Los árboles, seres parsimoniosos, transmiten compromiso, sensibilidad, bienestar y generosidad, tanta como la que demuestran tener las personas que les han plantado.
La duración de la vida de los árboles supera en mucho la escala humana, por lo que, quien planta un árbol, no piensa en sí mismo, sino en las generaciones futuras, las gentes que podrán disfrutar de ese árbol en todo su esplendor. Miremos a nuestros árboles con agradecimiento hacia ellos y hacia quienes los plantaron y cuidaron después.
El pinsapo recientemente cortado en la Plaza del Alcázar tenía unos 140 años, como se demostró al contar los anillos de su tronco. Y era joven todavía, hubiera alcanzar los 500 años con toda tranquilidad, si le hubieran dejado. Este árbol majestuoso, raro en esta parte de España, así como la mayoría de los cedros y hayas de nuestra ciudad, fue plantado por Joaquín Castellarnau, uno de los hombres más cultos que habitaba Segovia en el cambio del siglo XIX al XX, y que dedicó muchos esfuerzos a los árboles, porque los amaba, dejándonos un espléndido legado ¿estamos siendo merecedores de su dedicación? Como conocer es amar, proponemos un paseo por los jardines de la ciudad vieja para saber un poco más de los árboles que la embellecen y a los que debemos salud, frescor, armonía y belleza.
Porque Segovia, la ciudad, no es todo granito y caliza. Crece la conciencia de la riqueza vegetal de que disfrutamos: junto a jardines y huertos privados, “plazuelas sosegadas, golpes de gubia entre el caserío, suelen tener una gran armonía. Estas diminutas plazas que aparecen de improviso son silenciosas y recogidas” (Martínez de Pisón). Muchas de nuestras plazuelas ocupan el espacio en el que, anteriormente, se asentaban iglesias, en su mayoría románicas, que sufrieron el azote de sucesivas desamortizaciones. En sus abandonados descampados se ha ido interviniendo para dotar a la ciudad vieja de espacios naturales, solaz de ciudadanos y visitantes.
Fue la Sociedad Económica de Amigos del País la que acometió, a finales del siglo XVIII el llamado Paseo del Rastro, que vino luego en llamarse Paseo del Salón de Isabel II. Más tarde se harían allí fuentes y obras diversas que acabaron a finales del siglo XIX, aunque la arboleda actual es mucho más reciente, entre la que destacan aquí las falsas acacias (robinias) y las sóforas.
Continúa el Ayuntamiento desde el primer cuarto del siglo XIX ajardinando plazuelas como la de la Merced, el primer parque intramuros de la ciudad. Un cedro del Líbano (de los de Castellarnau) tiene aquí su reino.
La Plaza de Colmenares data también de primeros del siglo XIX. En ella sobresalen los cipreses piramidales que enmarcan San Juan de los Caballeros, haciendo de esta iglesia uno de los más bellos paisajes de nuestro entorno.
La plazuela del Alcázar se traza y planta a finales del siglo XIX. Sus abetos dominantes atraen a las cigüeñas para emplazar sus nidos.
La plaza de Carlos Martín Crespo y Luis Martín Marcos (antiguo jardín de San Agustín) es de principios del siglo XX. Sicomoros y plátanos le dan una gran frondosidad, refugio del calor en verano.
Las primeras falsas acacias (robinias de bola en su mayoría) de la Plaza Mayor, tan humildes y fuertes, se plantaron en 1922. Son albergue de jilgueros y verdecillos, donde sus nidos encuentran protección de los depredadores (gatos y rapaces, sobre todo).
Los castaños de indias, tan esparcidos por toda la ciudad, se empezaron a plantar en Los Huertos hacia 1901, si bien el resto del ajardinado de esta plazuela es posterior, de principios de la segunda mitad del siglo XX.
También a mediados del siglo pasado se ajardinaron las plazas del Conde de Cheste, donde estaba la iglesia de San Pablo, la de San Facundo, solar de la iglesia que le dejó el nombre y -uno de los más bellos miradores de Segovia- el jardín de Fromkes. En la primera se entremezclan castaños de indias y cedros; en la segunda se concentran los jaboneros de china y en la última destacan sus esbeltos álamos boleana, que susurran con el viento en las tardes de verano.
Muy original en el entorno segoviano es el rinconcito de tarays que dan nombre a la calle y a la original edificación de la posguerra que allí se ubica. También allí tenemos unos hermosos almeces. Otros parquecitos dentro y fuera de las murallas comparten las mismas especies y características, incluso datación, que los que hemos paseado en este artículo: jardinillos de San Roque, de Santo Tomás, de Santa Eulalia, plazuela del Conde Alpuente, del Domingo de Soto…
Sófora del Japón
Procedente de China y Corea. De copa redondeada, caducifolio puede alcanzar los 30 metros de altura. Florece en verano, con flores blancas muy vistosas, al encontrarse en racimos colgantes, de hasta 30 cm, al final de las ramas, que envuelven toda la copa. Legumbres también características, colgantes, estranguladas entre las semillas, con mucho mucílago verde (que mancha) de hasta 8 cm.
Falsa acacia
Procedente de Norteamérica, con muchas variedades cultivadas. Caducifolio. Copa esbelta o globosa según la poda, de hasta 25 metros de alto. Espectacular floración primaveral, cuando se llena la copa de racimos densos y colgantes de flores blancas, de hasta 20 cm, muy olorosos.
Jabonero de China
Arbolito de unos 10 metros de altura, procedente de China, Corea y Japón, se ha utilizado más recientemente, probablemente porque se piensa que es poco engorroso. Floración en verano, con abundantes racimos de flores amarillas. Las semillas se encuentran en una cápsula papirácea más estrecha en el ápice, a modo de farolito, de unos 5 cm, muy abundante en el árbol.
Sicomoro
Árbol de hasta 30 metros, de madera muy útil y difundido ampliamente por los romanos. Hojas grandes con 5 partes, parecidas a las del plátano de sombra. Muchas semillas, estructuradas en pares alados, pegadas entre sí en ángulo obtuso.
Plátano de sombra
Árbol de buen porte, híbrido exitoso de dos especies, una de origen americano y otra en el mediterráneo oriental. Hojas grandes muy dentadas. Muy característica es la corteza, lisa, con escamas delgadas que se separan y las bolas pelosas de los frutos y flores colgantes.
Almez
Árbol caducifolio mediterráneo, de buen porte y copa esbelta, con las ramas principales muy verticales, que contrastan con las ramillas finales de las hojas y frutos, más bien colgantes. Corteza finamente rugosa, cenicienta, y frutos característicos, comestibles, en forma de pequeñas bolas negras, otoñales, que perduran en el árbol.
Tilo
Árbol caducifolio europeo de hasta 40 metros de altura con copa globosa. Muy característico el modo en que los ramillos colgantes de las flores se pegan por su pedúnculo a una bráctea pergaminoide, larga y ancha.
Castaño de indias
Árbol caducifolio, de hasta 25 metros, oriundo de los Balcanes, con mucha variedad en jardinería, y copa densa por las hojas compuestas, grandes como manos. Floración primaveral, vistosa, con racimos de hojas blancas, erguidos, distribuidos por todo el árbol. Fruto: castañas otoñales, abundantes y no comestibles.
Álamo blanco piramidal
Árbol alto y estrecho, cuyo porte le permite cimbrearse pausadamente con el viento, de corteza blanca, procedente de Turkestán, con variedades ornamentales, del que se cultivan sólo los ejemplares masculinos para evitar la pelusa de las semillas de los chopos.
Abeto
Árboles perennes de hasta 50 metros, con tronco único, profusamente ramificado, y copa picuda, procedente de las montañas europeas, con muchas variedades. Son características sus piñas erguidas.
Cedro
Tres especies de cedros parecidas se encuentran en estas plazuelas, todas con portes majestuosos de hasta 50 metros y troncos poderosos. Estas especies además tienen variedades de jardinería que confunden la identificación: el cedro del Atlas, el cedro del Líbano y el cedro del Himalaya. Las acículas más largas y el carácter colgante de las ramillas finales pueden distinguir al cedro del Himalaya de las otras dos especies, mientras que la guía del cedro del Líbano, en los árboles de cierto porte, suele ser múltiple, cuando que en las otras dos especies suele ser única.
Ciprés común
El porte de este árbol puede ser extendido como el de un cedro, pero es más común la variedad piramidal, con las ramas verticales, casi paralelas al tronco. Origen de Grecia a Persia, pero muy extendido y muy utilizado en la jardinería de los cementerios.
Taray
Nombre árabe de un arbusto muy fino y muy ramificado o arbolito de hasta 10 metros, que es muy común en el Sáhara. Microhojas escamosas amarillo-verdosas con flores veraniegas rosadas y abundantes.