irún, hermanado con el Viveros Herol Nava desde el último partido de la pasada campaña, tras un play off agridulce para los dos conjuntos, puso todo de su parte para jugar el partido, y lo jugó con toda la profesionalidad del mundo durante 26 minutos y 58 segundos, al igual que el equipo segoviano, que se sabía inferior, pero que no le quiso perder la cara a un oponente poderoso.

Así, entre resbalón y resbalón la primera parte transcurrió con el dominio del conjunto de Fernando Bolea, extraordinariamente dirigido por Muiña, y con Cristian Martínez como principal estilete con sus lanzamientos desde los nueve metros a los que Miranda podía oponer poca respuesta.

El portero local fue de los primeros en darse cuenta que sobre la cancha de Carbonero no iba a ser posible jugar. Pese a los intentos desesperados de los componentes de la directiva segoviana por secar la pista, la condensación iba a mayores, y había muy pocos jugadores que arriesgaran su físico, como Carlos Villagrán, tratando de forzar las acciones.

Mientras la cancha estuvo razonablemente seca, el Bidasoa mandó con solvencia, apoyado en la portería por Dejanovic, capaz de leer los lanzamientos desde el lateral de Dani Simón, desde el extremo de Bruno Vírseda (que tuvo que dejar la cancha tras un corte en un labio provocado por un involuntario golpe de Muiña), o incluso desde el punto de penalti de Isma Juárez. Así, el equipo visitante logró una ventaja de cinco goles, que se quedó ahí porque el Viveros Herol arriesgó con la pista ya mojada para ir manteniendo la diferencia hasta que los colegiados dijeron “basta”. Algo que en Nava de la Asunción el club de balonmano, referencia deportiva de la provincia, está cerca de decir. Porque desde hace varios años, en el pueblo solo escuchan buenas palabras, pero sus habitantes siguen esperando a que llegue el momento de los hechos.

El técnico del Viveros Herol Nava valoraba la suspensión como algo lógico, “porque era evidente que no se podía jugar. Por parte del club se ha intentado todo, pero lo que no se puede hacer es luchar contra los elementos, y los principales perjudicados somos el equipo y el club, porque esto arrastra también a los árbitros y al equipo contrario, y daña nuestra imagen. Da un poco de pena”.

Senovilla excluía responsabilidades, “porque si hay algo evidente es que ni los jugadores ni el club hemos sido los culpables de esta situación, porque hemos hecho todo lo humanamente posible para que el encuentro se disputara”.