
El Carnaval no es una simple fiesta para ellos. El significado de esta celebración va mucho más allá. En su caso, supone participar en la comunidad y fomentar la inclusión y normalización del colectivo de las personas con discapacidad intelectual. Y es que, cuando la tradicional comparsa Apadefim desfila y baila por las calles de la ciudad, sienten que “lo han conseguido”. Es este el mensaje que ayer trasladaron los integrantes de la agrupación y representantes de la asociación (Andrea, Álvaro, Ester, Verónica y Norma) a los cientos de personas que abarrotaron la Plaza Mayor y que escucharon con atención el emotivo pregón que este año corrió a su cargo.
La pandemia castigó el pasado año a Don Carnal y, por razones sanitarias, esta expresión popular de alegría y catarsis desapareció de Segovia. Pero el espíritu libre y transgresor que caracteriza al Carnaval resiste y así lo demostró ayer la ciudad, en la que cientos de segovianos y turistas se unieron en la Plaza Mayor, en un ambiente en el que dejaron claro que ahora es más necesario que nunca que el humor recupere su espacio.
Pero lo cierto es que esta festividad no es solo ocio y diversión, sino que tiene innumerables beneficios, dado que favorece las relaciones sociales y “aumenta la autoestima”, de acuerdo con la comparsa Apadefim, una de las más veteranas y solidarias del Carnaval segoviano, que este año no pudo unirse al resto de agrupaciones como consecuencia de la pandemia, pero cuya presencia simbólica fue solicitada por las comparsas. Es esta otra de las vías que encuentra el colectivo para su plena inclusión en la comunidad, tal y como destacaron los pregoneros.
Ni siquiera una mujer que se colocó ante el escenario durante la intervención de Apadefim, y que sostenía dos carteles en los que podía leerse ‘No al bullying’ y ‘No al acoso comunista’, fue capaz de robar el protagonismo a quienes ya desean que llegue el Carnaval de 2023 para, esta vez sí, poder volver a disfrutar junto al resto de comparsas: ‘Semaforitos’, ‘Vacceos’, ‘Semifusa’ y ‘El club de los viernes’.
Reencuentro con el humor
La lluvia dio un respiro y un sol radiante se instauró en el cielo. Tras dos años en blanco a causa de un virus que tanto sufrimiento ha causado (y aún hoy causa), Segovia se reencontró con el humor y la magia. Así, las mascarillas dejaron paso a las máscaras, que ni siquiera fueron capaces de ocultar las sonrisas.
Plumas, antifaces, sombreros, máscaras… Trajes con muchas horas de elaboración detrás, hechos en el último momento o improvisados. Niños, jóvenes, adultos e incluso mayores. Junto a las comparsas, consideradas el alma del Carnaval, fueron muchos los que ayer, a título personal, recorrieron las calles de la ciudad para tratar de contagiar al resto sus ganas de fiesta en un contexto en el que reinó el alborozo.
La charanga ‘Chicuelina’ y el grupo de dulzainas y tambores ‘Aljibes’ se encargaron de poner el toque musical en la Plaza Mayor, donde se concentraron las cuatro comparsas, aunque algunas de estas discurrieron por la calle Real con su propia música que irradiaba un altavoz con un claro objetivo; invitaban a bailar a quienes en ese momento se convirtieron en sus espectadores.
Tras arrancar este sábado con el desfile inaugural de comparsas, el programa del Carnaval continuó ayer, en un día que estuvo dedicado a los niños. Con apenas 6 años, Matías y la pequeña Amelia, de ‘El club de los viernes’, fueron designados por el jurado, compuesto por un representante de cada comparsa, el Príncipe y la Princesa del Carnaval. Fue la “ilusión” de hacerse con este “premio” la respuesta más repetida por los niños y niñas que subieron al escenario y que tenían el papel de representar a sus agrupaciones, lo que les valió un caluroso aplauso del público.
Un buen carnavalero
Cuando aún ni siquiera ha llegado a su fin, ya se pregunta en qué fecha se celebrará el próximo año. Al tiempo que participa en el desfile, decide su atuendo del año siguiente. No dice “me gusta el Carnaval”, dice “Carnaval te quiero”. Se hace un disfraz con “cualquier cosa”. No piensa cual será el disfraz perfecto, discurre de qué forma se va a disfrazar. Cena potaje en la Plaza Mayor, y lo hace despacito, “no vaya a ser que se añusgue”. No dice “quedamos en San Millán”, sino “nos juntamos donde comienza el desfile”. Se come unos buenos torreznos antes de desfilar. No dice “qué buen disfraz”, sino “pero bueno majo, qué bien vas”.
La lista es interminable. Pero son estas las que se pueden considerar las claves para reconocer a un buen carnavalero segoviano y los pregoneros se encargaron de enumerarlas. Sea cuales sean, ayer Segovia volvió a confirmar por qué esta festividad es ya una de sus señas de identidad.