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Conchi Bayón. / Nerea Llorente

La fiesta de Santa Águeda está siempre presente en la memoria de los segovianos por ser la primera fiesta del año tras las Navidades y porque en ella se unen un buen número de nuestras tradiciones y, entre ellas esta “el Traje de Segoviana”, del que tenemos, por un lado, una imagen más ligera, la que lucen los grupos de danzas y, por otro, una más idealizada, la de los que lucen Las Aguederas, realizados con ricos materiales. Pero, ¿Sabemos todo sobre su historia, su procedencia y su posible futuro?. Conchi Bayón, artesana y especialista en indumentaria tradicional, natural de Cuéllar, nos cuenta cómo empezó en este mundo, qué ha descubierto en sus investigaciones y lo que sería deseable para el futuro de este traje tan especial

— ¿Cómo es su comienzo en el mundo de los trajes regionales?

— No lo sé, en realidad sí que es un tema que me llamaba mucho la atención porque, mientras estudiaba Formación Profesional, la mujer de un profesor planteó la posibilidad de que el día de San Juan Bosco, organizáramos una especie de espectáculo y, otro profesor al que le gustaba mucho el folclore, propuso que se organizara “algo de jotas”.

A mí este tema siempre me ha gustado porque mi padre era “danzante del Niño de la Bola” de Cuéllar y me habían enseñado a bailar la jota… A partir de ahí, tuve que pedir prestado un manteo para poder bailar, porque yo no tenía ropas de ese tipo y, mi madre, a quien yo dije que por qué no me hacia un traje (yo tenía unos 16 años), siempre decía que no tenían “posibles” como para comprarlo . Entonces me dije a mí misma: “¡Pues yo quiero uno de estos! Y, como no me lo pueden comprar…. Me lo hago yo”.

Yo sabía coser… porque soy de las antiguas alumnas de la Sección Femenina, pero no tenía mucha experiencia y, cuando lo terminé, me gustó y dije:”Quiero otro”, ahora de tal color y, desde ahí empecé.

— Pero la historia continúa…

— Sí, porque de repente un día vino un señor, muy aficionado a vestidos, vestimentas de todo tipo y color… y, me compró el primer traje que yo hice. No sé si cobré mucho o poco porque yo no era consciente de lo que valía pero, se lo vendí y, luego pensé:”Pues, me tendré que hacer otro” pero no por el afán de dedicarme a ello de manera profesional sino porque… “me he quedado sin este, pues me haré otro…”

Me hice otro y mejoré ciertas cosas, la técnica ya era mejor porque con la experiencia había adquirido más soltura. A todo esto, Ángela López García-Bermejo, autora del libro “Arte y tradición del Bordado Segoviano” tenía que dar una conferencia en Valladolid sobre “Indumentaria tradicional” y me llamó, porque yo colaboraba en los cursos sobre indumentaria y trajes de segoviana que impartía la Fundación Caja Segovia y la Diputación Provincial, donde se encontraba Juana Borrego y, durante la conferencia, se mostraban algunos de mis trajes. Algo pasó, no recuerdo si hubo niebla o nieve… pero Ángela no pudo llegar a Valladolid y, me tocó a mí dar la conferencia.

— Me sorprende que de un tema tan popular, tan conocido… quedara tanto por saber… aún seguís averiguando cosas…

— Cada día yo aprendo una cosa. Me encuentro con una señora mayor o voy a dar una conferencia y la gente aprovecha y me cuenta cosas nuevas. A mi casa llegan piezas de gente que me dice: “Oye, que ha aparecido esto y me gustaría que lo vieras”, hay gente que hasta me lo regala porque no lo quiere o lo considera un “trasto” o, está muy roto… pero a mí, como “pieza señal”, una muestra de ese tiempo… lo guardo y, si lo puedo restaurar, mejor, pero en todo caso veo cómo era esa pieza.

“Durante la guerra civil se deshicieron
muchos manteos para hacer abrigos. El manteo rojo intentaban tintarlo para que se quedara negro pero solo conseguían que quedara pardo y, por lo tanto, no servía”

— En esos recorridos por la provincia, ¿recuerdas algo que encontraras y, en su momento, te sorprendiera de una manera especial?

— He visto muchas cosas en Olombrada: Me acuerdo de la señora Marcelina, una señora muy mayor a la que tuve la gran suerte de conocer a tiempo porque falleció tres meses después de hablar con ella. Tengo una grabación, en la que ella me cuenta y me cuenta… Cosas de su madre, de cuando la compró el ajuar, o cómo era una mantilla de cristianar de un niño, comparada con la del traje de segoviana… y, la señora no hacía más que sacar ropa, y ropa… Algo que siempre ha dado pistas sobre el status de la familia a la que pertenece el contenido de “esos baúles”, si tenían o no dinero, porque con lo que iban sacando de los baúles, se puede ver cuál ha sido la situación económica de esa familia.

También en Hontalbilla, en Campaspero que ahora pertenece a la provincia de Valladolid pero que perteneció a Segovia me enseñaron ¡una cantidad de cosas!, de hombre, de mujer y, una señora a la que fui a ver, nada más llegar, ves la mesa llena de cosas y ¡unos mantones de Manila! Allí fue la primera vez que vi mantones con chinos con las caras de marfil.

— Alguna decepción también te habrás llevado…

— Una de las mayores de mi vida fue averiguar que los trajes que las mujeres de los pueblos, que ellas mismas te presentan como “de azabache”, no eran de azabache, sino de pasta vítrea.

Ocurrió lo siguiente: En la feria de Sepúlveda, los artesanos tenemos por norma, como todos nos conocemos, ir viendo los trabajos de todos y, me fue a visitar un artesano que se dedica al cristal y, mientras estaba allí, coge una pieza antigüa y dice: ¡Que cristal más bueno tiene este traje! Pero, yo le contesté: ¡No, no es cristal, es azabache! Él insistió en que le parecía cristal y me pidió que le dejara comprobarlo. Cogió un pequeño abalorio y un martillo, le cascó y me dijo: Si, es cristal. Después yo, tomé varias piezas antigüas, se las llevé a un gemólogo y, me lo confirmó y, a la vez que me dijo que, con el azabache era muy difícil hacer esos abalorios tan pequeños, mientras que trabajar el cristal es más fácil.

— ¿Por lo que veo, tu labor es ya completamente profesional?

— En 1996, quise conseguir entrar en el Registro Artesano de la Junta de Castilla y León pero, como mi trabajo había sido autodidacta era difícil justificar que yo había aprendido todo esto y que había hecho todo el trabajo de campo y las investigaciones que había realizado. Presenté las fotos que había realizado, los libros que había hecho y todas las prendas que había realizado y tenía a mano y, con todo lo que les presenté me dieron el Registro Artesanal y creo, solo creo pero… creo que soy la única.

— ¿Te costó mucho trabajo entrar en este mundo?

— Me costó mucho que se admitieran mis trajes porque, de repente, la gente veía un traje nuevo o, más bien distinto. No era un traje nuevo, pues yo me estaba ajustando al siglo XVIII y no al “uniforme” que desde hace 50 años a esta parte se ha hecho.

— O sea, lo que vemos habitualmente no es la realidad…

— Pues no pero, tiene su disculpa. La gente no ha estudiado la historia de nuestra vestimenta y no conoce la realidad. Ha habido algunas publicaciones que han tocado el asunto con unas pocas fotos y… un texto que casi nadie lee y, han cogido como modelo alguna de aquellas pocas fotografías. Para rematar el asunto, los grupos de danzas, como hemos llevado trajes para “salir del paso” y de una manera lo más económica posible (más cortos para ser más ligeros, materiales más corrientes…), la gente se ha fiado de lo que veía.

— Cuando apareciste con un traje de color azul o negro…¿la gente se quedó, pasmada?

— Si , pero, cuando yo venía a las ferias de Artesanía o de la Mujer Rural, a Segovia… tenía que sufrir “un poco” el : “Este no es el traje segoviano…” y yo, algunas veces me callaba y otras intentaba explicar… que realmente era el traje segoviano pero, el del siglo XVIII, ese traje que la nueva burguesía de entonces se “inventó” pero, la gente, si no veía el manteo rojo y el jugón negro… todo lo que fuera salirse de allí…

— El traje rojo, ¿Para qué se utilizaba en su tiempo? ¿Era la vestimenta habitual?

— El traje rojo es el más conocido y es el que más ha quedado porque, muy poca gente sabe que durante la Guerra Civil, se deshicieron muchos manteos para hacer abrigos y muchos jugones para hacer camisas, blusas para las señoras. Se deshizo casi todo el estampado, casi todo lo colorido. El manteo rojo intentaban tintarlo para que se quedara negro pero solo conseguían que se quedara pardo y, por lo tanto, no servía. ¿Qué es lo que deshicieron? Lo oscuro, los azules marinos, los marrones oscuros…Todo eso lo deshicieron para hacer prendas de abrigo porque en la Guerra Civil y en la posguerra, no había dinero y… ¿Qué era lo que quedaba? Los rojos y los amarillos, los que no cogían el tinte y son esos los que nos quedan.

Además, los rojos y los amarillos eran los más comunes porque esos tintes se sacaban de una planta llamada la Rubia que por ser frecuente en esta zona no era cara. En las provincias de Segovia y Valladolid, había “cosecha” de la Rubia. En cambio, el azul marino o el morado, que se saca de la Cochinilla y que venía de Sudamérica, costaba mucho más. ¿Qué pasaba cuando abrías un baúl y comenzaban a salir manteos azules? Pensabas que esa familia tenía dinero.

Los baúles llegaban a tener contenidos muy diferentes, como en Olombrada, donde sacaban “solo mangas” de jugones que están hechos en telas estampadas, con muchos colores y la señora Marcelina decía: “No había dinero para hacerse un jugón entero y, entonces, nos hacíamos las mangas, las atábamos con un cordón, por delante y por detrás y, como luego nos poníamos el mantón de lana merina… lo único que se veía eran las mangas, para qué nos íbamos a poner un cuerpo bonito, si no se iba a ver”. He llegado a ver allí, en Olombrada, un jugón hecho, el cuerpo, con cachos de tela de colchones, todos distintos y, luego, las mangas “preciosísimas”.

“¿Qué pasaba
cuando abrías un
baúl y comenzaban
a salir manteos
azules? Pensabas
que esa familia
tenía dinero”

— Entonces los trajes de la época no eran siempre iguales ni en la forma…

— No, en el vestuario que tengo hay mil formas y todo está copiado de cosas antiguas que han aparecido, añadiendo después algún detalle al margen, basado en todo lo que sé y he visto sobre este tema y, mira que he visto… En Hontalbilla, un manteo cortado por la mitad (una herencia) o, volviendo a los colores, en Navas de Oro, he visto un manteo marrón antiguo que solo lo he visto allí. En Santa María La Real de Nieva, he visto un manteo granate que tampoco he visto en otro lugar pero, en Cuellar, la familia de los Rojas, Doña Blanca, tenía un traje de color azul pavo con plata y estaba hecho de ese color en honor a la Virgen Inmaculada… Han aparecido cosas curiosísimas como terciopelos de color azulón en los manteos, terciopelos estampados. En Hontalbilla apareció una tela como drapeada… Cosas que para la mayoría de la gente, que no sabe nada de esto, no les cabe en la cabeza que eso sea de un traje segoviano. Pues sí, lo es.

— ¿Nos hemos quedado con la versión más “simplona” de todas?

— Pues sí, ¿Qué hemos hecho? Un uniforme de 50 años a esta parte y ha ocurrido como con las llaves: copia de copia y otra copia de otra copia hasta que la última no abre… Aquí se ha hecho la copia de un manteo de la copia de otro y el último se parece a la realidad…

— ¿Quiénes se siguen haciendo el traje de segoviana pese a que su precio puede ser elevado?(6.000 euros)

— Los que sentimos que eso es parte de nuestra y nuestra vida y somos incapaces de separarnos de ellos. Es aferrarnos a unas raíces que no queremos perder. Te estoy hablado de gente joven que vive mucho la “pasión” del pueblo. Como la gente que está acudiendo a un curso que estoy dando en Segovia, es gente de Valverde. Antes de que suene la campana, están todas en el pueblo… Todas quieren un traje, de unas características. No conciben ir al pueblo sin un traje así.

— ¿El traje de segoviana va a seguir evolucionando a partir de ahora?

— Sí que va a evolucionar. Porque hemos llegado a un punto en el que nos creemos que “casi todo vale” y, ante el desconocimiento, van a ir añadiendo cosas, porque va a haber gente que no lo va a cuidar. ¿Dónde va a llegar? No lo sé y, no estoy segura de que sea siempre para bien.

Hace poco, cuando he realizado el traje que ha lucido el Manneken Pis en Bruselas, el traje tuvo que pasar por un tribunal que lo catalogó como “excelente”. Si todo pasara, como este pequeño traje, por un tribunal, a lo mejor no todo era válido pero…

En pocos días estarán nuestras calles teñidas de rojo, repletas de nuestro traje más conocido y popular y, ahora, podremos contar más sobre su pasado para que, de esta manera, podamos asegurar su futuro como desea Conchi Bayón.