De arriba abajo y de izquierda a derecha: gorras de La Matilla. Casaca y gorro de Carrascal de la Cuesta. Chalecos de Veganzones y Muñoveros. Traje de los danzantes del Niño de la Bola de Cuéllar. Enaguas de Muñoveros.

Y decimos gorras porque es el término encontrado en La Matilla, y es que la documentación histórica arroja una importante información en relación no solo al patrimonio material de la danza – como chalecos, las telas o las gorras y gorros- sino también en relación a estructuras, terminología y elementos rituales que en tiempos pasados adornaron el día de la función en los pueblos de nuestra provincia, y que merecen ser puestos en valor.

La documentación histórica proyecta y engrandece en el tiempo vestigios actuales de lo que fueron estructuras mucho más complejas, poniendo en valor la identidad de los pueblos segovianos a lo largo de su historia, porque, sobretodo, los pueblos merecen y necesitan conocer su historia. Por ello, la documentación, el registro y los viajes de ida y vuelta – recoger, pero también devolver la interpretación que los investigadores hacemos, a los pueblos- son necesarios en este proceso, en el cual he tenido el honor de participar y donde el Instituto de la Tradicional Segoviana “Manuel González Herrero” ha realizado un importante papel : becas de investigación y distintas publicaciones entorno a la danza; aulas didácticas de música y danza tradicional; I Congreso Tradiciones e Identidad ; o exposiciones de indumentaria que han sacado a la luz importantes piezas testigo de la danza como El Mundo por Montera, comisariada por Carlos Porro. Sin dejar de nombrar el ahínco de muchos pueblos por profundizar en su memoria, como en el caso de Prádena o Veganzones con el traje de zarragón recuperado; el pueblo de Muñoveros con las casaquillas de los danzantes del siglo XVIII o las enaguas; o las gorras de los danzantes de La Matilla.

Profundicemos en las piezas testigo encontradas gracias a la investigación, documentación y registro. Debido a una de las becas de investigación del IGH, que tuve el placer de realizar, Danza y Rito en la provincia de Segovia, se pudo sacar a la luz mucha documentación histórica en relación a la danza. Por ejemplo, en La Matilla sabemos que al menos desde 1842 y durante todo el siglo XIX se anotan dentro de los gastos las gorras para los danzantes que se alquilan a los instrumenteros. Los datos llegaban casi hasta principios del siglo XX y por lo tanto había posibilidad de recuperar alguno de ellos, como así fue gracias a la búsqueda del alcalde de La Matilla, Diego Hernández que localizó la única pieza viva.

Igualmente, esa documentación histórica, en Valleruela de Pedraza -única localidad segoviana donde los danzantes mantienen los gorros- muestra datos en el inventario de la Virgen del Amparo, donde se registran gorros con plumas para los danzantes desde finales del XIX, señalando por tanto que estos gorros eran habituales en la zona, porque en la misma fecha los hemos documentado en la vecina localidad de La Matilla. ¿Estamos ante una pieza de uso habitual en la zona al menos a finales del siglo XIX? ¿Podríamos encontrar más ejemplos con la investigación y aportar la memoria que los pueblos se merecen?

Siguiendo la Cañada Real en la localidad de Torrecaballeros, aunque ya no se conserva la danza, sabemos que los vestidos de los danzantes estaban hechos desde al menos 1756 en satén fino de Inglaterra, olanda cruda para el forro, seda, colonia, terciadillo, mitán encarnado de Madrid para los gorros, y los cascabeles con sus correas. Estamos por tanto ante el primer ejemplo de enaguado que hemos podido documentar en la provincia de Segovia que actualmente solo se mantiene en las localidades de San Pedro de Gaíllos, Orejana, Valleruela de Pedraza, Arcones, Torreval de San Pedro, Castroserna de Abajo, Gallegos de la Sierra.

En Carrascal de la Cuesta, gracias igualmente a uno de los trabajos del IGH para el Museo Virtual en relación a los trajes de los danzantes, salió a la luz un modelo antiguo con gorro rojo incluido, que fue mostrado en el Congreso Tradiciones e Identidad celebrado en el Teatro Juan Bravo en marzo de 2019, congreso impulsado igualmente por el IGH y que contó con una de las becas – bajo mi redacción- del Instituto de Patrimonio Cultural de España. Y al hilo del Congreso, destacar que supuso un contexto magnífico en el que mostrar a nivel no sólo provincial, sino también nacional el fruto de años de investigación, a través de la exposición donde se exhibieron importantes piezas testigo como los gorros y casacas de los danzantes de Veganzones; las enaguas y chalecos de los danzantes de Muñoveros; y la indumentaria completa de los danzantes de Carrascal de la Cuesta. E igualmente se puso en valor el patrimonio inmaterial de nuestra provincia con los ejemplos del repertorio del Tío Cerillas de la mano de los dulzaineros Roberto y Óscar de Lastras de Cuéllar entre otros muchos ejemplos.

Mención aparte merecen las gitanas de Orejana. En esa localidad, para la Virgen del Rosario, además de las danzas de palos, un grupo de mujeres hace de gitanas, y ofrecen roscas a la Virgen mientras recitan versos. Nos contaban que se ha perdido el arcabucero que acompañaba la procesión y que antes las gitanas eran ocho ¿quizá danzaban también? Y es que las gitanas de Orejana son el único ejemplo vivo que permanece en la provincia de Segovia de una estructura que fue mucho más rica y compleja en el siglo XVIII asociada a distintas festividades. Las hemos documentado en nuestra provincia a lo largo de la historia en Arroyo de Cuéllar, Lastras de Cuéllar, Cantalejo, Sepúlveda, San Pedro de Gaíllos, La Matilla, Rebollo, Orejana, Prádena, Torre Val y Navafría.

Dentro de las Novelas Ejemplares de Cervantes – La Gitanilla- como fuente literaria nos ofrece un importante dato: […] y la primera entrada que hizo Preciosa (la Gitanilla) en Madrid fue el día de Santa Ana, patrona y abogada de la Villa, con una danza en que iban ocho gitanas, cuatro ancianas y cuatro muchachas, y un gitano, gran bailarín que las guiaba[…]. ¿Era esa estructura de ocho gitanas y un gitano común en las procesiones de finales del XVI y principios del XVII, tal y como hemos documentado en Segovia? ¿Estamos ante una danza de mujeres con un guion, de las que también quedan en Segovia?

En la provincia hemos encontrado la presencia de gitanas y gitanos adornando las procesiones de los pueblos desde 1589 en Arroyo de Cuéllar –fecha que coincidiría con La Gitanilla de Cervantes- hasta 1842 en La Matilla. En ocasiones eran gitanos ambulantes y en otras encontramos a las gitanas y gitanos dentro de los nombramientos de las cofradías, e igualmente en muchas ocasiones ofrecían roscas. Pero el dato más importante lo encontramos en Prádena donde en la Cofradía del Corpus encontramos desde finales del siglo XVIII hasta mediados del siglo XIX en los nombramientos, ocho gitanas con uno o dos hombres. Y ocho gitanas recuerdan también en Orejana, la misma estructura que nos revela Cervantes. Y hasta donde llega la fecha de Prádena en cuanto a gitanas llega también la de La Matilla perdiéndose el dato y manteniéndose hasta nuestros días esta estructura únicamente en Orejana.

Por tanto, las gitanas de Orejana son la única manifestación viva que nos queda en la provincia de una estructura que se ha mantenido durante casi 500 años. Y de ahí la importancia de los viajes de ida y vuelta. De volver a los pueblos a poner en valor su patrimonio. Y así sucedió, ya que tuve la oportunidad de volver a Orejana gracias a la conferencia organizada por Laura Estebaranz, vecina de la localidad, que consiguió una importante participación de los vecinos y donde se pudo dar un mensaje claro: sois los únicos que quedáis, mantened este patrimonio vivo. Un ejemplo claro donde la investigación y la documentación han servido para proyectar en el tiempo 500 años de historia.

Pero la memoria escrita que encontramos en la documentación histórica ha de enlazar con la memoria oral que aún permanece en muchos de los mayores de nuestra provincia. En el siglo XX desaparecen prácticamente en su totalidad las referencias escritas, ya que las cofradías pierden poder como estructura social. Y es aquí donde toma valor la memoria oral aún viva, pero no eterna. Y es esa memoria viva, la memoria del siglo XX, la de nuestros mayores que fueron protagonistas de la vida tradicional, la que urge documentar y registrar, pues tan valiosa es su memoria como la que nos proporcionan los libros de cofradía, pues con la pérdida de nuestros mayores se perderá la historia del siglo XX, porque sólo ellos la sustentan.

Numerosos destrozos se han cometido con los libros de cofradía. Muchos se han perdido; o no se conservaron bien y fueron pasto del agua y de los roedores; o no están catalogados y es imposible su localización; o directamente se tiraron por desconocimiento. Y esos destrozos y ese desconocimiento, no se pueden ni deben volver a repetir con la memoria oral, la que se muere con nuestros mayores, y no vuelve. Que es el peligro del Patrimonio Cultural Inmaterial. No podemos volver a caer en la pérdida de la memoria de nuestros pueblos y por tanto de su identidad y es ahí donde debemos encaminar nuestro trabajo: a la salvaguarda de nuestra memoria.

Según la Convención de la UNESCO para la salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial de 2003 se entiende por “salvaguarda” las medidas encaminadas a garantizar la viabilidad del patrimonio cultural inmaterial, comprendidas la identificación, documentación, investigación, preservación, protección, promoción, valorización, y revitalización de este patrimonio en sus distintos aspectos. Y en este sentido podemos decir, tal y como señalaba en las primeras líneas de este artículo que el Instituto de la Cultura Tradicional Segoviana ha sido una institución señera en la ejecución de esas medidas de salvaguarda, impulsando o recibiendo importantes trabajos de los que con orgullo puedo decir que he formado parte no solo activa sino como sujeto agente.

Son imprescindibles la investigación a través de los trabajos de campo; la documentación y el registro a través de publicaciones escritas o sonoras; y las conferencias como viaje de ida y vuelta donde devolver a los pueblos su memoria y por tanto su historia. Su patrimonio es su identidad y la pérdida sin documentar de este patrimonio conllevará a la pérdida irremediable de sus raíces. Aún estamos a tiempo de todo.


(*) Diplomada en Educación Musical. Licenciada en Historia de la Música. Investigadora de la Cultura Tradicional en Segovia.