Undécima en la final olímpica del 1.500, pero la primera en el corazón de los segovianos, orgullosa de lo conseguido y con la sensación de haber roto unas cuantas barreras. Águeda Marqués cerró su participación en los Juegos Olímpicos de París 2024 mejorando su marca personal en la distancia, rozando la barrera de los cuatro minutos, y absolutamente vacía en lo físico pero llena en lo emocional. Sin duda, para ella serán unos Juegos difíciles de olvidar.
Cuando llegas a una final desafiando a una teoría que señalaba que no ibas a pasar de primera ronda, que ibas a caer en la repesca, o que ni de broma ibas a superar la semifinal, y además lo haces con la peor marca de todas las participantes, la presión te resbala porque sabes que todo lo que consigas es ganancia. Así que Águeda Marqués, exultante en la presentación de las atletas, y muy concentrada después, se dispuso a correr su primera final olímpica del 1.500 siendo la única atleta que había disputado todas las carreras de la distancia desde que el martes comenzaran a disputarse las primeras rondas.
“Aquí se corre mucho”, había dicho la segoviana al finalizar la primera carrera. Pero cuando se corrió mucho de verdad fue en la final, cuando apenas dado el pistoletazo de salida la etíope Gudaf Tsegay impuso un ritmo suicida, con un primer paso por el 400 por debajo del minuto. Una salida que sorprendió a alguna de las favoritas como la británica Laura Muir, a la que Águeda tenía previsto seguir hasta que las fuerzas le acompañaran.
EL GUIÑO DEL DESTINO
Mediada la prueba el ritmo descendió lo justo para que las atletas comenzaran a respirar, pero sin que pudieran recuperar ni un gramo de las fuerzas gastadas en el primer 400. Laura Muir comenzó a remontar y a recuperar posiciones, con Águeda a un par de metros acercándose también a la cola de un grupo de favoritas que afilaban los cuchillos para afrontar una última vuelta al estadio que prometía emociones fuertes.
La recordwoman mundial y principal favorita, Faith Kipyegon, arrancó con fuerza y adquirió unos metros de ventaja que pusieron al resto de competidoras presionadas en busca de la plata. La keniata batió el récord olímpico con un tiempo de 3:51.29, con la australiana Jessica Hull en la segunda plaza, y la británica Georgia Bell en la tercera.
Mientras tanto, Águeda libraba otra guerra, la de olvidar su dolor de piernas y alcanzar a la polaca Klaudia Kazimierska, a la que logró superar para ser rebasada por ella en la recta final. Pero el destino reservaba un último guiño a la segoviana, que superó a una desfondadísima Tsegay para terminar la carrera en la undécima posición, con un crono de 4:00.31, rebajando de nuevo su marca personal, en su cuarto 1.500 en cinco días que era además la final olímpica. Lógico que al final de la carrera le dolieran hasta las pestañas, como confirmó en la entrevista a Televisión Española al finalizar la carrera, pero orgullosa de lo conseguido. Que es muchísimo.
“ME DUELEN HASTA LAS PESTAÑAS”
“Cuando te metes en una final piensas que ya que estás, por qué no vas a por el puesto de finalista. Pero no ha podido ser y pese a ello estoy contentísima”. Así se expresó Águeda Marqués ante los micrófonos de la Cadena Cope, poniendo en evidencia el hecho de que “parecía que iba mal porque el resto ha corrido muchísimo, pero he vuelto a bajar mi marca personal” y en una final olímpica, aunque le quedaba por dentro la ‘espinita’ de no haber podido bajar de los cuatro minutos.
Poco antes, en la zona mixta había hecho gala de su habitual naturalidad para afirmar que “me duelen hasta las pestañas” después de haber corrido cuatro carreras en seis días, y reconociendo que la noche anterior a la carrera “pensaba en cómo iba a poder correr la final con lo que me dolían las piernas”. Pero volvió a correr a todo lo que le dieron las piernas y el corazón “y ahora sí que ya no puedo más, lo he dado todo”.
La atleta del barrio de San Marcos se lleva la mejor experiencia posible de los Juegos Olímpicos, “que para mí son inolvidables”. Con su trabajo en la pista se ha metido en la élite mundial del 1.500, y con su naturalidad ante los micrófonos se ha ganado el corazón de los aficionados españoles.