
Si por algo se caracteriza la procesión del día de Viernes Santo de la localidad segoviana de La Granja de San Ildefonso es por la profunda devoción que emana de sus 150 penitentes, vestidos con hábitos oscuros ceñidos con un cordón, con los rostros tapados, todos ellos descalzos y cargados con pesadas cruces.
Gracias a Joaquín Albuerne Herráez, quien fue hermano Ministro de la Orden Franciscana Seglar (O.F.S.), hemos tenido acceso a la información necesaria para poder desentrañar los orígenes de la procesión del Santo Entierro, que desfila el día de Viernes Santo por las calles del Real Sitio. Las fuentes de información son los Libros de Acuerdos de la Venerable Orden Tercera de San Francisco (V.O.T.)
Lo primero que hay que resaltar es que —como en Segovia— las procesiones de la Semana Santa del Real Sitio tienen su origen en los desfiles procesionales que organizaban las cofradías o hermandades seglares, cuyos fines, además de devocionales y religiosos, eran de carácter asistencial y caritativo entre los hermanos cofrades. Estas organizaciones, que solían procesionar acompañando a los hermanos difuntos, también sacaban en procesión a su santo patrón en el día de su festividad, del mismo modo que solían participar en Vía Crucis procesionales y en los desfiles de Semana Santa.
Como consecuencia de una tremenda sequía, en el año 1753 se sacaron en procesión El Cristo del Perdón y La Virgen de los Dolores y como resultado de sus beneficiosos efectos, pues inmediatamente comenzó a llover, el día 18 de julio del mismo año, se fundaba la Hermandad de La Esclavitud, hoy en día del Cristo del Perdón y Virgen de la Soledad.
Al año siguiente, con fecha de 31 de marzo, se llegó a un acuerdo entre las hermandades de La Esclavitud y de Los Dolores, para realizar con ambas imágenes la procesión del Viernes Santo. A partir de 1760 comenzó a salir en dicha procesión La Virgen de la Soledad, junto con La Virgen de los Dolores y El Cristo del Perdón, siendo acompañadas por penitentes.
Pocos años después, en 1763, se encargó hacer la talla de Los Niños que está en la capilla de La Soledad, cuyo precio fue de 600 reales de vellón. Y al año siguiente se hicieron hábitos de nazareno, sin capucha, para los niños que llevaban a El Niño Jesús en la procesión del Viernes Santo. Ese mismo año se incorporaron por primera vez dos trompetas y un tambor como acompañamiento de dicho desfile. Para poder sufragar los gastos de la hermandad, se mandaron hacer unas láminas con las figuras de El Cristo del Perdón y de La Virgen de la Soledad.
Paralelamente a estos sucesos se fundaba en el Real Sitio la Venerable Orden Tercera de San Francisco. Entre los fines propios de la hermandad de la V.O.T. figuraba el de carácter funerario, sin olvidar el de misericordia y caridad. Pero es muy importante destacar la precedencia que tenía y aún tiene frente a las demás hermandades y cofradías locales del Real Sitio en todas las rogativas, procesiones, funciones públicas y entierros, precedencia que le fue concedida por las Bulas y Breves Apostólicas, dadas en Roma por los Papas Benedicto XIII el 22 de julio de 1728 y Benedicto XIV, el 7 de enero de 1748. Esta precedencia fue reconocida en San Ildefonso el día 9 de agosto de 1797, tras ganar un prolongado pleito según el Auto del Tribunal de la Rota a favor de la V.O.T.
Los hermanos de la V.O.T. asistían a los actos públicos citados en el párrafo anterior, ataviados con su propio hábito que —al ser de una Orden Seglar— consistía en escapulario y cordón, con su propia cruz, formados en comunidad, junto con los religiosos franciscanos —si los hubiera en el lugar—, acompañando al cadáver del hermano fallecido con la cruz o insignia de la Orden, dos hachas a cada lado, portando el féretro cuatro hermanos y el resto de ellos desfilando en dos filas portando luces. Como puede observar el lector, hoy en día se conservan bastantes vestigios de estas funciones y procesiones públicas en la Procesión del Santo Entierro del Viernes Santo de San Ildefonso, sobre todo en lo que respecta a las filas penitenciales franciscanas, desfilando los penitentes de la Orden en dos filas, portando cada uno su propia cruz, llevando la cruz o insignia de la Orden, vistiendo el hábito pardo o de sayal, cordón y escapulario, con una corona de mimbre sobre su cabeza y el rostro tapado, yendo al final de las filas, el padre Asistente acompañado por el Ministro y el Viceministro, quienes empuñan cada uno de ellos los bastones de gobierno de la Fraternidad.
En los primeros años de existencia de la Orden, en el mes de febrero de 1766, se confeccionaron los primeros hábitos, cordones y escapularios para los hermanos profesos y novicios. Los hermanos se hacían con el hábito en el momento de profesar en la Orden y si se enterraban con él, se ganaban las indulgencias plenarias. Desde el año 1767, tanto el Ministro como el Viceministro de la Fraternidad comenzaron a salir portando sus respectivos bastones de gobierno.
Actualmente, la Orden sigue confeccionando esta indumentaria, que visten los penitentes de la Procesión del Santo Entierro del Viernes Santo, respetando de este modo la tradición de las antiguas insignias franciscanas en las funciones públicas. Del mismo modo, la Columna de Madera que se conserva expuesta en la Sacristía de la Capilla de la Orden, llevada a la espalda por un penitente de la Procesión del Santo Entierro, viene a ser el único elemento que se conserva de los que se utilizaban en la Procesión del Calvario (otra de las procesiones que solía organizar esta orden), siendo los desaparecidos: el Banquillo, la Oración en el Huerto y la Crucifixión.
Pero volvamos otra vez al cortejo procesional del Viernes Santo en el momento en el que, párrafos atrás, lo dejamos para referirnos a la V.O.T.
El día de Viernes Santo de 1804 salió por primera vez El Santo Sepulcro y al considerar a El Cristo del Perdón como un Cristo resucitado, a partir de entonces dejó de salir en la procesión del Viernes Santo.
A partir del año 1814 la Orden Franciscana fue invitada a salir en la Procesión del Santo Entierro por la Real Esclavitud del Cristo del Perdón, hermandad que sacaba ya por aquellas fechas el paso de El Cristo Yacente y La Virgen de la Soledad (obras del escultor Juan Salvador Carmona). Y desde esta fecha, participa y preside dicha procesión en virtud de la preferencia en todos los desfiles procesionales concedida por los papas.
En el año 1826, con motivo del año jubilar decretado por el papa León XII, encontramos un claro precedente de la forma en que participa la Orden Tercera en la Procesión del Santo Entierro del Viernes Santo de San Ildefonso en los tiempos presentes. El día 27 de febrero de aquel año, el Provisor de la Real e Insigne Colegiata proponía a la V.O.T., la celebración de un acto procesional similar al que organizó esta Orden por si sola en 1776, para celebrar el jubileo concedido aquel año. Los hermanos de la Orden acompañaban al Cabildo en las estaciones de visita a las cuatro iglesias siguientes: la parroquia de Santa María del Rosario, seguida por la Capilla de San Juan Nepomuceno, a continuación a la Real Colegiata y por último a la Capilla de Nuestra Señora de los Dolores. Si la Santa Cruz de la V.O.T. salía delante de la procesión, era llevada por el Vicario del Culto Divino acompañado, a ambos lados, por dos hermanos portadores de hachas; y en el caso de que el Santísimo Cristo lo llevara el Padre Visitador, la imagen sería acompañada por los hermanos Ministro y Viceministro actuales y por dos Ministros y Viceministros antiguos, llevando todos ellos soga y corona en señal de penitencia, al mismo tiempo que rezaban en cruz la estación en las cuatro iglesias señaladas más atrás, en representación de la comunidad.
Antes de comenzar el desfile, los sacristanes se situaban a la puerta de la Capilla con los escapularios, para que los hermanos fueran tomándolos al formarse la procesión, dejándolos al concluir el acto en el mismo sitio en que los habían recibido. Por ello, se mandaron hacer escapularios suficientes para todos los hermanos y también el mismo número de sogas y coronas que fuera posible repartir entre los hermanos. En el acto procesional, se leía por dos veces la primera parte del Calvario para que todos fueran meditando, desfilando con la mayor compostura, humildad y devoción posibles, según lo exigía la Regla de la V.O.T. Los Maestros de Penitencia nombraban hermanos que llevasen las cruces y se les situaba en dos filas, unos tras otros, guardando entre ellos una distancia prudencial. Los penitentes, al tomar la cruz, igualmente hacían ceremonia de humildad.
Durante el transcurso del siglo XIX, la V.O.T. pasó por diversas vicisitudes, no siempre positivas, pues las sucesivas crisis que se vivieron, tanto de carácter social como económico, provocaron la desaparición de muchos cultos que se celebraban, precisamente por la falta de fondos para poder mantenerlos. Es de suponer que estos mismos avatares los sufrirían el resto de hermandades y cofradías del Real Sitio de San Ildefonso, más o menos con la misma intensidad.

Persistiendo la mala situación económica de la V.O.T. de San Ildefonso, el día 15 de abril de 1888, se acordó confeccionar hábitos mortuorios para que, mediante préstamo a los penitentes de la Procesión Santo Entierro del Viernes Santo, a cambio de una limosna, poder así aumentar los escasos fondos de la Orden. Es esta la primera mención de la que se tiene constancia en los Libros de Acuerdos sobre los penitentes del Viernes Santo. Hay que decir que hoy en día se procede del mismo modo y si algún nuevo penitente quiere salir en procesión y hay plaza disponible —pues los penitentes suelen hacer promesa de salir cierto número de años—, puede hacerlo siempre y cuando aporte la limosna preceptiva.
La siguiente noticia ya corresponde al siglo XX. Cuatro nuevos hábitos para penitentes del Viernes Santo serán confeccionados en marzo de 1925, solicitando, además, madera al señor Ingeniero de Montes de la Real Casa para hacer doce cruces nuevas, por ser deficientes las existentes. El precio era de 10 pesetas para los hermanos y 15 pesetas para los particulares.
Una nueva referencia a los penitentes de la Procesión del Santo Entierro se contiene en el acta del 10 de abril de 1944, en la que se acuerda cobrar 3 pesetas a los que salgan de penitentes en esta procesión, en concepto de alquiler del hábito, siendo depositario de los hábitos y encargado de su entrega y recogida el hermano Dionisio Hijosos. También se acordó la compra de coronas y cordeles para los penitentes. El incremento sucesivo de penitentes que se venía experimentando, en relación con el reducido espacio de la Capilla, propició la creación de una normativa que, hoy en día se conserva en el portal de entrada, regulando el orden y respeto a guardar en el templo, la preferencia a sacar cruces, debido a su escasez en número, y la hora de entrada de los penitentes en la Capilla. En abril de 1956, se pidió madera para hacer cruces al dueño de la Casa de Vacas (de la Mata de la Saúca).
Pero volvamos otra vez a las otras hermandades participantes. En 1950 se decidió que saliera en la procesión del Viernes Santo El Cristo de los Alijares y en 1953, en conmemoración del doscientos aniversario de la llegada de las imágenes de El Cristo del Perdón y La Virgen de los Dolores, comenzaron a salir ambas imágenes.
Careciendo la V.O.T. de Padre Asistente (Visitador) desde 1965 hasta 1983, este año se acordó pedir ayuda a los Franciscanos de Segovia para continuar celebrando los cultos de Semana Santa. Hay que resaltar aquí, que en estas dos décadas, la O.F.S. de San Ildefonso estuvo a punto de desaparecer. Pero gracias a un nuevo impulso dado por parte de algunos hermanos, en el año 1991 se consiguió restaurar cultos desaparecidos o suspendidos, entre los que destaca el Vía Crucis del Miércoles Santo.
A lo largo de estas líneas se ha tratado de narrar los orígenes y las distintas vicisitudes acaecidas por las hermandades participantes en la Procesión del Santo Entierro, cuyo desfile se celebra el día de Viernes Santo.
Hoy en día, dicho desfile procesional le protagonizan cuatro hermandades (la del Cristo del Perdón, la de la Virgen de Los Dolores, la del Cristo de los Alijares y la de San Ildefonso) y una Orden (la Orden Franciscana Seglar). La Real Esclavitud del Cristo del Perdón y de la Virgen de la Soledad sale acompañando los pasos procesionales de El Cristo Yacente, La Virgen de la Soledad, San Juanín y el Niño Jesús; la Hermandad del Cristo de los Alijares sale con El Cristo Crucificado; la Hermandad de San Ildefonso aporta pendones y estandartes; y la Orden Franciscana Seglar, es la que aporta los penitentes, además de ir encabezando la procesión.
Los penitentes van ataviados con los hábitos propios de la hermandad de la que proceden: negros los de las hermandades y pardos los de la O.F.S. Dichos hábitos van ceñidos por la soga o cordón y cada penitente va coronado con una corona de mimbre a imitación de la corona de espinas que portó Nuestro Señor Jesucristo. Es de destacar que todos ellos desfilan descalzos, algunos de ellos con cadenas en los pies, portando cada uno de ellos su respectiva cruz. Pero si por algo se caracteriza esta procesión es por la devoción de sus participantes y por el enorme tamaño y peso de las cruces que portan. Causa admiración por el silencio sepulcral con el que se desfila y por la particularidad de salir descalzos en un lugar y en un tiempo en el que no resulta inhabitual que se desfile por las calles cubiertas de nieve.
Comienza la Procesión con la salida de los penitentes de la O.F.S., mientras los pasos esperan en la iglesia de Nuestra Señora del Rosario. Incorporados los pasos al desfile, van recorriendo diferentes calles de la población hasta llegar a la Real Colegiata, donde se canta La Salve, finalizando el desfile en la Plaza de los Dolores, donde se canta El Himno a La Virgen de los Dolores, mientras todos los penitentes se postran de rodillas ante las imágenes. Este momento es, posiblemente, el de mayor emoción para los asistentes por la gran devoción que muestran los participantes.
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(*) Doctor en Historia por la UNED.