La última chabola

El Ayuntamiento de Segovia pone fin a las infraviviendas en el municipio con el derribo de la única prefabricada que todavía permanecía habitada en la carretera de Madrona.

Emilio Jiménez y otros familiares se despedían de la que ha sido su casa, en la carretera de Madrona, “toda la vida”, después de recoger los últimos enseres para llevárselos en la furgoneta. Este joven gitano ha vivido con una mezcla de sentimientos el traslado a otra residencia, un día antes, el jueves pasado, y el derribo de su vivienda, ayer mismo, porque aunque reconoce que el cambio es a mejor siente nostalgia por los años pasados en lo que cariñosamente llama “las tierras coloradas”.

Tanto él como los otros cinco residentes de la última chabola de Segovia son ahora nuevos vecinos del barrio del Carmen, gracias al Programa de Realojo que desde 2004 desarrolla el Ayuntamiento de Segovia, cofinanciado por la Junta de Castilla y León, y con el apoyo de la Fundación del Secretariado Gitano.

Al amor de una lumbre que improvisaron junto a la casa prefabricada fueron sacando objetos poco antes de que una excavadora procediera al derribo. Hasta el lugar se acercó también Rubén Jiménez, otro gitano que ha residido hasta hace aproximadamente un año en esta zona céntrica de Segovia, situada a espaldas de la Comisaría de Policía. Ahora vive con su mujer en el barrio de Nueva Segovia y admite que la nueva vivienda “está muy bien” aunque tienen que pagar un alquiler, agua y electricidad, entre otros impuestos, “ya que aquí no pagábamos nada”, decía. Se trató de un adiós para siempre “y con un poco de pena porque hemos pasado mucho tiempo, desde niños, entre estas casas”, concluía.

El propio alcalde, Pedro Arahuetes, se puso al frente de la excavadora para empezar a derribar la vivienda prefabricada. El Ayuntamiento ponía fin así a una situación que empezó siendo “provisional” y que por diferentes motivos se ha prolongado durante más de tres décadas.

La iniciativa formaba parte del programa de realojo que en dos fases ha contado con un presupuesto anual de 480.000 euros, sufragados por Ayuntamiento y Junta. En un primer momento, en 2004, fue erradicado el poblado del Terminillo, junto al barrio de San Lorenzo, al que siguió el año pasado el del Tejerín, en la proximidad del valle de Tejadilla.

Acompañado por los concejales de Servicios Sociales, Andrés Torquemada, y Medio Ambiente, Paloma Maroto, así como por Policía Local, técnicos municipales y el coordinador de la Fundación del Secretariado Gitano en la ciudad, Luis Martínez, el alcalde aseguraba que “es un día importante, han sido muchos los años que llevamos trabajando para intentar que, de una manera tranquila, sosegada y con una gestión callada esto llegue a su fin”. Arahuetes se congratulaba de que en ocho años se haya puesto fin “con esta situación que no era buena para la ciudad y sobre todo para las familias que vivían en estas infraviviendas”.

Hay que señalar que aunque este poblado de la carretera de Madrona se construyó en 1987, y llegó a tener una veintena de residencias, el origen de las infraviviendas en el municipio nace una década antes, ya que fue en 1977 cuando el Ayuntamiento de Segovia cedió un terreno en el paraje del Tejerín a la Asociación de Promoción Gitana ‘Virgen de la Fuencisla' para instalar, de forma provisional, siete módulos prefabricados donde alojar a familias gitanas que malvivían en cuevas o chabolas en malas condiciones. Desde entonces ha habido varios intentos de realojo y, de hecho, se llevaron a cabo algunos en viviendas sociales de San Millán y Nueva Segovia en los años 1983 y 1984, pero no fueron efectivos porque las prefabricadas eran ocupadas por otras familias casi de forma inmediata.

Por otro lado, durante los próximos días continuarán las labores de desescombro en la carretera de Madrona. El alcalde anunció que lo más inmediato será limpiar y adecentar la calle, así como consolidar taludes. “En los presupuestos del año que viene o del siguiente esperamos contar con una partida para rehabilitar esta zona”, añadió.

Queda lo más difícil

“Sabemos que el realojo no es definitivo, hay un tiempo de adaptación, pero creemos que va a ser fructífero y, en colaboración con la Fundación del Secretariado Gitano, que está trabajando muy intensamente con los Servicios Sociales, creo que se va a conseguir la integración que todos deseamos”. Así explicaba ayer el alcalde, Pedro Arahuetes, el punto y seguido al derribo de la última chabola del municipio. “Lo más difícil ahora es la integración, en la que vamos a tardar bastante más; pueden ser diez, quince o más años pero hay que dar estos pasos porque sin ellos no se consigue ese objetivo”, sostuvo junto a la casa derribada.

Por su parte, Luis Martínez, coordinador de la Fundación del Secretariado Gitano, reconocía que queda mucho por hacer. “Es una labor lenta pero, si miramos al comienzo del programa, hay una evolución muy grande en las personas, en las familias, nuevas oportunidades. Tener una vivienda es lo más básico, a partir de ahí podemos hablar de escolarización y de mejorar en participación social”, añadía. Señaló que se han podido producir desavenencias entre vecinos pero no problemas reales de convivencia con los realojos