Barcelona, 27/05/1963.- Bahamontes entra vencedor en la meta de Montjuich, en la última etapa de la Midi Libre y se proclama ganador de la prueba. EFE/rba

Federico Martín Bahamontes ha fallecido el 8 de agosto a la edad de 95 años en Valladolid. Sus amigos y familiares le despedían en la Capilla Ardiente que se llevó a cabo en el Ayuntamiento de Toledo, ciudad que le vio crecer y ganar grandes trofeos. Prensa y medios de comunicación se han hecho eco de esta noticia y han repasado su vida, su viaje hacia el estrellato.

Joseph Campbell, el mitógrafo, en 1949 explicó la teoría del viaje del héroe en su libro El héroe de las mil caras. Esta estructura ha sido utilizada por cientos de escritores y directores para narrar las aventuras de su gran protagonista. Sin embargo, Campbell no tenía ni idea de que su teoría podría aplicarse a la vida de un joven de apenas 20 años que vivía en Toledo y subía las cuestas de la ciudad en bicicleta para hacer estraperlo.

Este autor describía 12 pasos para que una persona normal se convirtiera en un héroe: mundo ordinario, llamada a la aventura, rechazo de la llamada, encuentro con mentor, cruzando el umbral, pruebas, aliados y enemigos, acercamiento a la cueva más profunda, la gran prueba, recompensa, el camino de vuelta, resurrección y regreso con el elixir. Si miramos la vida de Bahamontes podemos encontrar esas 12 características.

En 1928 nace Alejandro Martín Bahamontes en Santo Domingo-Caudilla, en la provincia de Toledo. Y es que nuestro héroe nació con un nombre diferente al que luego se le conoció de forma Internacional, ya que su tío, también de nombre Federico quiso que se llamara como él, por lo que todo el mundo – familia y amigos – decidió llamarle así. Nace en el seno de una familia humilde, y tras la Guerra Civil su padre le pone a trabajar en el taller de un carpintero, pero no dura mucho. Bahamontes era fan de Moises Alonso, un ciclista local que regentaba un taller de bicicletas, y consiguió colocarse a trabajar junto a él.

Los ingresos no llegaban para esta familia de 4 hijos y Federico, que era el mayor – con 3 hermanas pequeñas por debajo – cogió una bicicleta e hizo kilómetros para conseguirle a su madre los materiales que necesitaba para el estraperlo. Se dice que hacía 60 kilómetros diarios entre Gálvez y Torrijos, y lo que conseguía lo vendía su madre fuera del mercado habitual, que sufría racionamientos.

Es aquí donde casi sin saberlo comienza a entrenar sobre dos ruedas, en las famosas cuestas de la capital toledana. Esta también fue su llamada a la aventura ya que con el sueldo que ganó en estos viajes y unos duros más que conseguía como repartidor, le compró a un herrero local su primera bicicleta. Nunca hubo un rechazo a la aventura, ya que Bahamontes llevaba las ruedas en vena, y en cuanto pudo, se puso a competir en carreras amateur.

Quizás ese encuentro con el mentor – las horas que pasó junto al ciclista Moises Alonso en tu taller- consiguieron que con apenas 19 años, en 1947, se apuntara a la carrera de Menasalbas y quedara segundo. Después vinieron la Vuelta a Ávila, la Vuelta a Salamanca, la Vuelta a Albacete o la Vuelta a Madrid. En 1953 se clasificó como el mejor escalador de la Vuelta de Cataluña, una competición semiprofesional que le llevó directamente al Tour de Francia, a cruzar el umbral del héroe.

Su viaje como héroe y el Tour no comienza nada mal. En 1954 gana la clasificación de montaña y queda entre los 25 primeros en la general. Pero los españoles, no dejamos de serlo ni convirtiéndonos en héroes. Es en esta competición cuando además de llamar la atención como un gran ciclista al que casi nadie conocía, protagoniza una anécdota que pasará a la historia del ciclismo. En lo alto del puerto, ya sacaba gran ventaja a sus competidores pero como consecuencia se le habían roto dos radios de la bici. Los medios internacionales contaron que Bahamontes con gran soberbia se había pedido un helado de dos bolas en el quiosco que coronaba el ascenso, aunque la realidad es que un paisano se lo ofreció mientras esperaba a que el coche de su formación llegara para arreglarle la bicicleta y poder encarar el descenso.

La hazaña ya estaba conseguida, Federico Bahamontes vuelve a su ciudad con un apodo con el que se le conoce hasta día de hoy “El Águila de Toledo” en referencia al escudo de la ciudad con el águila bicéfala de Carlos I de Habsburgo, rey de España y emperador del Sacro Imperio Romano.

Es en esta etapa cuando empiezan sus desaventuras, y comienza a tener enemigos nacionales e internacionales. Jesús Loroño, el favorito hasta el momento, ve en Bahamontes un deportista que le puede hacer caer. Es paradójico que fueron compañeros de equipo en los primeros años, pero el gran carácter que tenían los dos hizo que protagonizaran momentos de gran tensión. Uno de ellos fue cuando el entrenador favoreció a Loroño en perjuicio del Águila de Toledo en 1957.
No es una sorpresa para los aficionados al ciclismo que siempre hubo también una gran rivalidad entre España y Francia. Llegaba a tales puntos que la organización del Tour en 1963 favoreció a Jaques Anquetil, que en aquella época era el favorito, para que ganara la competición en la que se celebraba su cincuenta aniversario. Se construyó una prueba diseñada para favorecer al ciclista francés por la forma que tenía de montar – que era mucho mejor en llano, mientras que Bahamontes era un competidor imbatible en montaña-. Sin embargo, después de ocho etapas en llano, el español le pisaba los talones al francés, pero estos, hacen trampa.

Según las normas de la competición está prohibido cambiar de bicicleta si esta no sufre ninguna avería. Aunque en realidad en la base de la Forclaz, acercan el coche a Antequil, y uno de los mecánicos finge inspeccionar una avería, pero en realidad lo que hace es cortar un cable con una tenacillas. Consiguen lo que querían, gritan “¡Avería!” Y cambian la bicicleta por una mucho más ligera, y por lo tanto, más adecuada para una subida. Aun así, pelean con uñas y dientes y Bahamontes corona con sólo 12 segundos sobre Anquetil. Ya arriba le vuelven a cambiar la bicicleta al francés porque la avería estaba resuelta y para una bajada y un sprint es mejor una bicicleta con mucho peso. Jaques Anquetil consigue ganar el 50 tour de Francia, pero se deja por el camino el honor de la competición. Y es que ya hemos dicho antes, que en el viaje del héroe existen pruebas, aliados y enemigos.
Antes de esta anécdota ya había destacado lo suficiente como para que los ojos del ciclismo internacional se posaran en él. En 1959 el Águila de Toledo gana el bronce en la Vuelta a Suiza y en el Tour de Francia se lleva tres de las cuatro categorías: general, montaña y combatividad; en la cuarta categoría, la clasificación por puntos, quedó en cuarto lugar.

Es recibido por sus vecinos y por toda España como un gran héroe, era el primer español en ganar este prestigioso premio. Se le nombró como Hijo Predilecto de Toledo, el 20 de septiembre de 1959. Bahamontes saludaba desde el balcón mientras que abajo, en la plaza del Ayuntamiento no cabía un alfiler. Aquel niño que recorría las calles de Toledo con una carretilla atada a su bicicleta, volvía a los mismos rincones, convertido en un mito que aún hoy es recordado en la ciudad.

Y entre sus grandes aliados está su mujer Fermina Aguilar Sánchez, se casaron antes de esta victoria, en 1956 en la Catedral de la ciudad que vio nacer su amor. Un amor que duraría 60 años hasta la muerte de esta en 2018, a la edad de 90 años. Fermina fue de las primeras mujeres de deportistas en darse a conocer, y es que cuando el amor es grande, es imposible de ocultar. Federico siempre le regalaba a su mujer el ramo de vencedor, ella siempre lo veía ganar o perder entre las gradas. Sus victorias se las dedicaba a ella, sobre todo la del 7 de julio.

Federico Martín Bahamontes, la representación del Viaje del Héroe del s. XX
Tour de Francia.

El anecdotario del Tour cuenta que Federico siempre se comunicaba con ella, incluso cuando era prácticamente imposible. Según indica ‘El Periódico’, el ciclista buscó desesperadamente un teléfono para poner una conferencia y hablar con ella. Le quería contar él mismo que había ganado la cronoscalada al Puy de Dôme de 1959. El abrazo que se dieron al ganar el Tour de Francia fue muy comentado por la prensa de la época.
Volviendo al viaje del héroe que nunca abandona Bahamontes, su entrada en la cueva más profunda podría considerarse la lesión que tuvo en el fémur en 1960, que le mantuvo algo apartado de la competición y de la bicicleta que se había convertido en una extensión de su cuerpo.

En 1962 vuela de nuevo con un cuarto puesto en la clasificación general y el primero de la montaña. Al año siguiente se queda a poco de repetir su gran victoria en el Tour, pero al final consigue una segunda posición de la clasificación general muy lograda y mantiene el podio a mejor escalador. Tras conseguir su sexto y último maillot en 1964, cuelga la bicicleta y deja la competición profesional.

El camino de regreso a casa lo emprende con una mochila llena. Tres veces subió al podio del Tour de Francia y una vez al podio de la Vuelta a España. Consiguió once victorias de etapa en Grandes Vueltas: siete en el Tour de Francia, tres en la Vuelta a España y una en el Giro de Italia; se hizo con el Campeonato de España de Ciclismo en Ruta en 1958. Además ganó el Gran Premio de la montaña dos veces en la Vuelta a España, una en el Giro de Italia y seis en el Tour de Francia, récord que compartió con el belga Lucien van Impe durante décadas hasta que en 2004 el francés Richard Virenque superó a ambos al ganar un séptimo.

Federico Martín Bahamontes, la representación del Viaje del Héroe del s. XX
El Águila de Toledo.

El Águila de Toledo, cuando deja la competición profesional, no se olvida de las bicicletas que habían sido su vida y lo fueron casi hasta el final de sus días. Se dedicó a la tienda de bicicletas que había abierto junto a su mujer y eterna compañera de aventuras en 1966. El matrimonio nunca tuvo hijos así que esta tienda o taller, fue su gran proyecto en común. Sin embargo, él tuvo unas gemelas fuera del matrimonio a las que reconoció y que su mujer acabó aceptando.

También promovió la creación de La Vuelta a Toledo, una carrera amateur que se celebró entre 1966 y 2016; y por supuesto tuvo su equipo profesional entre 1968 y 1974.
Pocos toledanos hay que no tengan una foto junto a Bahamontes, se le podía ver con facilidad en los bares y tiendas de la ciudad, siempre paraba con cualquiera que quisiera hablar con él e incluso acudía a las celebraciones a las que se le invitaba de forma particular. Estos mismos son los que le definen como un rebelde y un rompedor de estereotipos.

En 2013 el ciclista Federico Martín Bahamontes recibe del Rey Felipe VI el Premio Nacional Francisco Fernández Ochoa por su trayectoria deportiva durante el acto de entrega de los Premios Nacionales del Deporte de este año.

En 2018 se le dedica una escultura en su ciudad Natal colocada en una cuesta que ahora además de convertirse en punto de encuentro, está llena de flores en conmemoración de sus hazañas. El autor de la escultura es el valenciano Javier Molina. El día de su inauguración se dieron cita grandes figuras del ciclismo español como Miguel Induráin, Perico Delgado y Carlos Sastre.

El ciclista pasó sus últimos días en Valladolid junto a una de sus hijas. El 8 de agosto de 2023 el alcalde de Toledo se encargó de anunciar su fallecimiento y decretar dos días de luto en la ciudad. El féretro fue sacado a hombros por ocho ciclistas y seguido por otras decenas. Hasta la capilla ardiente se desplazaron grandes figuras deportivas como Miguel Induráin, o el vencedor del Tour de Francia en 2008, Carlos Sastre. También acudieron autoridades institucionales como el ministro de Cultura, Miquel Iceta o la presidenta de la Diputación de Toledo, Conchi Cedillo. Sobre el ataúd descansaban las banderas de España y de Toledo, además de la Gran Cruz al Mérito Deportivo que le fue concedida por el Consejo Superior de Deportes.

Ahora el Águila de Toledo descansa tras su largo camino para convertirse en el héroe español del s.XX, pero su rebeldía, y su carisma nunca serán olvidado.