Recuerda. Recuerda antes de que lo olvides. ¡Escríbelo! Recuerda aquella cena en Madrid, hace muchos años. Matji y Cuerda, los dos viejos amigos cineastas y yo un tanto abrumado. Mientras les escuchaba tenía la impresión de que estos tipos decían algo con sentido. ¡Sí! ¡Sí! Eso es. Decían algo con sentido.
Yo ahora intento hilvanar algo, algo sobre la desaparición de Cuerda y su subsiguiente fantasma, escribir algo que sea una pequeña memoria. Las palabras de José Luis Cuerda que tengo apuntadas a mano: “La vida tiene que abarcar fantasías, descabellos, risotadas incomprensibles que contrapesen los cilicios mentales, los palos en las costillas del sano raciocinio y las mentiras activas que imponen quienes tienen en sus manos la interpretación oficial de la realidad, sin que nadie les haya encargado tal tarea (…)”.
Fantasías, descabellos, risotadas en sus “Memorias fritas”: “Estamos hechos de pasado. Somos sólo pasado. Y, para bien y para mal, el pasado no hay quien nos lo quite. El presente no acaba de ser nunca. Lo que es presente al empezar a escribir esta frase “lo que” deja de serlo al llegar a “serlo”. El pasado, hasta el del que nos absuelven los curas, según doctrina, puede cristalizar en estalactitas o estalagmitas en la cueva de cada uno. Suele hacerlo, y se convive como se puede con él. El presente es gaseoso, pasto de apariencias poco contrastadas”.
Y en medio de todo, la visión agria de la existencia según José Luis Cuerda: “Tengo una visión agria de la vida, pero qué visión se puede tener si vivimos en un mundo de mierda, insoportable, miserable”.
No fue sólo aquella noche en Madrid. Tuve una idea de cineclubismo, un lugar para escapar, para tener otro modo de vivir el cine. Y de nuevo pensé en Matji y Cuerda, pensé en reunirme con ellos. No tenía nombre para ese cineclub y Cuerda dió rápidamente una solución, una cuerdería. Era tan sencillo como llamarlo “El Club del Cine”. Una periodista aliada, Eva García, le preguntó por esto: “Sugerí que se llamara “El Club del Cine” porque lo que se pretende es crear unas reuniones de aficionados al cine. Me acuerdo de que por lo que sea Woody Allen vió “La lengua de las mariposas” en Estados Unidos; decía que había visto una película española con unos amigos y luego se iban a cenar y la comentaban. Es una costumbre y no debe perderse”.
Siempre lo había hecho. Lo hizo con sus viejos amigos. Él había dejado la carrera de Derecho, “aburrido de unas enseñanzas (por decir algo) mentirosas, leguleyas, insufribles. Y contagiado por amistades recién estrenadas, intenté por dos veces ingresar en la Escuela Oficial de Cine de la Dehesa de la villa de Madrid”.
Dos chicos pelean por una chica. Son Jose María Carreño y José Luis Cuerda. Carreño, cinéfilo, lector, crítico. Se hacen amigos: “Yo, marchito cuerniherido de sospechas, establecí un pugilato patético con Jose María y, en dos tardes, nos hicimos amigos. De él y de su peña -Antonio Drove, Manolo Marinero, Manolo Matji, Ramón Gómez Redondo, Jaime Chávarri, Emilio Martínez Lázaro, Fernando Méndez Leite…- me vino puesto a ser narrador del siglo veinte, mi inclinación al cine, a la música americana, a la literatura americana, a la generación perdida, a Faulkner mismo y a… A todo lo que yo, ciego de teorías desde mi abandono del seminario, había repudiado como arte contingente: novela, poesía, pintura, música popular…”.
Todo esto venía a costa de lo de Woody Allen viendo “La lengua de las mariposas” con sus amigos. “Cuerdi”, como le llamaba cariñosamente Matji, quiere siempre cenar y comentar las películas.
¿Cuándo veo cine de Cuerdi por primera vez? No lo sé. No estoy seguro de cual es la primera película suya que ví. Quizá “La marrana”, que me pareció magnífica. Era nuestra respuesta al “1492” de Ridley Scott. La película de Scott no estaba mal, pero era mucho mejor celebrar el aniversario del descubrimiento de América con la película de Cuerda.
Nos dirigimos no a 1492 sino a 1947, el año en el que Cuerda viene al mundo en Albacete. Y la fecha clave no es su abandono del seminario, ni el abandono de la carrera de Derecho. En 1969, con sólo veintidós años, ingresa en TVE como técnico de radiodifusión y televisión. Pasa a la realización de reportajes y documentales y también debuta como realizador de varios cortometrajes.
Yo pensé, hace algunos años, trabajar en la realización de un libro sobre el cine de José Luis Cuerda. Me hicieron poco caso en la editorial que yo conocía, Cátedra. Tenía una colección fabulosa de cineastas, pero me indicaron que el cine español no le interesaba a nadie, o que interesaba poco, no lo sé. No recuerdo bien. Todo fue muy raro.
Recuerdo a un cinéfilo estupendo, Ramón Perdiguer, al que tuve la ocasión de tratar. Alguna vez, al estrenarse alguna película española en nuestro viejo cine, acudía un determinado público a otras películas, público que quería dejar claro que no les gustaba el cine español, que lo consideraban penoso. Perdiguer solía decir y repetir lo injusto que le parecía aquello. Yo estaba indignado por esa injusticia y sigo estándolo. Por supuesto que hay películas buenas, menos buenas y malas en el cine español, pero es como sucede con otras cinematografías.
Tenía una cita de Cuerda para empezar el libro que no se hizo, que ya no haré: “El cine es sustancialmente un haz de luz en la oscuridad”. Me parecía aquello fantástico. Como el libro “Me noto muy cambiá”, que publicó Pepitas de Calabaza. En ese libro Cuerda reunía una serie de tweets (estaba encantado con esa red social) del más distinto pelaje, que en el fondo eran cuerderías, concepto perfecto para enmarcar sus escritos, que él mismo denomina tropiezos poéticos.
Uniéndonos en la idea de hacer cine, le convoco junto a su amigo Matji, para que nos expliquen como hacerlo, como remontar la corriente. Él piensa, como escribí antes, en un nuevo tipo de cineclubismo, el de la comunicación entre cineastas y cinéfilos en ese ciclo de “otro modo de ver el cine”.
Es su cine “biplano”, transitando entre comedia y tragedia. En “Me noto muy cambiá” defiende el cine del que nos habló, que trata del ser humano, no de los robots que invaden muchas películas: “Los personajes se quitan la piel humana y aparece su verdadera naturaleza: son máquinas. Detestable imagen repetida en el cine actual… … pero somos lo contrario: las máquinas a que hemos sido reducidos encierran inútilmente seres con sus fragilidades y grandezas”.
A cada oportunidad en el coloquio, aborrece ese cine deshumanizado, violento, aterrador, omnipotente en el puro consumo. En libros como el suyo, con sus propios dibujos de perros verdes o caracoles introvertidos, en sus películas de culto, como “Amanece que no es poco”, pero también en las más oscuras, las del pesimismo que también es parte de él (como “Mala racha”, “La lengua de las mariposas” o “Los girasoles ciegos”) se encuentra al gran Cuerda que se construyó. Ahí está el gran cineasta, que pudo perder cuarenta kilos, pero que mantenía su altura moral intacta.
En ciudades robotizadas buscamos algo más y lo hacemos en el imaginario “Club del Cine” de José Luis Cuerda. Nos gusta agarrarnos a inquietos como Manolo Matji y él, para pensar cada película como traza final de un proceso creativo, para defender el cine, la literatura, como arte, no, como decimos, mero consumo.
El actor Sancho Gracia, protagonista de “Mala racha”, nos invade por un momento a propósito de nuestra película brújula: “El cine es mirar, saber mirar, saber expresar con los ojos lo que quiere el director, lo que quiere el momento, el cine es la cámara, es la luz”.
Es haz de luz, coinciden.
Llamo a José Luis Cuerda ante el pase real (¿o imaginario?) de “Mala racha”. Es una proyección en recuerdo de Sancho Gracia. Regalo a Cuerda el libro “Sancho Gracia. La fuerza del bandolero melancólico”.
Cuerda sugiere películas para su cineclubismo, como “Le Caporal Epingle” de Renoir y “Un condenado a muerte se ha escapado”, de Bresson.
Qué grandes los cineastas que nos siguen hablando, escribiendo desde otro mundo. Sancho Gracia: “Con “Mala racha”, José Luis despuntó su talento como director, que como guionista, a mi entender, ya lo tenía. El protagonista de la película era un boxeador caduco, de estos que tienen ya una edad y le vienen a buscar para una serie de peleas en las que un poco existen en algunos ambientes, Asia sobre todo, con animales, gallos, perros y también hombres. Las peleas eran a matar, a morir (…)”.
Aquí está nuestra pelea con esta sociedad. Ha quedado reducida a eso… las peleas a matar, a morir. Sálvese el que pueda. Sí, estaba escondida “Mala racha”, la película que nos sirve para ese cineclubismo imaginario. Y Cuerda estaba entusiasmado con el hecho de que algunos cinéfilos, aunque fueran pocos, la descubrieran. Esa película es Cuerda en estado puro. Describe el gran combate -el que a todos nos afecta, el de la dignidad-, y se rodea de varios de los mejores de nuestro cine, nuestros intérpretes: Terele Pávez, Tito Valverde, Miguel Rellán, Manolo Zarzo… y el protagonismo de nuestro actor-bandolero, el que marcó a muchos de mi generación de modo decisivo: Sancho Gracia.
La copia que me envian de la Filmoteca es mala, deteriorada, pero la película es honda. Aún vive.
Aparece de nuevo el haz de luz. ¿Dónde me había quedado? Sí, sí, ese libro que planeé para Cátedra. Me ha aparecido la escaleta, un viaje temporal, con una introducción del perfil del cineasta y su encuentro con el oficio. De ahí al cineasta alumno, con cortometrajes como “Colgar los hábitos” o “Los orígenes del reino”.
Su ópera prima en comedia: “Pares y nones”. No la recuerdo bien, pero sé que me gustó. Fue en uno de esos pases fantasmales de Televisión Española. Cuerda: “Hicimos “Pares y nones”, participó en la sección oficial del Festival de cine de Sebastián, tuvo prudentes críticas y una prudente carrera comercial”. Su película prudente.
Y en 1983, “Total”, el origen de una serie de peliculas por las que Cuerda inició un camino cuya cumbre fue “Amanece que no es poco”, con montones de seguidores de ese humor, los “amanecistas”: “Lo mío, esa es mi firme creencia, no es surrealismo, como se ha dicho, sino pegarle un revolcón a la lógica, fajarse con ella cuerpo a cuerpo y retorcerle el pescuezo hasta que vomite sus últimos argumentos”
Algo pasa. Algo pasa. Late. Son los latidos de cine, de una filmografía poderosa, especialmente con Rafael Azcona en “El bosque animado”, “La lengua de las mariposas” y “Los girasoles ciegos”. ¿Cómo fue trabajar con él? “Era genial…Se aprendía con sus gestos, no hacían falta las palabras. Era un hombre maravilloso. Una de las grandes cabezas y grandes corazones que ha habido en el cine mundial. Nos hemos reído muchísimo. No nos hemos peleado nunca. (…) Con Azcona me pasaba como con Fernando Fernán Gómez. Muchas veces me han preguntado como dirijo a los actores, y yo siempre contesto que sigo la máxima de Chabrol: más del cincuenta por ciento de la dirección de actores consiste en elegirlos bien. Si los eliges bien ya tienes mucho dirigido. Con Fernán Gómez hacíamos un ensayo, luego yo lo veía y nunca tenía nada que decirle”.
Cuerda era humor. Decía que el éxito con Nicole Kidman le había permitido realizar su propio vino de autor, con su producción en la película de Amenábar, “Los otros”.
Vino de autor y su cine de autor, su legado. Él estará ya siempre en cada plano: “Los que dirigimos películas no olvidamos nunca el lugar donde pusimos la cámara para rodar un plano. Téngase en cuenta que el rodaje de un plano es el proceso de cristalización de la unidad básica de una película. (…) Y de su adecuada factura -posición de la cámara, posible movimiento de la misma, objetivo fotográfico adecuado, iluminación, actitud de los actores, etc- es lo que, a última hora, determinará la calidad de la película”.
Acerco el oído. Late, late Cuerda.