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Sam Peñalver, creadora de la oenegé ‘Born to Learn’, explicó su proyecto durante la charla con Rosa María Calaf. / KAMARERO

Hay mujeres inspiradas y mujeres que inspiran. Sam Peñalver pertenece a esta última categoría y basta con escuchar su historia para ver en ella un ejemplo a seguir. La sala Julio Michel de La Cárcel se llenó para asistir a la charla que tuvo con la periodista Rosa María Calaf dentro del VIII Encuentro de Mujeres que Transforman el Mundo, en la que recordó cómo era su vida antes de decidirse a dedicarla a los demás y poner en marcha su proyecto ‘Born to Learn' en una comunidad de Tanzania, hace ya unos ocho años.

“La primera parte de mi vida es la Sam del sistema: tienes que estudiar, te casas, tienes hijos, tienes que trabajar… Van pasando los días y ahí estás. Pero Sam no tenía una identidad propia, era la jefa de, la hija de… y siempre tirando del carro, sin pensar, porque si te paras a pensar todo se desmorona. Así que llegó un momento en que dije «¿y ya está, esto es la vida? No, esto no puede ser así»”, contó la propia protagonista ante un auditorio que asentía a cada afirmación.

Así que a los 41 años se colgó una mochila y se fue a viajar por África, donde conoció diversos países y trabajó como voluntaria en distintos proyectos, hasta que encontró su lugar en una comunidad de Tanzania y allí se fue. “Soy una persona a la que siempre le ha importado un pepino lo que digan los demás, pero la respuesta de la era que se me había ido la pinza, que cómo podía dejar un trabajo seguro y a mis propios hijos para educar a unos niños que no eran míos”, relata.

“Con 41 años me fui de mochilera por África y trabajé como voluntaria. Tanzania me eligió a mí”, cuenta Sam Peñalver

Pero lo cierto es que fue allí donde encontró a la verdadera Sam, una mujer que trabaja por los demás y con ellos, contando siempre con la comunidad para cada paso que ha dado en ese pueblo donde puso en marcha ‘Born to Learn', un colegio que buscaba sacar a los niños de la calle, ofrecerles la oportunidad de estudiar a aquellos que no tenían recursos para hacerlo, “porque la educación es la solución”, asegura.

Los inicios no fueron fáciles, reconoce, “el choche cultural y el del idioma fue brutal. Pero si te acercas con humildad y empatía… Yo odio la palabra ayudar, porque toda interacción entre personas es dar y recibir, no se puede imponer, hay que ir con humildad y escuchar”.

Algo que se pierde en las grandes fundaciones y oenegés, asegura, ya que no tienen los pies en el territorio, con lo que se dan situaciones absurdas, como mandar ordenadores a un pueblo en el que no hay electricidad. “Hay que revisar las grandes fundaciones, que se llevan todas las subvenciones precisamente porque son grandes, y escuchar un poco más a los que estamos sobre el terreno, que somos los que tenemos el contacto directo, porque hay que conocer las prioridades que tienen”, dice.

Tampoco es fácil para ella, añade, la relación con las autoridades en Tanzania, “porque allí yo soy blanca y soy mujer; y porque no paso por la corrupción, así que me alargan muchos trámites porque no quiero pagar a los corruptos”.

Pero lejos de amilanarse, Peñalver comenzó poco a poco a levantar su colegio, “tirando al principio de los amigos” y “ahora tenemos un colegio maravilloso, que no podríamos haber hecho sin donantes y sin voluntarios”, en el que acuden a clase 250 niños y niñas (otro reto superado para la activista).

Y no se queda solo en educar a los tanzanos, Peñalver también les inculca valores y así por ejemplo, a aquellos que consiguen llegar a la universidad, se les insta a volver al colegio en vacaciones para explicar al resto su experiencia e inspirarles; también se involucra al cien por cien a las familias de los alumnos, para que limpien las instalaciones, cocinen…; y, por supuesto, a la comunidad en la que está, con maestros locales.

Ahora, está trabajando para construir un dispensario en el pueblo, ya que preguntó a los líderes de la comunidad qué necesitaban, porque para Peñalver escuchar es muy importante para llegar a formar parte de esa comunidad, algo que, sin duda, ha conseguido ya ‘Mama Sam'.