Huber.

De entre todos los tipos de títeres, la marioneta de hilo es, sin duda, la más difícil de manejar, se necesita mucha práctica y entrenamiento para hacerse con tanto hilo, para mover la complejidad de todo el artilugio y para que, ese movimiento, produzca el efecto deseado en el muñeco. Desde que se inicia el impulso en las manos y dedos del marionetista, hasta la parte del cuerpo de la marioneta al que va dirigido, hay un recorrido, el propio hilo, y este ha de tener la debida tensión, longitud y carácter, y no enredarse con las demás hebras ni entorpecer sus movimientos. Es un trabajo de gran dificultad, muy exigente.

Phillip Huber es un maestro de la marioneta de hilo. Reconocido internacionalmente por ser uno de los grandes del mundo en este género, y el primero de los Estados Unidos. Ya de niño se interesó por los títeres, y como no, después de graduarse en Teatro y Educación, trabajó con Jim Henson. Ha actuado en muchas partes del mundo, participado en algunas películas, y ha sido distinguido con el Premio del ‘Presidente de los Títeres de América', además tiene una mención especial de UNIMA-USA.

‘En Suspensión' es el título del espectáculo que vimos, y en suspensión – como la preciosa y extraordinaria marioneta que puede verse en el cartel- nos quedamos los espectadores. Anoche, los asistentes al prodigio, fuimos hechizados por el trabajo impecable de este grandísimo marionetista, con la boca abierta nos sobrevino el nacimiento de nuestro niño o niña, porque las marionetas de Huber lo invocaron. Durante el tiempo que duró el espectáculo fuimos inocentes y felices, habitando la tierra del asombro y la perplejidad. El bosque de hilos de cada marioneta entrelazaba cada una de esas creaciones con nuestros corazones. Respirábamos con ellas, nos divertíamos con ellas, a veces, desde el patio de butacas o en los palcos del teatro se escapaba alguna que otra exclamación: ¡Ohhh! ¡Ahhh!, como si Huber nos hubiera tendido un hilo abriendo nuestra boca.

A Phillip Huber le asiste la perfección del tiempo y la ilusión renovada. Se necesita una vida o varias para conseguir tanta destreza y vivacidad, él ya la ha conseguido

La impresionante colección de personajes se mostró. Cada uno de ellos parecía no poder ser superado, sin embargo, la sorpresa llegaba con cada nueva aparición. Estrellas glamurosas de la canción, el virtuoso violinista, el guitarrista punki, el payaso blanco, el perrito juguetón… y todos ellos eran reales, vivos, divertidos y graciosos. Hubo otros, como el dorado andrógino contorsionista, o el personaje del lejano oriente: mago o emperador, que se transformaba ante nuestros ojos convirtiéndose en otros personajes, y varios a la vez.

A Phillip Huber le asiste la perfección del tiempo y la ilusión renovada. Se necesita una vida o varias para conseguir tanta destreza y vivacidad, él ya la ha conseguido.

Estoy casi segura de que cualquiera de nosotros, espectadores complacidos, desearíamos alcanzarle y recogerle las marionetas durante, al menos, una de sus actuaciones, ¡pero cuidado!, porque hasta eso debe de ser difícil, dada la cantidad de hilos; y sino, al menos, daríamos cualquier cosa por ver como reposan en sus cajitas, y con los hilos perfectamente ordenados para que no se enreden.

Hay también una mecánica psicológica en la construcción de este tipo de títeres. Para dotar a la marioneta de una vida concreta es necesaria la precisión en el mecanismo del movimiento, que ha de ir de la cuna a la mano, más aún, de la concepción a la mano. No sólo el carácter del muñeco o muñeca se debe a las características físicas del mismo, también a qué partes de su cuerpo se van a articular. Huber nos sorprendió en algunas de sus marionetas con movimientos no realistas y jocosos, como cuando alargó el cuello de un personaje, o desgajando alguna o algunas partes de su cuerpo, como el culito o la cabeza en algunos de ellos; o en el penúltimo personaje, descomponiendo las partes hasta desarticularlas y que cada una se moviera con vida propia. Hasta cuatro y cinco perchas – así se llama esa pieza a la que van a parar los hilos que nacen de las partes articuladas de cada marioneta- manejaban sus manos.

Hipnotizados, veíamos los dedos de Phillip Huber como si fuesen los de un tañedor de arpa. Sí, este manipulador de marionetas de hilo se parece extraordinariamente a un músico. En vez de música produce movimientos: grandes, pequeños o diminutos, alargados y estirados. Pizzicatos, trinos, arpegios, mordentes, ligaduras. ¡Qué maestría!

Arte y diversión, servidos juntos en el plato que, cada año, nos pone en la puerta de casa.

Ficha del la crítica de teatro

  • Titirimundi
  • 14 de mayo
  • Teatro Juan Bravo
  • THE HUBER MARIONETTES
  • Marionetas de hilo
  • Creador y titiritero: Phillip Huber