
Las comparaciones son odiosas, y en el mundo del vino mucho más, porque narices y paladares hay tantas como comensales se sientan a una mesa; para “gustos, los colores”, dice el sabio refrán. Así que arrancando desde esta premisa, vayamos por partes, que diría Jack el Destripador. Cinco vinos y cinco platos llegaron con acierto, salvo una excepción, a la mesa del Restaurante La Postal, de Zamarramala (me encanta este nombre porque tiene cinco “as”, tantas ases como ancestrales costumbre atesora este barrio agregado, cuyas vistas de la ciudad son una de las postales preferidas por los segovianos). Los vinos los aportaron las familias García Serrano (Nava de la Asunción) y Martínez Bujanda (Montecillo-El Pedernoso), de Segovia, La Rioja-La Mancha, respectivamente, mientras que las propuestas culinarias corrieron a cargo del chef del restaurante La Postal, Jesús Mollinedo.
Ya tenemos todos los ingredientes, así que vamos al lío. Decíamos que la armonía entre vinos y platos casi rozó la perfección, a no ser por ese iniciático carpacho de pulpo con tomate verde y notas de queso ligero, acompañado de forma tardía por una berenjena en tempera con miel de caña y sésamo, que fue devorado sin contemplaciones por un Caruja Nº2, un coupage de dos uvas blancas y dos tintas (garnacha, tempranillo, verdejo y palomino), que lejos de armonizar con el plato lo anularon de principio a fin. Un vino este un tanto raro, con escasa nariz aromática, no así en boca, que recoge en su blend a la dama de las uvas (garnacha), de difícil localización en tierras segovianas. Tal vez le hubiera ido mejor el Caruja Nº 1, un clarete fermentado en barrica.
Todo lo demás fue pura seda. El espectacular verdejo, fermentado en barrica, Diez mil y pico, se portó como todo un campeón ante una vieira a la plancha con parmentier de patata, violeta y aire del propio vino, con un emplatado muy jacobeo que nos recordó al Camino de Santiago. Por cierto, Zamarramala forma parte de la ruta santiaguina, ya que acoge el albergue del peregrino “Fuente del pájaro”. Hasta aquí los vinos segovianos. La familia García Serrano superó la prueba, con sobresaliente en su propuesta del verdejo criado con sus lías.
Llegó el turno de la familia riojana Martínez Bujanda, que regenta tres bodegas en La Rioja (Valpiedra, Bujanda y Cosecheros Criadores), La Mancha (Finca Antigua) y Rueda (Finca Montepedroso). En esta ocasión, su distribuidor en Segovia, Bernardo de La Mata, propuso tres vinos totalmente diferentes: El Petit Verdot elaborado en Finca Antigua, en El Pedernoso (Cuenca), el reserva Finca Valpiedra (Rioja) y un vino naturalmente dulce igualmente manchego, elaborado bajo la fórmula del asoleado natural en paseras, técnica consistente en pasificar la uva para deshidratarla y obtener así el máximo de aromas, volumen y equilibrio. Me extiendo con esta referencia, de moscatel morisco, porque en mi opinión fue, junto al verdejo segoviano, lo mejor de la noche.
Los maridajes con los Martínez Bujanda fueron acertados y casaron bien con las propuestas gastronómicas del chef Mollinedo. Me gustó mucho la interpretación de las patatas con níscalos, que subió al altar culinario de la mano de la Petit Verdot, pero aún más acertada fue la unión del rabo de toro a la Valpiedra con texturas de castañas y tierra de campo, acompañado por el reserva riojano Finca Valpiedra, para finalizar con el citado moscatel morisco, que a trancas y barrancas armonizó con el postre de versiones de limón con chantillí de vainilla (el cítrico tenía mucho poderío).
Una agradable velada gastronómica comentada por el presidente de la Unión de Asociaciones de Sumilleres de España, Pablo Martín, encargado de lidiar con el complejo Carujana Nº2, pero solventado con la sabiduría acreditada de uno de los grandes de la sumillería nacional, que compartió prescripciones con el sumiller del parador de turismo, Antonio Calvillo, que junto al citado Bernardo de la Mata fueron los encargados de transmitir a los presentes la pasión por la Cultura del Vino.
Y como no podía ser de otra forma, el broche a tan bonita noche de vino y rosas llegó de la mano de Wine Notes, un dúo formado por la versátil Henar López, voz agradable donde las haya, acompañada a la guitarra por su inseparable Gele Rodrigo. ¡Ah, bravo por el joven servicio de sala de La Postal!