Sostén, según el diccionario de la Real Academia, es “persona o cosa que sostiene”. Y también, “apoyo moral y protección”. Durante el último siglo, ‘Quintanilla’ ha cumplido a la perfección con las dos primeras acepciones de esa palabra. Ha sido un sostén para todas aquellas mujeres que acudían al establecimiento, en la calle Cervantes 11, en busca de asesoramiento a la hora de comprar todo tipo de lencería.
En rigor, Quintanilla se fundó en 1950. Aunque quien abrió sus puertas fue Antonio González, el establecimiento tomó el nombre de su primo y socio Zoilo Quintanilla, un personaje muy conocido en la Segovia de aquella época. Quintanilla nació como camisería de hombre y mercería, y así funcionó durante bastantes años, hasta que en 1964 dio un giro radical, para convertirse en lo que entonces se llamaba corsetería. La camisería de hombres pasaría a un comercio cercano, ‘Nápoles’, de la misma propiedad que Quintanilla.
“Fuimos el primer establecimiento especializado de Segovia en prendas íntimas de mujer”, aseguraba ayer Encarnita González, quien en los años 60 viajó a Barcelona para conseguir el título de ‘vendedora experta en corsetería’. Sus hermanas Ana y Mercedes seguirían después sus pasos. Para Encarnita, lo principal de su trabajo siempre ha sido “aconsejar de forma correcta”, una labor no baladí, pues, por citar un ejemplo, un buen número de los traumas producidos en las mamas son consecuencia de haber utilizado sujetadores no adecuados. Y sigue defendiendo que, a la hora de atender a una clienta que quiere un sostén, el primer paso es coger un metro y medir, ya que “el 90% de las mujeres no sabe la talla que debe usar”, y al elegir de forma equivocada “pueden surgir problemas físicos”.
En vísperas del cierre del negocio, Encarnita echa una mirada atrás y rememora las vicisitudes de sus primeros años en Quintanilla, cuando la moral imperante no veía con buenos ojos la exposición en un escaparate de prendas íntimas femeninas. Pero los reproches no hicieron mella en el negocio, siempre pendiente de las novedades aparecidas en el mercado internacional. En ese sentido, Encarnita se convirtió en visitante habitual del ‘Salón Internacional de Lencería de París’, donde cada año conocía las últimas tendencias.
Una de las innovaciones de Quintanilla fue la organización de los primeros desfiles de moda interior en Segovia, para los que previamente se requería presentar una solicitud en el Gobierno Civil. “Empezamos en el hotel Los Linajes, pero los que fueron más sonados fueron los de La Floresta”, relata ahora. Aquellos desfiles “formaban parte de la vida social de Segovia”. Por allí pasaron las modelos españolas más conocidas del momento; entre ellas, azafatas del programa de televisión “Un, dos, tres… responda otra vez”. En sus últimos pases, Quintanilla quiso reivindicar las tallas grandes, “para quitar complejos a muchas mujeres”, y apostó por enseñar catálogos de ese tipo.
Haciendo un breve balance de la evolución de la ropa íntima femenina, Encarnita considera que, en medio siglo, ha cambiado como de la noche al día. “La mujer ha pasado de ir encorsetada a estar liberada; ahora se busca la sujeción, no la opresión”, resume. A su juicio, “la gran revolución” llegó con la aparición de la licra, más cómoda que los materiales precedentes. Estéticamente, la lencería también ha evolucionado. “Antes era de color negro o carne; hoy se ofrece todo un mundo de colores y estampaciones”, agrega.
A ella se la nota feliz hablando de lencería. Y seguirá haciéndolo en su tienda hasta que cierre Quintanilla. Pero también reconoce, no sin pesar, que había llegado la hora de la jubilación para su hermana Mercedes y para ella. Quedará, eso sí, el recuerdo de la que, con ciertos tintes machistas, algunos quisieron bautizar como “la segunda Casa de los Picos”. Ahora, a ella la hace hasta gracia aquella ocurrencia.