
Hace tiempo que pudo darle las gracias. Tuvo que realizar una ardua labor de investigación para encontrarlo. El que fuera su profesor en el instituto, le inyectó la pasión por la literatura: le encargaba hacer relatos. En ese momento, Víctor del Pozo tenía 16 años. Desde entonces, ha escrito cerca de cien piezas: “Los primeros eran muy malos, los segundos malos y los siguientes mejores”, afirma. Es el claro ejemplo de que las letras y las ciencias, pueden convivir. Estudió ingeniería informática. Y acaba de publicar su segunda novela, ‘El crimen de Canterac’. De ahí que se considere un ingeniero de letras.
Le resultaría complicado saber desde cuándo escribe: ha encontrado cuentos y relatos que hizo cuando era un adolescente. Esos fueron su escuela. Con el tiempo, ha pulido su técnica. Sabe cuál es el secreto para lograrlo: escribir, practicar y leer “mucho”. Pero también viajar y “tener cierto nivel cultural”.
Para Del Pozo, la escritura es un alter ego. Le ayuda a relajarse. “Es un hobby”, argumenta. No una profesión: es maestro de informática. En la docencia, no tiene vinculación con las letras. Pese a ello, le fascina la historia, la filosofía, la literatura y el cine. También es un apasionado de la tecnología. Es tal su pasión, que lo primero que piensa cuando ve un aparato es: “¿cómo funcionará?”.
Aprovecha la inspiración de las noches para dejar volar su imaginación. Cuando lo hace, se evade por completo. Abandona el salón de su casa y se coloca “de golpe” en el lugar que describe. “Es como si presenciara la escena que estoy narrando”, explica.
La Casa de la Lectura acogerá este sábado la presentación de su último libro. Aunque también hablará del primero, ‘El sillón del diablo’ (2016), basado en una leyenda del siglo XVI. En ambos parte de una leyenda real. ¿Su objetivo? Que la gente las conozca. Le gusta ser “embajador” de su tierra: Valladolid. Y mezclar dos relatos “que se acaban entretejiendo”. Escribe más rápido de lo que se publica: tiene pendientes algunas obras.
Nunca antes había escrito novelas: tan solo relatos. En sus comienzos, “no tenía un estilo formado”. De su puño y letra emergían historias de ciencia ficción, románticas o de terror. Hace tiempo que cambió. Quiere que, cuando sus lectores vean su firma, sepan qué van a encontrar en el interior del libro. De lo contrario, “se decepcionarán”. Él intenta evitarlo. Decidió “encasillarse”: optó por el género de novela negra.