Una gran tarta de pego anunciaba desde la zona delantera de la carroza de La Tajada de San Andrés que esta iniciativa cumple 40 años. / Kamarero

El día grande de las de Segovia, el de San Pedro, ha amanecido muy caluroso y para las once de la mañana, cuando la Escuela de Dulzaina empezó su recorrido de dianas y pasacalles por el centro de la ciudad, las calles estaban todavía poco concurridas, a excepción de los madrugadores grupos de turistas orientales y los de despedidas de soltera (difícil saber si se iban en ese momento a la cama o empezaban la jornada).

Cuenta Miguel Ángel Nogales, presidente de la asociación cultural que sostiene esta Escuela de Dulzaina —subvencionada por el Ayuntamiento y la Diputación— que salir a tocar el día de San Pedro es una oportunidad para que alumnos y profesores toquen ante sus paisanos, la penúltima del fin de curso porque la última será el día 13, durante la Noche de Luna Llena, y luego descansarán hasta que comience el periodo de matrícula en septiembre.

No pudieron estar los 40 alumnos, de todas las edades y que incluyen a personas de capacidades diferentes, pero sí una buena representación, ataviados la mayoría con la camiseta alusiva al homenaje que este año han ofrecido a uno de sus fundadores, Mariano San Romualdo Agejas ‘Manín'.

Se trata de una heterogénea formación de música tradicional, porque sus componentes tienen niveles diferentes, pero anima muy bien a la fiesta al son de la dulzaina y el tamboril.

Al mediodía tomó el relevo La Tajada de San Andrés, formación festiva nacida hace cuarenta años en el barrio del mismo nombre. La carroza desde la que repartieron 130 kilos de chorizo, quince quesos, cinco centros de jamón, dos jamones enteros, abundante pan para acompañar la ‘tajada' y en torno a cien litros de limonada estaba precedida por una gran tarta de pega alusiva al redondo aniversario.

Mientras cortaba el jamón con gran destreza, Javier Román explicaba que la filosofía de este colectivo sigue siendo la misma que cuando surgió hace cuatro décadas: sacar a la gente a la calle para que celebre el día de San Pedro, “que se note la fiesta”.

Hubo algún momento para la nostalgia, con buenos recuerdos de quienes ya no están, de los que empezaron con esta carroza gastronómica tan bien recibida por propios y extraños desde su salida de la plaza de la Merced y durante todo el recorrido por Plaza Mayor, Calle Real, Azoguejo, plaza de la Artillería y regreso a la Plaza Mayor por San Juan.

Román comenta que muchos de los componentes de la Tajada de San Andrés ya no residen en este barrio del recinto amurallado que corre peligro de convertirse en un escaparate para turistas pero continúan vinculados a él y han sumado salvia nueva que disfruta haciendo felices a cuantos se topan con esta carroza que, además, lleva el excelente y divertido acompañamiento musical de la charanga Chicuelina.

A esas horas del mediodía la limonada de la Tajada de San Andrés era recibida como el maná de la Biblia o, mejor, como el vino de las bodas de Caná que Jesucristo tuvo a bien multiplicar para sosiego de los sedientos invitados. Beber, además de un gran placer, es más que recomendable cuando el termómetro indica temperaturas por encima de los 30 grados. Quien más o quien menos se buscó la vida para aliviarse del calor sofocante hidratándose con bebidas, especialmente cerveza y agua, dando ritmo al abanico, optando por el aire acondicionado del interior de los bares o la codiciada sombra de las acacias de la elipse de la plaza.

Gigantones

Un soportal o un trozo de sombra eran una bendición o si no que le pregunten a Ivo, que por segundo año consecutivo ha sido uno de los porteadores de Fuencisla, la alcaldesa gigantona que pesa la friolera de 80 kilos.

Tienen que turnarse entre cuatro para portarla todo el recorrido que la tradicional comparsa de gigantes y cabezudos realiza desde las 12.30 horas hasta casi las 15 horas, acompañada por sus inseparables Silverios a la dulzaina y el tamboril. El alcalde gigantón, Frutos, tiene un peso similar pero las otras figuras, más pequeñas y de vestiduras más ligeras, solo llegan a los 30 kilos.

Desde el quiosco de la Plaza Mayor, la Banda de la Unión Musical ofreció un atractivo concierto, aunque los componentes sudaron la gota gorda, literalmente, como también su público fiel repartido en las sillas estratégicamente situadas a la sombra.

El director de esta formación musical, Francisco Cabanillas, antes de la interpretación del Himno a Segovia cedió momentáneamente la batuta a Fernando Ortiz, del grupo folk Nuevo Mester de Juglaría que dirigió a la banda mientras esta interpretaba la popular canción de Carnaval con el estribillo de “Es la chica segoviana / la mujer que yo más quiero / son sus ojos más bonitos / que la lunita de enero. / Ay segoviana cuánto te quiero / Ay segoviana por ti me muero”. Fue un aperitivo del concierto que el grupo tenía previsto ofrecer por la noche en el Azoguejo, dentro de la gira de su 50º aniversario.

“Es un cumpleaños largo pero estamos encantados y agradecidos del enorme cariño que nos está dando la gente”, ha comentado Ortiz, quien habla por todos cuando afirma que se sienten muy orgullosos de que de los doce componentes que han pasado por el grupo, y que ayer tuvieron su protagonismo en el concierto, cinco han permanecido juntos manteniéndolo vivo durante todo este último medio siglo.

El día grande de las Ferias y Fiestas de Segovia se ha caracerizado de nuevo por la tradición, con los gigantes y cabezudos que atraen tanto a grandes como a pequeños y los fuegos artificiales que en esta ocasión han estado a cargo de Pirotecnia Ricardo Caballer.