
El sonido del despertador es, a diario, uno de los más odiados por los niños y niñas, por que llama a iniciar la tarea diaria en el colegio a muy temprana hora. Los padres luchan con sus hijos para desperezarles y éstos responden remolones a los llamamientos para levantarse, vestirse, desayunar y preparar los bártulos para ir al cole. Pero en la mañana del 6 de enero, en ningún hogar es necesario poner el despertador ni insistir en hacer madrugar a los pequeños de la casa, ya que son ellos los que marcan el inicio del Día de Reyes deseosos de ver los regalos que han dejado para ellos los Magos de Oriente.
Ni el frío ni la pandemia impidieron que Melchor, Gaspar y Baltasar incumplieran su cita con los niños, y tras ser recibidos en las distintas cabalgatas, trabajaron sin descanso durante toda la noche para hacer realidad los deseos infantiles en forma de regalos y juguetes.
Así, en su domicilio de la urbanización Parque Robledo, Ángel, Elías, Fernando y el recién llegado a la familia Francisco vieron en el salón la generosidad de los Reyes Magos, que dejaron numerosos regalos junto a la chimenea. Tras disfrutar del refrigerio que la familia dejó a Sus Majestades, dejaron un buen cargamento de juguetes para ellos y regalos para primos, tíos, abuelos y padres que vieron con emoción indisimulada y que se dispusieron a abrir de forma compulsiva. En cada paquete, un retazo del puzle de la ilusión que en sus cabezas habían formado y concretado después en la carta enviada a los Reyes, y que poco a poco iba completándose con éxito, refrendado con la frase ‘¡lo que había pedido!’ al desenvolver los regalos.
La experiencia de estos niños es perfectamente extrapolable a la de cualquier familia segoviana en la mañana de ayer. En todas las casas, la mañana se dedicó íntegramente a descubrir los regalos y posteriormente completar su montaje con pilas, tornillos o ensamblajes más o menos complicados. También hubo tiempo para comenzar a jugar en las videoconsolas O poner a punto los smartphones recién estrenados. Los Magos no olvidaron tampoco a los más mayores, optando en su caso por regalos más clásicos como ropa, calzado, libros o perfumes. Para ellos fue la hora de comprobar tallas y conservar los tickets para proceder a su cambio o devolución si, por lo que fuera, no hubieran acertado en el número de pie o en la L por la XL.
El temprano inicio de la jornada hizo necesario un buen desayuno con el roscón como protagonista, que sirvió para hacer una primera pausa para comentar la suerte de los Reyes y diseñar en muchos casos las visitas a casas de abuelos y tíos en los que a buen seguro también hubo algún regalo añadido o complementario.
En definitiva, la ilusión es capaz de hacer olvidar pandemias y confinamientos, porque los Reyes pueden con todo… hasta cuando no pueden.