Alegría, buen humor, entusiasmo, e incluso nerviosismo, fueron las emociones que se apoderaron de todo aquel que ayer por la tarde estuvo en la plaza del barrio de San Lorenzo. La bajada de las temperaturas no impidió que hubiera una remojada multitudinaria.
Así, un año más comenzaron las fiestas, y peñistas, vecinos y demás segovianos esperan obtener de estos días grandes momentos que incluso podrán ascender a la categoría de inolvidables.
El chupinazo que marcó el comienzo de las fiestas se llevó a cabo en una plaza abarrotada, que vibraba con los saltos, los bailes y las canciones de la gente, un lugar en el que los trajes de las peñas daban un colorido inusual y en el que literalmente las emociones de los presentes estallaron al unísono cuando finalmente las fiestas de San Lorenzo comenzaron.
Aunque la concentración de peñas estaba programada a las 20.00, algunos no se pudieron esperara hasta la hora para entrar a la plaza vistiendo, orgullosos, el traje de su peña, decorado, en varios casos, con complementos que ayudaban a dar, si cabía, un toque más de festividad al ambiente.
Los tutús de bailarina, las pelucas, las gafas de tamaño descomunal y bigotes postizos fueron algunos de los complementos que los asistentes a la concentración eligieron para comenzar este primer día de fiesta. Hubo algunos atrevidos a los que la vergüenza no les impidió disfrutar de la tarde con la única vestimenta de unos calzoncillos y unas alas a modo de ángel.
La plaza de San Lorenzo parecía, sin duda, una plaza de toros en la que los mozos, repletos de bolsas y carritos de la compra con gaseosa y brebajes similares para, aparte de ingerir, refrescar a sus compañeros.
Sin duda cualquier persona que entrase al barrio podía saber que el lugar estaba de celebración, no sólo por los trajes característicos de cada una de las peñas, sino que el propio barrio despedía un olor peculiar, un olor a suelo mojado por las bebidas derramadas, a bocadillos de panceta que los bares preparaban para los ambrientos y sobre todo, a gaseosa esparcida por todos los lados en la concentración, ese olor era justo el que marcó el principio de varios días de fiesta sin fin.
No se ha de olvidar la decoración en las calles con carteles que las peñas cuelgan de los balcones, banderines en cualquier rincón, y cómo iba a faltar la gran cucaña colocada en medio de la plaza.
A la hora de la concentración, a la que siguió el desfile de las peñas, amigos, padres, hijos, e incluso abuelos con sus nietos en brazos caracterizaron una escena no sólo colorida, sino también familiar. La multitud de peñas del barrio abre un abanico en la que las edades de los componentes son muy variadas, conviviendo peñas de jóvenes, de familias, de niños y de padres. En realidad el acto inicial fue “una excusa para salir con los amigos y pasárnoslo genial hasta que el cuerpo aguante”, afirmaba una de las jóvenes que se encontraba en la plaza.
En el lugar se podían encontrar escenas de todo tipo, pues los jóvenes, con carritos de la compra a modo de transporte de personas y de gaseosa, hacían ‘peleas de carritos'. En ellas uno de los integrantes de la peña iba montado a modo de jinete, mientras, el resto del escruadrón acechaban a un contricante subido a otro vehículo y se chocaban mutuamente. Por si el carrito de la compra no fuese un vehículo original, dos bicicletas decoradas aparecieron en la plaza con una sombrilla y, enganchado, un pequeño remolque cargado de bebida espumosa.
La creatividad de las peñas desde luego que no es poca, pues una de ellas decidió que la mejor forma de trasnportar su bebida sin que se quedase caliente era un carrito ambulante en el que llevaban un barril con bebida, siendo la forma más cómoda para servise, pues sólo deberían abrir el grifo. Hablando de medios de transporte y de creatividad, la entrada estelar fue protagonizada por un gran remolque decorado y enganchado a un tractor que llevaba a la peña el ‘Zoo'.
Aunque el viento fue el protagonista de la tarde los asistentes no dudaron en hacerse con pistolas de agua, las cuales fueron el preámbulo de la gran lluvia de gaseosa. Y, por raro que parezca en este día de verano, hay quien elijió un spray de nieve artificial para ‘enchufar' con él a amigos y conocidos. Con la llegada de cada vez más peñas el ambiente se iba animando más, y la complicidad entre compañeros quedó plasmada cuando a grito de “que bote San Lorenzo” todos los asistentes comenzaron a saltar y a cantar con entusiasmo.
El deseo de abrir las botellas de gaseosa y mojarse entre amigos era cada vez más grande, comenzando antes de tiempo con esta peculiar remojada, pero dejando siempre repuesto para el gran momento. Y por fin llegó un chupinazo que marcó el inicio para agitar las botellas, que al abrirlas y al estar cargadas de gas comenzó a salir disparado el líquido, mojando a cualquiera que pasara por la zona. Fue un momento que tan sólo duró unos segundos, pero cargó, si cabe, de más emoción e ilusión a los asistentes.