Con 86 años, a Moisés Regidor Parra, el último sastre que tuvo Laguna de Contreras, le faltan pocos oficios por conocer.

Moisés Regidor es un reconocido personaje en toda la comarca, especialmente por su buen hacer como sastre, labor que desempeñó desde los 17 años de forma continua y sin vacaciones. Tan solo lo dejó durante el año y medio que cumplió con el servicio militar en Getafe (Madrid). Sus chaquetas y trajes han vestido las mejores galas para los pueblos de toda la zona.

Durante su faena hilvanando telas, cosiendo y tomando medidas, se le ocurrían poemas que iba memorizando y luego anotando a lápiz. Todos ellos están dedicados a elementos domésticos, a “trastos viejos”. Y con este título ha decidido juntarlos todos, y brindarles un libro de poemas. En total ha reunido más de 70 poesías, a las que acompaña con ilustraciones para las que ha contado con la colaboración de muchos amigos, de gran renombre algunos de los artistas.

La canilla, el trillo, el yugo, el botijo, la duerna, la romana, el taburete o la tabla de lavar son elementos comunes en la vida rural que cobran en este libro nombre propio. Ganan especial significado y Moisés les aporta un tratamiento especial en el que muestra su personal cariño por las pequeñas cosas.

Ameno y curioso, el pequeño libro de este lagunero se vende en varias librerías segovianas al precio de siete euros. Es la décima obra que edita Moisés, que muestra una gran agilidad intelectual. De hecho, no descansa nunca, pues también ejerce de teniente alcalde en su pueblo, donde entró en el Ayuntamiento en 1979.

Él creció entre costuras, pues su padre ya era sastre. Pronto le vio las buenas artes y, tras perfeccionar el oficio durante tres meses en la sastrería de Blas Carpintero, en la calle Real de Segovia, se hizo cargo del negocio familiar. A partir de entonces fue su padre el que le ayudaba a él.

Además ejerció de barbero en el pueblo A veces ha tenido que afeitar con la luz de la luna, pues la falta de fluido eléctrico no era algo inusual en la mayoría de los pueblo, y lograba terminar la sesión sin infligir un solo corte a los clientes.

Y en muchos casos ha tenido que aplicar el ‘marketing’. En especial cuando no ha conseguido algún objetivo, como en el años 83, cuando tenía un pantalón que no vendía. Lo rebajó a 500 pesetas, la mitad del precio habitual. Varios preguntaron, pero nadie se lo quedaba “porque desconfiaban”. “Al primero que me preguntó le pedí 5.000 pesetas y se lo llevó”, recuerda.