
Esta semana se cumplían 95 años de un hecho insólito en las calles de Madrid. El 26 de enero de 1928 un toro y una vaca del ganadero Luis Bermúdez se escaparon durante las labores de traslado al matadero y sembraron el pánico por el centro de la ciudad. El suceso tuvo lugar por la mañana cuando los astados eran conducidos por la carretera de Extremadura. Según recoge la periodista Mónica Arrizabalaga en el diario ABC, “aunque el vaquero intentó por todos los medios detener a las reses, no logró impedir este improvisado encierro, que cogió a tantos desprevenidos” y que se desarrolló desde el puente de Segovia hasta la Gran Vía.

Al parecer, los ejemplares de Bermúdez cruzaron toda la cuesta de San Vicente y llegaron a la Plaza de España, donde algunos ciudadanos trataron de impedir que embistiera contra la gente e incluso alguno trató de darlos lidia. Lo cierto es que la mayoría salía corriendo, con la intención de resguardarse o buscar algún lugar que evitara el peligro. A medida que los animales fueron avanzando, mayor era el riesgo y la exposición hasta que, por Conde de Toreno y después en la calle Leganitos, el toro “hirió gravemente” a una mujer de 63 años, Juana López, que fue “volteada varias veces”. A este percance le siguieron otro, en el intento por apartar a esta señora de las astas de la res; resultando herido con un puntazo el ordenanza de la Comisaría del Hospicio Anastasio Martín y otro transeúnte de 67 años, Andrés Domínguez, con “pronóstico reservado”.

Tres cogidas que no terminaron ahí, pues el recorrido se prolongó durante tres horas por las calles de Madrid, entrando en el Mercado de San Ildefonso. “Las numerosas compradoras corrían en todas direcciones y se guarecían detrás de los puestos”, recogió el ABC. El toro continúo por la calle de la Corredera y después tomó parte en la Gran Vía ante el miedo de la muchedumbre. “Los guardias urbanos no conseguían mantener el orden y uno de ellos resultó herido”. El inédito suceso pegó un giro al encontrarse paseando por Gran Vía, a la altura del número 13, el torero vasco Diego Mazquiarán ‘Fortuna’ (Sestao, 1895-Lima, 1940), conocido entre otras virtudes por dominar la suerte del volapié, que en esos momentos acompañaba a su esposa a casa de sus suegros.

Ante la situación, el diestro de Vizcaya se quitó el abrigo para usarlo a modo de capote y pidió los trastos para hacerse con el animal. “¡Traedme un estoque!”, gritó. Lo más rápido que se puedo, le hicieron llegar un sable desde el Casino Militar, pero Fortuna lo rechazó por impropio. Con orgullo manifestó que era torero y “no matarife”. Por ello, encargó a un mozo a que fuera a su casa, en la calle de Valverde, a recoger su espada. El joven se desplazó en automóvil, mientras Fortuna dio unos lances con el abrigo para dominar el bravo comportamiento del animal. Logró calmar al ejemplar de Bermúdez y tanto los viandantes como la gente que se asomaba por ventanas y balcones se volcaron con el torero. El público comenzó a ovacionar y jalear al diestro, poniendo Gran Vía como si fuera una plaza de toros.

Pasaron alrededor de 15 minutos y apareció el joven con el estoque. Tras colocar al astado con “unos pases de aliño” con el abrigo, después “enfiló y entró a matar” de “media estocada y dos descabellos”. Fortuna se convirtió en un ídolo para los que vivieron aquella gesta y el agradecimiento y el cariño de los madrileños fue tal que lo llevaron en hombros hasta un Café de la calle Alcalá, mientras que la gente sacaba pañuelos blancos desde los balcones. Asimismo, los testigos pidieron firmas para que le concedieran la Cruz de Beneficencia. Al día siguiente, la edición del ABC tituló el suceso: ‘El diestro Fortuna lidia y mata un toro en la Gran Vía’. Tres años después, formó parte del cartel inaugural de la Plaza de Las Ventas de Madrid (17 de junio de 1931).

EL ALTERCADO DE SEGOVIA: VARIOS HERIDOS
El altercado del toro por la Gran Vía ha pasado a la historia, pero no es el único. La ciudad de Segovia vivió uno similar mucho antes. Fue en julio de 1899. Según relata Juan Durán, una vaca brava se escapó durante el traslado al matadero y emprendió camino por las calles de Segovia, con importantes consecuencias: “Acercándose a un puesto de venta de huevos, destroza el tenderete y hiere al vendedor y a una mujer que estaba cerca y al niño que llevaba en los brazos. La vaca arremete contra otro puesto de venta de objetos de vidrio y su aterrado dueño. Después, continúa una carrera de embestidas contra otros transeúntes hiriendo a algunas personas de distinta consideración”.
El miedo se instaló en las calles segovianos hasta que apareció el torero Valentín Conde (Quintanilla del Olmo, Zamora, 1871 – Villa del Prado, Madrid, 1899), quien se encontraba viviendo en la ciudad y quien corrió a su casa para coger un estoque. Volvió al sitio donde estaba el animal y tomó su camisa como si fuera una muleta para perfilar la suerte de matar, la cual ejecutó “al primer intento, salvando a las calles segovianas de más destrozos y heridos”. Fue uno de los gestos más recordados de Conde, justo unas semanas antes de morir, pues perdió la vida el 9 de septiembre de ese año toreando en la localidad madrileña de Villa del Prado. “Al dar un lance de capa, el torero fue cogido, clavándose el asta seriamente en el cuello. Conde fue recogido de inmediato y metido en la casa más cercana al punto de la cogida, la vivienda de Eusebio Durán Barreras, donde fue metido en una habitación del fondo de la casa, aunque nada se puedo hacer por él, falleciendo a los pocos minutos”, cuenta Durán.
OTRAS INTERVENCIONES
Por otro lado, tal y como recopilan Marcos García, Juan Cristóbal y Ángel Berlanga en un reportaje publicado en el semanario taurino ‘Aplausos’, con el titular ‘¡Toro a la fuga’, otros casos de astados escapados como los atribuidos a “José Delgado ‘Pepe-Illo’, quien, según su banderillero Manuel Herrero ‘Ojo gordo’, estoqueó un toro en la calle Lombardo de Sevilla; José Redondo ‘El Chiclanero’ hizo lo propio en una calleja de Santander, Curro Guillén en Sevilla o Cúchares en Almendralejo (Badajoz)”.
UN ESPERPÉNTICO MONTAJE QUE TERMINÓ EN PRISIÓN

Más esperpéntico fue el incidente que tuvo lugar en la tarde del 9 de marzo de 1973 en Madrid. Un novillo se escapó del camión cuando era transportado al coso de Vistalegre, en el barrio de Carabanchel, y el veterano diestro madrileño Luis Segura (1938-1975), olvidado por las empresas, acabó con el astado. Según cuentan, el torero llegó a ser volteado, siendo trasladado en un taxi para recibir asistencia médica. Sin embargo, tras las correspondientes investigaciones policiales por las sospechas que pronto levantó el caso, se confirmó que todo fue un montaje por parte de Segura y su hermano -Everildo-, junto con la ayuda del fotógrafo Jacinto Hernández y el conductor del camión, para llamar la atención y conseguir algún contrato en alguna feria.
Tanto el transportista como el fotógrafo fueron detenidos en un principio; ya que los dos hermanos estuvieron unos días en paradero desconocido hasta que Luis Segura acabó siendo encarcelado en la prisión de Carabanchel, de donde salió poco tiempo después. Volvió a torear, pero tuvo un trágico final. En febrero de 1975 mientras actuaba en un festival en Valdemorillo (Madrid) sufrió un infarto de miocardio y murió poco después en dependencias de los servicios sanitarios de la plaza.