
Álvaro de Frutos, nadador segoviano con discapacidad auditiva que aspira a sus terceros Juegos Olímpicos en 2021, reivindica un trato igualitario del deporte para sordos respeto al deporte normalizado. Entre ayudas municipales y de la federación, no alcanza los 1.00 euros anuales. “Hay cosas que se tienen que decir. Esto tiene que ir en función de resultados. Si Javi Guerra, por poner un ejemplo, viene con un octavo puesto en el Mundial es lo mismo que lo mío. Y no veo justo que a él le estén pagando 2.000 euros y a mi 500. Entiendo que haya menos nivel, pero el resultado es el mismo”. Y pone el ejemplo de países como Rusia, que dominan su deporte. “Si la medalla mundial allí está en 100.000 euros, verás si entreno. Con eso me compro un piso”.
Álvaro, de 27 años, mostró cualidades desde su primer cursillo de natación como bebé. “Era un niño normal, competía, me lo pasaba bien y ya está”. Empezó a tomárselo en serio en torno a 2010 y conseguía medallas en campeonatos de Castilla y León convencionales, principalmente en braza. En 2012 llamó la Federación Española de Deportes parta Sordos. Ha cursado sus estudios ordinarios con adaptaciones curriculares en el Claret, pero no le enseñaron la lengua de signos. “Con la selección española aprendo mucho, pero no soy capaz de hablarla. En Segovia apenas hay gente que signe y todo mi entorno es oyente”. En un año normal, compite en una docena de pruebas con atletas sin discapacidad y unas seis con ella.
Cuenta que su discapacidad parte de una negligencia en el parto que le produjo una asfixia, pero no le impide una vida normal con unos audífonos. Viene del nervio auditivo; no es degenerativa, pero tampoco puede corregirse. Con todo, es afortunado; lo normal en casos como el suyo es acabar sordomudo. Eso le dijeron a su madre cuando tenía siete años. “Los sonidos graves les oigo relativamente bien y los agudos no les oigo nada, cuando lo normal es tener el mismo porcentaje de pérdida”. La detección fue tardía y le operaron de vegetaciones al pensar que ese era el problema. “Mi madre insistía en que me pasaba algo. Me gustaba pegar castañazos a los cacharros de la cocina por el ruido. Empecé a hablar más tarde de lo normal…”
En la piscina, su punto débil es el equilibrio y necesita prestar atención a los virajes y, sobre todo, a la salida. En una competición convencional, su entrenador le pone la mano en el cuerpo para saber cuándo tiene que salir porque no oye el pitido. El primero, más largo, invita a los nadadores a subirse al trampolín. “Yo me subo el último e intuyo que ha sonado”. Luego llega el grito: “Preparados”. Suele ser un hombre –tono grave- así que lo escucha. En ese punto, hace mucho hincapié en no moverse en una superficie tan inestable como un trampolín. Y luego, el pitido corto, la hora de zambullirse. “Me ponen la mano en la espalda y cuando me la quitan, salgo. Es la velocidad de reacción más rápida, pero siempre partes con una cierta desventaja”. En las competiciones adaptadas hay semáforos. En el rojo; subida al trampolín, el ámbar es “preparados” y el verde, zambullida.
Álvaro prefería competir “como cualquier otra persona normal”, pero vio otra alternativa tras una charla sobre discapacidad en su colegio. Él bordeaba los mínimos de discapacidad para poder competir como sordo, pero los acreditó. Pasó de tener desventaja en un océano a ser un pez grande en un estanque. “Fue un shock. Estaba muy desmotivado, tuve un bajón en aquellos años cuando pasé a absoluto. Y esto me permitió volver a engancharme”. Ganó cinco pruebas en sus primeros Campeonatos de España y logró la mínima para los Juegos de 2013 de Sofía (Bulgaria). Volvió contento. A partir de ahí decidió darse “una oportunidad” y se marchó al centro de alto rendimiento vallisoletano Río Esgueva. “Fue un cambio porque yo había vivido siempre en una burbuja con mamá, papá y los hermanos”. Eran 16 horas semanales, más gimnasio y competiciones.
Estuvo desde 2013 a 2017 y llegaron los resultados. Compitió en el Europeo de 2014, logró marca personal en todas sus pruebas y participó en dos finales: fue cuarto y séptimo. En 2015 “andaba fino”, pero la federación no le llevó al Mundial, en EE UU, por motivos económicos. Coincidió al año siguiente con David Llorente, subcampeón del mundo de K-1 en piragüismo en 2019. “Vino a rehabilitar el hombro y estaba con nosotros en la residencia. Íbamos y veníamos en coche con mi prima, que trabajaba en Valladolid. Nos llevábamos bastante bien”. Álvaro estaba lesionado de los isquios –los tiene muy pequeños–y podía entrenar en agua, pero no hacer la patada de braza. Recayó en 2017, pero hizo la mínima para los Juegos de Samsun (Turquía). Bajó en tres segundos su marca del 100 braza y quedó noveno, a un puesto de la final, igual que en 200 braza tras pasar demasiado rápido en el primer 100. En 50 braza fue undécimo. El Europeo de Polonia y el Mundial de Sao Paulo completan su nutrido pasaporte. Allí compitió con el sudafricano Terence Parkin, subcampeón olímpico en 200 braza en Sidney 2000, gran hito para un sordo.
Entrenamientos en el pantano
Y, de repente, llegó la pandemia. “Lo he llevado muy mal. A mí el entrenar en seco, en gimnasio, me viene muy bien, pero no me gusta nada. En lugar de hacer el aeróbico en el agua, lo he hecho en la bici”. Tocaba preparar en el confinamiento un Mundial en piscina corta en Varsovia, previsto para noviembre y que no se suspendió hasta bien entrado el verano. Entrenó del 1 de mayo al 15 de junio en el pantano y sin neopreno. “Al primer día hacia 100 metros y me salía, pero luego cogí el hábito”.
El Mundial de 2021 está aplazado y los Juegos, que se disputarán en el sur de Brasil, se han trasladado a diciembre. Álvaro es optimista sobre su celebración. “Hay un año de margen y hay vacunas”. Tras cinco semifinales olímpicas entre el undécimo y el noveno puesto, buscará su primera final. “Por mis huevos tengo que hacerla”. Como no ha habido competición oficial por parte de la federación española, hubo una concentración de 12 días en Cádiz con nadadores, atletas, tenistas, ciclistas y jugadores de bádminton, previa PCR negativa. La Federación Española para Sordos es generalista.
Pese a las escasas ayudas, Álvaro agradece la ayuda del IMD con el pase gratis a la piscina. “Sin eso lo habría dejado. Eso me ayuda a poder gastarme algo más de dinero en las competiciones”. Él, que es monitor de escuelas deportivas en Valverde del Majano, tiene claro que estos serán sus últimos Juegos. “Me tendré que comprar una casa o un coche, no voy a estar viviendo con mis padres toda la vida. Si el día de mañana encuentro un trabajo que me permita hacer las dos cosas bien, seguiré; si no, tendré que dejarlo”.
22 récords de España

Álvaro de Frutos bajó en los campeonatos de España de Oviedo cinco récords de España, que ya poseía, con nuevas marcas personales. En piscina larga, bajó el registro nacional para nadadores sordos en 100 metros espalda con un tiempo de 1:12.31. En 100 mariposa hizo lo propio con un registro de 1:06.51. También ganó las pruebas de 50 y 100 braza.
Mientras, en piscina corta batió los registros de 200 braza, con 2:38.62, dos segundos menos que su anterior registro; de 1.500 metros (18:53.31, un minuto y 11 segundos por debajo del anterior récord) y de 100 espalda, con un tiempo final de 1:09.64. En uno de los parciales de esta prueba, en largos de 25 metros, bajó también el registro de 50 metros (32.95).
El segoviano ostenta actualmente 22 récords de España para su disciplina: 12 en piscina corta y 10 en piscina larga. El segoviano acabó la concentración de San Fernando (Cádiz) en un estado de forma “bastante bueno”. Desde 2018, ha perdido unos 16 kilos y está ahora en torno a los 70.