Derribo del palacete Villa Estrella.
Derribo del palacete Villa Estrella.

El neorrealismo italiano, con sus rodajes en exteriores y elencos incluyentes de actores no profesionales, se encuentra entre lo mejor que nos ha regalado la historia del séptimo arte. En torno a las 14 horas del 21 de abril de 2023, día de autos, me encaminé por la calle de Ezequiel González hacia Villa Estrella. Quería hacer una foto; pero solo pude tomar una instantánea del producto de la barbarie. La demolición del edificio, condenado a ejecución en guillotina armada por grúas, ya había sido consumada. En el almacén de la memoria, la visión de aquellas tristes ruinas, rodeadas de árboles asemejados a cipreses, me recondujo a las escenas de “Alemania, año cero” (1948), película impactante dirigida por Roberto Rossellini, rodada en el Berlín derruido y derrotado, recién finalizada la Segunda Guerra Mundial. El legado de aquel Tercer Reich que profetizaba su hegemonía futura durante un milenio.

Leo las últimas declaraciones de la alcaldesa de Segovia acerca del inmueble sentenciado. Que si carece de competencias para haber declarado bien de interés cultural a este recurso patrimonial. Qué si los derechos urbanísticos del solar están valorados en diez millones de euros. ¿Una actitud condescendiente? Me acuerdo de “Jugarse la piel”, el libro más reciente de Nassim Nicholas Taleb, a su vez autor de “El cisne negro”. El pensador libanés, impetuoso y brillante, reflexiona sobre el valor de esa actitud ante la vida.

Markus Gabriel, uno de los filósofos más conocidos de la Alemania de nuestro tiempo -a pesar de su juventud-, plantea cómo, desde el sueño ilustrado de la razón, aspirante a la utopía, el progreso económico debe ir acompañado por el progreso moral. En el día de hoy, la ciudad de Segovia ha dado un paso en sentido contrario: cruce del Rubicón hacia la distopía. A raíz de su nombramiento, Clara Martín declaraba que sentía pasión por Segovia. Debería estar triste, porque, desde hoy, Segovia es algo menos que ayer.

La piqueta acaba de perpetrar un atentado contra la equidad intergeneracional. Me quedo con mal sabor de boca, porque quería haber permanecido parado unos minutos delante del edificio, antes de su caída; y contemplarlo por última vez. Por lo menos, conservaré el recuerdo. Las generaciones futuras no disfrutarán de dicho privilegio. Sus miembros no podrán observar la estética arquitectónica de un paisaje urbano dinamitado por la sinrazón. La búsqueda de la gran belleza motiva al protagonista romano de un guion existencial, correspondiente a la película de Paolo Sorrentino con el mismo título, tal vez el mejor film en lo que llevamos de siglo XXI. Tal vez algunos segovianos la encontraron en Villa Estrella.

Villa Estrella, Neguri en Segovia

A título personal, puedo comentar que tuvimos un pequeño apartamento en Biarritz, dentro de una urbanización exquisita, cuyo nombre es Miraflores. En torno a cierta villa aristocrática de la “Belle Époque”, se construyeron edificios adicionales, levantados en sintonía arquitectónica con el epicentro de la finca, repleta de árboles centenarios. No en vano, estábamos en Francia, donde la defensa del disfruta de mayor tradición que en nuestro país. Si el libro “España fea”, del periodista Andrés Rubio, es novedad editorial, en esta obra se da cuenta de multitud de desaguisados urbanísticos acaecidos en nuestro país. El espíritu desarrollista ha pervivido durante la democracia. Sin Villa Estrella, Segovia es más fea; y está más vacía.

En la calle madrileña de Alberto Aguilera, existe una gasolinera. La estructura derruida con estilo “art decó” volvería a alzarse muchos años después. Lo mismo ocurrió con la gran basílica ortodoxa junto al río Moscova en la capital de Rusia. El antiguo Palacio de los Trastámara se mantuvo, como convento de monjas, hasta los años ochenta en Arévalo; pero, ahora, el solar está ocupado por viviendas de dudoso gusto estético. Se trata del emplazamiento donde Isabel de Castilla pasó su adolescencia. A raíz del éxito de la serie televisiva sobre dicho personaje, se editaron folletos turísticos relativos al vínculo regio con la localidad abulense. ¿Tanto había costado preservar el edificio? Las fotografías muestran que su estructura exterior se encontraba impecable. La esposa del monarca de Aragón, tomado como referencia por Maquiavelo para “El príncipe”, fue natural de Madrigal de las Altas Torres, rareza en tanto villa llana amurallada. En uno de sus libros de viajes, editado en los años setenta, Ramón Carnicer recoge cómo había vecinos de dicho pueblo de la Moraña que solían apropiarse de piedras del monumento para usos privados.

Villa Estrella era rareza, cisne negro. Se me asemejaba a la embajada de Neguri en Segovia. Este topónimo tiene dos acepciones: por una parte, grupo de familias de la alta burguesía bilbaína, pioneras en la industrialización de España; y, por otro lado, ciudad-jardín en la margen derecha de la Ría del Nervión, repleta de villas fastuosas erigidas por aquellos magnates, muy influidos por la modernidad llegada de Inglaterra en urbanismo y costumbres.

Fotograma de “Alemania, año cero” (1948) de Roberto Rossellini.
Fotograma de “Alemania, año cero” (1948) de Roberto Rossellini.

Villa Estrella (1925) fue producto de un conato aislado de burguesía industrial en Segovia, que, ya en el siglo XX, destacaba por la presencia minoritaria de este segmento social. El recuerdo de Neguri también aflora por una razón principal. El arquitecto eximio a quién debemos este chalet era bilbaíno; y, por tanto, buen conocedor del enclave ubicado en el municipio de Guecho-Getxo. Silvestre Manuel Pagola impregnó el edificio con aires de casona montañesa. La influencia de este tipo de arquitectura indiana, preciosa, muy presente tanto en Cantabria como en el extremo occidental de las Encartaciones vizcaínas –Valle de Carranza y Lanestosa-, saltaba a la vista en la contemplación del chalecito solariego de Segovia.

Antes de haber oído hablar de Pagola, cuando yo no vivía aquí, algunos edificios de la ciudad me llamaban la atención. Gracias a los reportajes de la prensa local, comprendí que todos ellos compartían denominador común: la impronta creativa del arquitecto vasco.

La defensa del patrimonio local, más allá del acueducto, no debe restringirse al legado de los periodos de esplendor de la urbe, durante la época medieval. El cronista Antonio Ruíz Hernando señala, en su obra seminal sobre el urbanismo de la ciudad, cómo la prosperidad industrial durante el siglo XVI apenas tuvo deriva arquitectónica. De forma paradójica, me sorprende la abundancia relativa de edificios interesantes construidos en los siglos XIX y XX, cuando el municipio pintaba muy poco en el mapa económico de España. Madrid era imán absorbente de los mejores recursos procedentes de las dos Castillas.

Villa Estrella, Neguri en Segovia

Cuántas veces caemos en el sesgo de valorar solo lo más antiguo; y olvidamos el resto. A medida que pase el tiempo, cotizará al alza el patrimonio que nos ha dejado el siglo XX, alejado en el tiempo pasito a pasito. Y añoraremos en mayor grado a Villa Estrella, testigo de los felices años veinte en la centuria pasada, integrante de la memoria afectiva de los segovianos. A pesar de todas sus tragedias, el 1900 nos trajo la modernidad auténtica; y terminó con gran parte de la ñoñería anterior. Viva el siglo XX.

“Muerte y Vida de las grandes ciudades americanas”, de Jane Jacobs, se considera uno de los libros clásicos de Urbanismo más influyentes en Estados Unidos. Según los planteamientos de la autora, que ha sido llamada “genio del sentido común”, basados en las observaciones de una señora que paseaba por Nueva York, la diversidad en los tipos de edificios, antigüedad incluida, posibilitadora de usos varios, determina la vitalidad de una calle. Ezequiel González es arteria muy dinámica; y la ausencia de Villa Estrella empobrece vista, variedad, profundidad y relato. Habría podido albergar desde un museo a dependencias públicas. Vaya lástima.