Separación sin odio

Raúl Rodríguez presentó su último libro, “La casa en la que juegan los niños”, con el que pretende ayudar a las parejas que afrontan una ruptura matrimonial

g.h. / segovia

Cuando estudiaba Filosofía, Raúl Rodríguez (Villeza —León—, 1959) se llevó un gran desengaño. La mayoría de los pensadores escribía sobre asuntos trascendentales, pero ajenos a su vida. “Lo autobiográfico es lo auténtico; me fío del que habla de sí mismo”, dice ahora este escritor y director de cine afincado en Segovia.

Ayer presentó su último libro, “La casa en la que juegan los niños” (editorial Lluviacaballo) en la que el cuenta, en primera persona, la experiencia de su separación matrimonial.

En la misma línea de su anterior obra, “Hermana Muerte”, en la que narraba la enfermedad y muerte de su madre, Rodríguez ha querido que su trabajo sea de nuevo un instrumento de ayuda para los que se encuentran en el “difícil trance”, en este caso el de una separación, que a su juicio es “el mayor desgarro afectivo de un ser humano, incluso superior al de una muerte”.

Las estadísticas indican que en 2008 y en 2009 el número de separaciones en España ha sido muy similar, en torno a las 150.000. Ese hecho revela que alrededor de un millón de personas (entre cónyuges, hijos y padres del matrimonio) se ven afectados cada año por una situación traumática de este tipo. “Es un drama social, seguramente el más grave padecido en España en los últimos 30 ó 40 años”, defiende Rodríguez.

A pesar de la importancia del asunto, apenas hay literatura al respecto, y la escasa existente tiene firma de mujer. En ese sentido, Rodríguez ha querido abrir camino, consciente del peligro del paso que daba.

“El libro nació con la idea de compartir mi experiencia”, afirma. En sus líneas no se atisba odio hacia su ya ex mujer. “Debe prevalecer la paz sobre todas las cosas”, agrega, defendiendo que, tras la ruptura, la relación entre los dos miembros de la pareja “debería ser buena, porque los hijos así lo demandan”. Lo dice con el convencimiento de que “la misión más importante que tiene un ser humano es la de cuidar de sus hijos”, frase con la que concluye el libro.

En “La casa en la que juegan los niños”, escrita en forma de dietario, Rodríguez aconseja dejar en un segundo lugar lo material —las típicas discusiones sobre quien se queda con un inmueble o un vehículo—, para centrarse en “lo espiritual”. “Hay que agradecer al otro todo lo compartido durante el matrimonio, y la presencia de los hijos”, subraya. No obstante, reconoce que, en la mayoría de los procesos de separación, “los hogares se convierten en un campo de batalla”. Y ahí, el hombre suele tener mayores dificultades para superar el trauma. Por el contrario, la mujer se adapta mejor al cambio.

En cualquier caso, Rodríguez deja en el libro su deseo, el de que prevalezca la concordia entre los ya ex cónyuges.