
Cuando se habla del arte, rara vez se pone el foco en el taller. Pero lo cierto es que este es el lugar donde se crean las ideas. Cualquier foráneo que lo visite, tendrá la sensación de introducirse en un museo renacentista, aunque con algún toque de modernidad. No resultaría fácil encontrar algo en un espacio tan repleto de materiales, máquinas -que van desde el siglo XVII hasta la última tecnología-, libros, vidrios y una lista interminable de cosas. En una nave situada en la carretera de Arévalo, está el taller de Pablo, Alfonso y Rodrigo, ‘Vetraria Muñoz de Pablos’, hijos del afamado pintor y artista segoviano Carlos Muñoz de Pablos. Desde 2008, se ocupan del que es el proyecto “más ambicioso” al que se han enfrentado e, incluso, que “se está haciendo ahora en el mundo”: la intervención en las vidrieras de la Catedral.
La de Segovia no es la única Seo en la que han trabajado –también lo hicieron en la de Castellón, Ávila o Cracovia-, pero este proyecto de restauración y conservación de las vidrieras es, sin duda, el “más especial”. En España tan solo ha habido otros dos casos “tan complejos” como este: el de la Catedral de Oviedo y de Toledo.
A finales de 2008, comenzaron el proyecto. Primero, debían entender muy bien la obra y su historia. “Si no tienes una comprensión de la evolución y del origen de una obra, cuando te toca solucionar problemas, no tienes dónde sujetarte”, alega Alfonso. En la primera fase, de documentación, tuvieron que “mirar mucho”. Han perdido la cuenta de las horas que han dedicado a pasear y ver la Catedral a distintas horas del día. El siguiente paso es redactar un proyecto en el que significan lo que han visto, qué problemas tiene y cómo solucionarlo. Estiman que necesitarán cerca de 15 años para concluir las labores.
Restauración y obra nueva
El trabajo de los Muñoz de Pablos se centra en dos áreas: restauración y obra nueva. En Segovia, son muchas las vidrieras que llevan su sello, como es el caso de una de hormigón de las Hilanderas, en la sede de Caja Segovia, que tiene la firma de Carlos y es “la más grande de España” de esas características.
“Como nos dedicamos a tantas cosas a la vez y es un trabajo con mucha variedad de oficios, necesitas mucho equipamiento y material”, reconoce Alfonso. Él y sus hermanos tenían al maestro en casa. Su padre fue quien inició a la familia en el oficio del pintor vidriero y quien les dio el impulso para abrirse camino entre los restaurados más importantes de España y de Europa, un continente en el que la vidriera “es el arte que más y mejor define a la sociedad”.
“La vidriera es un campo muy complicado desde el punto de vista cultural”, afirma Alfonso. Esta tuvo un uso “muy significativo” en la historia del arte occidental, dado que es un soporte de la iconografía, pero también un cerramiento físico, capaz de “crear un ambiente”. A ello se une su capacidad para emitir ondas lumínicas que son energía, y hacer que el espectador se vea invadido por la obra. Es esto lo que tratan de hacer con sus proyectos, algunos de los cuales son encargos del Ministerio de Asuntos Exteriores en otros países –por ejemplo, hicieron las vidrieras del templete de San Pedro in Montorio (Roma).
Ingeniería y arquitectura
Sus trabajos son “muy variados”, puesto que hacen vidrieras que son arquitectura y cúpulas, lo que lleva implícito “una parte de ingeniería que al final desarrollamos también nosotros”, explica Alfonso. La mecánica del vidrio es compleja y engloba fases de cálculo, de conocer cómo ha de ser la estructura o cómo se debe cortar. “Es un trabajo delicado”, añade.
La labor del vitralista está ligada, sobre todo, a la arquitectura. “Hay un proyecto de arquitectura que requiere una vidriera o algún tipo de intervención”, manifiesta. Ahora han hecho un trabajo “muy bonito y curioso” para el nuevo campus de la Universidad de Alcalá de Henares en Guadalajara. “Querían hacer el cerramiento de la escalera de vidrio y hemos trabajado en cómo hacer un cerramiento de muro cortina que tuviera un sentido artístico”, declara Alfonso.
Llevan más de dos décadas en el oficio, pero han hecho de la innovación una de sus señas de identidad. Ejemplo de ello es que, tras 15 años de investigación, han logrado hacer coloración por amarillo de plata, “una de las coloraciones históricas más importantes, pero cuyo conocimiento del procedimiento se había perdido”, lo que los convierte en los “únicos en el mundo en tener esa variedad”. A partir de esa investigación, desarrollaron una coloración roja con cobre que “no ha existido nunca”.
“Como hay muy pocos vidrieros pintores en el mundo, tampoco hay materiales”, cuentan. Por ello, exploran materiales históricos y nuevos. Así, aprovecharán la visita al Hay Festival de Konstantin Novoselov, el premio nobel de Física que descubrió el grafeno, para proponerle colaborar en el desarrollo de un tipo de materiales “muy curiosos” y que no se han utilizado nunca.
El origen del legado
En sus recuerdos de infancia, siempre aparece el mismo escenario: el taller de su padre. Con él “trabajaban” desde que eran apenas unos niños; lo acompañaban a su estudio y les “ponía a dibujar”.
Al tiempo que cursaba Bellas Artes en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Madrid), Carlos Muñoz de Pablos trabajaba como cartonista en la Casa Maumejean, la más importante de vidrieras que ha habido en la historia del arte en España. En esos talleres, se inició en el mundo del vidrio. Cuando acabó la carrera, montó su propio estudio en Segovia. “Él dice que la vida te va llevando por sitios y tú vas cogiendo o bajándote de los trenes”, pero Alfonso cree que, en realidad, por el momento histórico que vivió –posguerra y dictadura- le “sedujo” la vidriera y el ambiente cultural “tan profundo” que había en el taller de Maumejean.
Tiempo después, dos de sus hijos, Pablo y Alfonso, decidieron seguir su rastro; cursaron Bellas Artes. En 1998, se unieron a su padre y, juntos, trabajaron en el estudio, hasta que montaron su propio taller y fundaron ‘Vetraria Muñoz de Pablos’, dedicada a la creación, restauración y conservación de vidrieras artísticas.