Con los pies cansados pero el alma llena, los siete peregrinos que completaron el recorrido de una nueva edición de la ‘Predicaminata’ culminaban ayer un exigente periplo de tres días de rutas a pie por algunos de los rincones más hermosos de la Sierra de Guadarrama.

La cueva que la presencia de Santo Domingo de Guzmán hace ocho siglos transformó en lugar de culto para la familia Dominicana fue el lugar elegido para poner fin a esta ruta organizada por la Fraternidad Laical de Santo Domingo ‘Nuestra Señora de Atocha’ de Madrid.

Este año, la marcha tiene una especial motivación al celebrarse el octavo centenario de la llegada del fundador de la orden de predicadores a Segovia para fundar a orillas del Eresma una de las primeras comunidades de monjes dominicos, que realizaron una fecunda labor dentro de su carisma como heraldos del Evangelio.

Nacho Peiro, de la fraternidad ‘Nuestra Señora de Atocha’, explicó que la organización de la Predicaminata decidió incorporarse a las actividades conmemorativas del centenario y así llevar a cabo una edición extraordinaria de la marcha en la fecha más próxima a la efeméride. De este modo, la marcha lleva como lema ‘Predicaminata+’, ya que en mayo tuvo lugar la edición tradicional de esta peculiar ruta.

Los ‘predicaminantes’ recorrieron a lo largo de los días festivos del puente de la Inmaculada algo más de 90 kilómetros repartidos en tres etapas, siendo la última entre la localidad madrileña de Cercedilla y Segovia la más dura y exigente tanto por su trazado como por su kilometraje, con 32 kilómetros entre ambos puntos.

Peiro explicó que el objetivo de esta iniciativa “no tiene que ver con emular la distancia que Santo Domingo recorrió a su llegada a Segovia, sino servirnos de esta excusa para poder identificarnos con el espíritu predicador del santo”.

De hecho, indicó que la exigencia física del recorrido propuesto en la caminata hace que “no todas las personas puedan participar sin una preparación previa”, aunque precisó que esta iniciativa está abierta a la participación de todos los que así lo deseen.

Una oración conjunta antes de partir abrió cada una de las jornadas de los caminantes, para después llevar a cabo el trazado “cada uno a su ritmo”, según explica Peiro. “A veces caminas solo, otras en grupo, por lo que tienes momentos de introspección y de comunión con el resto de participantes, lo cual enriquece el trayecto”, señala.

La caminata cumplió con las tradiciones que incluye su organización. Así, las monjas de la comunidad de Dominicas recibieron de manos de los caminantes la cuchara de madera con la que el santo viajaba siempre como símbolo de la fraternidad dominicana, y participaron en la eucaristía celebrada a mediodía de ayer en la Cueva de Santo Domingo para completar la ruta.