El Ministerio de Cultura y Deporte ha adjudicado esta semana los trabajos de conservación y restauración del Retablo Mayor y los Cenotafios (monumentos funerarios) de los marqueses de Villena Juan Pacheco y María de Portocarrero en la iglesia del Monasterio de Santa María del Parral de Segovia. Entre las cinco ofertas presentadas en el procedimiento abierto para la contratación de esta intervención en el patrimonio cultural religioso de la ciudad la más ventajosa ha sido la de la UTE (unión temporal de empresas) Tracer-CS, con un coste de 812.178,34 euros (IVA incluido), que abarata en más de 200.000 euros el presupuesto de licitación, que superaba el millón de euros.
La adjudicación se llevó a cabo el pasado día 19 y, tras su publicación al día siguiente en la Plataforma de Contratación del Sector Público, queda pendiente la formalización del contrato que, según la normativa debe realizarse en principio en un plazo no superior a quince días. Una vez que se inicien los trabajos, el plazo de ejecución es de 20 meses. El proyecto de Presupuesto General del Estado para 2023 prevé una partida de 607.600 euros para el año que viene.
Con esta adjudicación se pone fin a un procedimiento que se ha alargado varios años, ya que el Ministerio ha tenido que abrirlo en dos ocasiones después de que el iniciado en octubre de 2019 quedase suspendido tras la presentación de un recurso por la Asociación de Conservadores y Restauradores de España (ACRE).
El Tribunal Administrativo Central de Recursos Contractuales resolvió ese recurso en febrero de 2020, estimando parcialmente las alegaciones de la asociación y ordenó la retroacción del procedimiento al momento anterior a la aprobación del pliego. Sin embargo, el Ministerio publicó en el BOE en febrero de 2021 una resolución por la que desistía de continuar con ese procedimiento e inició uno nuevo aunque el anuncio no se publicó hasta el pasado mayo.
La empresa adjudicataria, Tracer, con sede en Madrid y oficinas en Granada y Palma de Mallorca, es una pyme y se fundó en 1994. Desde entonces ha trabajado en la Alhambra de Granada, Sinagoga del Tránsito de Toledo (Museo Sefardí), en el submarino de Isaac Peral del Museo Naval de Cartagena, en elementos y murales de las catedrales de Plasencia (Cáceres), Albarracín (Teruel), Toledo, Cuenca, Palma de Mallorca, Astorga (León) y Valladolid y en la Basílica del Pilar de Zaragoza, entre otros monumentos.
El nuevo contrato se enmarca dentro del Plan Director del Monasterio de Santa María del Parral y, a su vez, en el Plan Nacional de Abadías, Monasterios y Conventos del Ministerio de Cultura. El primero tiene casi una década y hasta ahora solo se ha ejecutado la parte correspondiente a la restauración de las cubiertas que alcanzó un coste de 1,8 millones de euros y concluyó en 2019.
El retablo mayor del Parral está considerado como “el mejor exponente del Renacimiento en la provincia de Segovia”, según Berriochoa, arquitecto experto en patrimonio cultural. Este elemento monumental, que tiene más de 25 metros de altura y 6,75 metros de ancho, y los cenotafios o sepulcros escultóricos del primer marqués de Villena, Juan Pacheco, y de su mujer, María de Portocarrero, se hicieron a partir de 1528, según figura en el contrato, y las armas que aparecen en los dos últimos son del segundo marqués, Diego Pacheco.
En ese contrato figuran como autores Juan Rodríguez, Jerónimo Pellicer, Blas Hernández y el pintor Francisco González.
El retablo, en madera dorada y policromada, se asienta sobre una bancada de piedra y tiene cuatro cuerpos en altura, ático y remate.
En el primer nivel, a ambos lados del lugar donde se encontraba el sagrario, se disponen dos historias de la Pasión de Cristo: la Última Cena y el Lavatorio de pies, mientras los laterales acogen parejas de evangelistas.
Las calles laterales del primer piso cobijan relieves de la Natividad de María y la Visitación, mientras en el centro se dispone la Virgen entronizada (Nuestra Señora de la Paz) con el Niño, cobijada por un esbelto dosel de tracería calada que irrumpe en el tercer nivel.
Los relieves de este corresponden a la Anunciación y al Abrazo ante la Puerta Dorada, mientras el siguiente acoge la Circuncisión, la Pentecostés y la Asunción, talladas a una escala mayor.
El ático aloja la historia de la Crucifixión con la figura de un Crucificado en el centro y la Dolorosa y San Juan a los lados, mientras unos ángeles recogen la sangre de Cristo en unos cálices.
Remata el retablo un tímpano semicircular donde aparece el torso de Dios Padre bendiciendo.
En cuanto a los cenotafios o sepulcros de los marqueses de Villena, patronos del monasterio, realizados en 1528 por Juan Rodríguez y Lucas Giraldo por encargo de Diego Pacheco, supusieron un antes y un después en el arte renacentista, ya que expertos como Berriochoa consideran que este espacio funerario influyó claramente en el templo toledano de San Juan de los Reyes, en el panteón pensado para la reina Isabel. La solución es diferente pero la idea es la misma: crucero, capilla mayor y cimborrio.
El de Juan de Pacheco ocupa el lado izquierdo del espectador y el de su esposa el de la derecha. Los dos tienen la misma composición: profunda hornacina, a modo de arco triunfal, en la que aparecen las figuras orantes de los esposos.
En los bancos están representadas las virtudes y Adán y Eva. De izquierda a derecha: la Esperanza, Adán, la Justicia, la Templanza, la Prudencia, Eva y la Fortaleza, curiosamente en forma de mujer en el sepulcro de don Juan y de Sansón en el doña María.
El varón viste armadura y ora en un reclinatorio cubierto con un tapecillo y adornado con la cruz de Santiago. Está acompañado de un paje, que gira la cabeza en actitud despreocupada. Como fondo de la hornacina hay un altorrelieve con las Marías, San Juan, José de Arimatea y Nicodemo ante el cuerpo de Cristo. En el de la marquesa, en lugar de paje hay una dueña y el bajorrelieve del fondo alude al Santo Entierro ante la ciudad de Villena.
Estado de conservación
El proyecto elaborado por Olga Cantos Martínez, conservadora-restauradora del Instituto de Patrimonio Cultural de España (IPCE) y doctora en Conservación, Restauración y Exposición de Bienes Culturales, indica las consecuencias que han tenido en el retablo intervenciones anteriores, como las llevadas a cabo entre 1965 y 1968, cuando se eliminó el gradería del presbiterio, colocando en su lugar una sillería procedente del monasterio de los jerónimos de San Pedro de la Ñora (Murcia) o el remplazo de la mesa de altar anexa al retablo por una nueva, además de la remodelación de la hornacina con el sagrario expositor. Por esas fechas también se encargó al escultor segoviano José María García Moro una nueva bancada en el retablo, así como la reposición de algunos elementos que faltaban. Destaca también esta experta la colocación de dos esculturas en las calles laterales del segundo piso, de origen desconocido.
Más recientemente, se intervino en los relieves de la Última Cena y el Lavatorio de pies para una de las exposiciones de Las Edades del Hombre anteriores a 2013, cuando se fijó y limpió la policromía, reintegrando la cromática y con barnizado final. Análisis químicos realizados en 2017-2018 confirmaron la presencia de una gruesa capa de barniz de colofonia que ha amarilleado de forma considerable, distorsionando los colores.
Por otro lado, se ha apreciado la presencia de elementos espurios, sobre todo numerosos metálicos para anclaje de lámparas, telones y otros enseres litúrgicos ya en desuso. También se aprecian fisuras y fracturas, perdidas de elementos de talla, desencolados, desajustes de ensamblajes y desplazamientos en distintos puntos. A esto se suma la presencia de una gruesa capa de suciedad superficial, más espesa en los planos horizontales y en las zonas elevadas.
En cuanto a las pérdidas descubiertas, falta la cabeza de una figura en la Última Cena y un personaje completo en el Lavatorio de pies, entre los ejemplos más evidentes.
Sobre los cenotafios, el proyecto señala la eliminación de las gradas y la colocación de la sillería de madera de La Ñora, que oculta el basamento de piedra en la parte inferior. Aunque fueron labrados en piedra caliza y alabastro, desafortunadamente, en el XVIII recibieron una mano de pintura (cal con brocha gorda, denunció ya en 1804 el cronista Isidoro Bosarte), por lo que el conjunto amarillea.
Mínima intervención
Los trabajos proyectados, tanto en el retablo mayor como en los cenotafios, responderán básicamente a los principios de la mínima intervención necesaria, compatibilidad de los materiales empleados, retratabilidad y documentación de las actuaciones llevadas a cabo, acordes en todo caso al sentido alegórico de los bienes y a las condiciones de uso. De manera especial, cobra importancia la reintegración del color en el retablo.
El tratamiento se llevará a cabo en varias fases consecutivas que incluyen el desmontaje previo de la sillería y el montaje final, la instalación de medios auxiliares (como andamios), medidas de protección, acceso a la iglesia y señalización, entre otras.
En cuanto a la documentación y estudios, deben incluir un registro de patologías en todo el conjunto escultórico, describiendo los factores de deterioro y la tipología de daños y trasladando los datos a las correspondientes cartografías temáticas.
También se realizarán grabaciones para dos vídeos con locución narrativa: uno con una duración de 20 minutos y otro más resumido de 5 minutos.
Del mismo modo se incluirá un reportaje fotográfico inicial y final realizado por un fotógrafo profesional, incluyendo imágenes de detalle utilizando iluminación en el espectro visible (incluso direccionada —luz rasante o tangencial—) y mediante fluorescencia con radiación UV, así como macro y microfotografías.
Además de otros estudios de carácter tecnológico, histórico-artístico y de caracterización de materiales y evaluación de los sistemas de limpieza empleados, se llevará a cabo uno de carácter medioambiental para comprobar la incidencia del microclima del entorno colocando seis equipos registradores de datos para realizar un control y registro de la humedad y la temperatura durante el tiempo que dure la intervención, así como una comparativa entre distintas orientaciones, fluctuaciones diarias y estacionales, extremos, etc.
La intervención en el retablo mayor incluye un aspirado controlado de los depósitos de material particulado (suciedad) y eliminación de elementos espurios y aditamentos (cableados, etc.). Donde sea necesario se realizará una preconsolidación y fijación de estratos polícromos.
Las zonas de madera vista se limpiarán con una disolución hidroalcohólica y cepillos de naturaleza no abrasiva. Se comprobará si existe un ataque por insectos xilófagos, procediendo a aplicar un tratamiento desinfectante.
En los cenotafios, además, los trabajos conllevan la eliminación de morteros degradados y el sellado de ventanas. En las áreas donde la piedra caliza esté disgredada será necesario efectuar un tratamiento de consolidación mediante impregnación de un consolidante adecuado. Por otro lado, puede ser necesario un tratamiento de desalación y reposición de morteros y relleno de juntas y huecos.