El cantante de la banda estadounidense Guns N’ Roses, Axl Rose, durante el concierto del Download Festival celebrado en la Caja Mágica de Madrid.
El cantante de la banda estadounidense Guns N’ Roses, Axl Rose, durante el concierto del Download Festival celebrado en la Caja Mágica de Madrid. / efe

No deja de ser un truco de magia, una ensoñación. Guns n’ Roses están tan a fuego en el imaginario colectivo de una o dos generaciones, que es mucho más que una cuestión musical. Es un sentimiento vital relacionado con el imparable paso del tiempo. Y, de hecho, el poder de la reunión del vocalista Axl, el guitarrista Slash y el bajista Duff es que consigue detener el tiempo en un instante muy concreto. En un instante en el que tienes toda la vida por delante para agarrar cuanto quieras.

El hecho de que el trío estuviera separado veinte largos años ha propiciado que ni les veamos envejecer juntos sobre el escenario ni hayan sacado nueva música. El tiempo lo detuvieron en el instante en el que se pelearon definitivamente, allá por 1996 —el último concierto de la formación clásica fue en julio de 1993—. Y cada vez que salen al escenario el público siente que vuelve allí, que está a mitad de los noventa. Siente que los músicos tienen veinte años menos, se lo cree. Y, lo mejor de todo, cada una de las personitas del público siente que tiene también veinte años menos. O al menos paga la entrada buscando sentir eso.

El truco de magia dura cuanto cada uno quiera que dure. Desde luego, funciona a la perfección cuando el grupo irrumpe en el escenario al ritmo de la desafiante y macarra ‘It’s so easy’. Esos tres minutos atesoran todo el poderío de esta gira de reunión, son la clave. La vida de cada uno de los asistentes pasa ante sus ojos a cámara lenta con Axl Rose, Slash y Duff —los tres originales carismáticos— como vehículo para la catarsis. ¿Recuerdas cuando fuimos los mejores? Bueno, por esa noche pudimos todos volver a serlo en la segunda jornada de la segunda edición del Download Festival Madrid, en la que Guns n’ Roses fueron el reclamo fundamental.

‘Mr Brownstone’ o ‘Welcome to
the Jungle’ deleitaron
al público madrileño

Sin kilos de más, sin arrugas, sin las tribulaciones de la vida. Durante casi tres horas y media, la caja registradora de la ensoñación suena en todo su esplendor con ‘Mr Brownstone’, ‘Chinese Democracy’, ‘Welcome to the Jungle’, ‘Double talkin’ jive’, ‘Better’, ‘Estranged’, ‘Live and let die’ (con su correspondiente pirotecnia de rigor), ‘Slither’ (de Velvet Revolver, el grupo fundado por Slash y Duff cuando se fueron de Guns n’ Roses, hasta ese punto llega la curiosa reconciliación), ‘Rocket Queen’, ‘Shadow of you Love’, ‘You could be mine.’..

A esas alturas ya cada cual decidió si se trata de un espejismo o de una realidad. El cancionero del grupo no es especialmente extenso y, de hecho, buena parte del gentío se queda descolocado si les sacan de ‘Appetite for Destruction’ (1987) y los dos volúmenes de ‘Use your illusion’ (1991). Hay un desconocido cualquiera que por lo que sea me dijo al oído que que ‘This I Love’, que es de ‘Chinese Democracy’ (2008, solo de Axl bajo el nombre del grupo), es del ‘Spaguetti Incident’ (1993). Ninguno de esos discos son los que han congregado a 35.500 personas en la a ratos pestilente —maldita depuradora anexa— Caja Mágica.

Nuevo turno

El turno punkarra de Duff McKagan fue con ‘New Rose’ de ‘The Damned’, que dio paso luego a la épica de ‘Civil War’, ‘Yesterdays’ y ‘Coma’, antes del siempre esperado solo de guitarra de ‘Slash’ con su ‘Gibson Les Paul’ dorada atacando el tema de la película ‘El Padrino’. Iconografía pura para la última gran banda de la gran época del rock, que dio paso al momento más coreado de la noche con ‘Sweet child o’ mine’ y un mar de móviles iluminando la noche de verano.

Para quien fluía, el concierto fue una gozada interminable. Quien no haya sintonizado consigo mismo, sin duda estará desconsolado por el aburrimiento. Poner de tu parte es importante en esta gira de reunión, pues el sentimiento es un factor esencial. Tanto para la incorrección de ‘Used to love her’ (precedida de ‘Wichite Lineman’ de ‘Glen Campbell’) como, sobre todo, para la grandilocuencia de ‘November Rain’, quizás la última gran balada del gran rock de estadio. Y el público tiene que poner de su parte porque aunque la banda suena como un cañón, la voz del cantante Axl Rose es cuanto menos desconcertante.

Nada es lo que fue pero nos empeñamos en que todo sea como fue. Lo deseamos fervientemente y queremos sentir eso todo el maldito rato.