Una ciudad prendida de un sentimiento

Segovia se vuelca con la Gimnástica formando una conjunción determinante para la culminación del ascenso a Segunda División B.

Cuando la realidad supera la ficción la puesta en escena cobra el doble de sentido. El sueño del ascenso estaba en las manos de la Gimnástica Segoviana. La remontada del 2-0 o el 3-1 sonaba en el vestuario azulgrana. Finalmente, la seguridad que avalan más de diez meses de trabajo elevó el objetivo al 4-0. El pitido final desató el éxtasis y la ciudad aterrizó en Segunda División B.

Los seguidores tomaron La Albuera e izaron el mástil con su equipo en todo lo alto al unísono de “¡Segoviana alé!”. La alegría desbordó el cauce del Eresma. Los abrazos eran la fusión de un mismo sentimiento. Directiva, cuerpo técnico y jugadores hicieron de su triunfo el de todos los segovianos. Un alto porcentaje de culpa del éxito fue de la afición, que a lo largo de todo el curso estuvo pegada con los suyos, evidenciando el rezo del cántico “allá dónde estés siempre te seguiré”.

La semana amaneció con la expectativa abierta en canal. Los comercios saludaban con el ondeante del “¡Aúpa Sego!”. Los planes se cancelaron. Las miradas quedaron localizadas. La cita de la temporada llegó. El trabajo de los cuadernos técnicos quedaba puesto en liza. Era el turno de la ansiada espera. A 90 minutos de la gloria. O a 120, entrando en crisis nerviosa. Daba igual el cuándo. El destino, que no entiende de casualidad, espetó el tiempo reglamentario sin necesidad de taquicardias.

El umbral lo marcaba la ventaja de la ida del Atlético Malagueño (1-0). Éste factor echó leña al ambiente. Los acrílicos azules y granas presidían la bienvenida a los andaluces. La dirección del remo era unánime. Todos a una. Del mismo color. Apenas asomaban camisetas del Málaga. Tampoco estuvo su jeque, Al Thani, al que se esperaba -por motivos del ramadán-. Sí lo hizo el entrenador del primer equipo, Míchel González; el director deportivo, Francesc Arnau, o el defensa Miguel Torres. En el bando de casa contaron con la presencia del atleta internacional Javi Guerra o los representantes políticos Marian Rueda, Paloma Maroto, Alfonso Reguera, Jesús Postigo o Juan Ángel Ruiz, entre otros.

La previa puso en capilla la Segunda B. El sentir gimnástico tomó sitio en La Albuera. Las preocupaciones personales se esfumaron. Los testigos del ascenso del 2011 veían un calco de la situación. La idoneidad del enclave tuteaba a la Gimnástica. Además, a bordo planeaba el discurso de cabos atados de Abraham García. Todo medido. Los detalles, en la mano. Alta ingeniería.

Las entrañas de los vestuarios sujetaban la tensión a golpe de tila. La fortaleza mental se antojaba clave a medida que las botas se hundían sobre el terreno de juego. El control de la respiración tallaba la envergadura al compromiso.

El motín comenzó y los castillos interiores echaron a volar. La incógnita se despejó. De tú a tú, en primera persona. Desde el pitido inicial, la afición segoviana lanzó un órdago sin tapujos. Devorando el término local. El mimado lienzo verde quedó enmarcado de azulgrana. El músculo de los jugadores fue la grada. Cada latido bombeaba el sueño. El inminente gol de Ayrton entonó el “sí se puede” en escala mayor.

La altura de Segovia se convirtió en un vivero y asfixió a los de la Costa del Sol. El desnivel del mar pudo quemar a los sureños, pero la evidencia estribó en el esquema imprimido por los locales. El despliegue físico era proporcional a la tranquilidad que atesoraba su técnico. El termómetro subía de revoluciones y la marcha de más la ponía el respetable.

Los boquerones -seguidores del Málaga- empinaron los más de 600 kilómetros que separan ambas ciudades. En los tendidos, en lata. Aún así se hicieron oír con una pancarta, pero sólo se escuchaban los decibelios sostenidos de los de la meseta.

Cincel en mano, la Segoviana fue creando su mejor obra y con los tantos de Domingo la grada comenzó a atisbar el sueño. Josito levantaba los brazos y la gente respondía. Los cambios de Dani Calleja, Domingo y Chema reventaron los bafles. Y el broche, el gol de Rubén, sentó el súmmun de la Gimnástica para paladear la fiesta que le esperaba a Segovia, siendo ya equipo de Segunda B.