Vd. es un experto en Inquisición y catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid, autor de innumerables obras académicas de referencia y de divulgación: La Inquisición Española, La Corte de los Borbones, La Corte en Europa, La dinastía de los Austrias, La Hacienda de la Inquisición. Son tantísimos que no podemos abarcarlos.¿Qué características destacaría Vd. del tribunal del Santo Oficio?
—La Inquisición fue un tribunal eclesiástico que los pontífices fundaron en la Edad Media para perseguir la herejía. La Inquisición española fue implantada en Castilla y Aragón para perseguir a los judeoconversos, a los que se acusaba de no ser buenos cristianos, y lo solicitaron los Reyes Católicos. A cambio exigieron elegir a los inquisidores, que nombraba el pontífice en sus reinos y añadieron a la institución la jurisdicción real. Por tanto, la Inquisición española resultó una institución especial porque unió ambas jurisdicciones (eclesiástica y temporal), lo que le permitió intervenir en cualquier ámbito sin ninguna cortapisa, dando una sensación de eficacia que ningún organismo de la época tuvo.

—¿Actuó igual a lo largo de los siglos XV, XVI, XVII, XVIII?
—De ninguna manera. Por una parte, es preciso recordar la complicada jurisdicción que tenía el Santo Oficio de la Inquisición (eclesiástica y real) y que ambas jurisdicciones no estuvieron en equilibrio a lo largo de ese amplio periodo: unas veces influyó más el rey y se imponía sobre la actuación de la Iglesia (siglo XVI), pero otras, el pontífice consiguió dominar al monarca e influir en su política (siglo XVII); ello provocaba que la actuación de la Inquisición se fijase más en unas o en otras herejías. Por otra parte, debemos tener en cuenta que en casi 400 años que existió la Inquisición española, la ideología social, la política, la cultura en general, evolucionaron y cambiaron, por lo que las herejías no siempre fueron las mismas (ni siquiera una misma herejía tenía el mismo significado de un siglo a otro, si bien siempre fue una ruptura con la Iglesia).

—¿Cuál ha sido el momento de auge y dorado de los estudios historiográficos inquisitoriales?
—Hay dos momentos claves en estos estudios: el primero durante la Restauración (finales del s. XIX) en el que se replanteó el concepto de “Decadencia” de la Monarquía española. Desde la Ilustración se acusaba a la religión de haber sido la causante de la decadencia cultural de España, una religión que había implantado la Inquisición para su defensa y que políticamente había sido defendida por la dinastía de los Austria. Por consiguiente, catolicismo, inquisición, intransigencia y dinastía Austria fueron sinónimos de “decadencia”. En la Restauración, una serie de historiadores recordaron que, durante los Austria, la Monarquía española se había extendido por todo el mundo, lo que encajaba mal con la idea de “decadencia”; esto llevó a un replanteamiento de la historia de España e indirectamente de la Inquisición.

El segundo momento se produjo en el último cuarto del siglo XX y coincidió con la muerte de Franco. La democracia en España permitió la apertura de la Universidad española al exterior e incorporar para la investigación los nuevos métodos de Historia y ciencias sociales (Escuela de Annales, métodos sociológicos y cuantitativos, etc.). El primer congreso internacional sobre Inquisición se celebró en Cuenca en 1978. Y entonces no solo se replantearon los estudios sobre el Santo Oficio, dejando la apología por análisis objetivos, sino que se descubrió la riqueza que ofrecían los procesos inquisitoriales en temas antropológicos, culturales y religiosos; es decir, la Inquisición pasó a estudiarse en las aulas universitarias.

—¿Cómo se financiaba la Inquisición? ¿Con los bienes incautados a los reos?
—Desde la Edad Media, los pontífices ordenaron que los bienes de los reos declarados herejes fuesen confiscados y donados a los señores temporales (príncipes, duques, etc.) para ayudar a los inquisidores tanto en su defensa frente a alborotos sociales como en la ejecución de las penas que se les imponían a los reos (hoguera, azotes, etc.). Estas mismas leyes y costumbres pasaron a la Inquisición de los Reyes Católicos. Pero es preciso señalar dos elementos esenciales: el primero, la Inquisición española surgió para perseguir a los judeoconversos, que en su mayoría eran ricos, por lo que las confiscaciones de bienes fueron más que suficientes para pagar los salarios a los inquisidores y personal, pero los judeoconversos desaparecieron muy pronto (hacia 1510 ya no había grandes procesos) bien porque fueron masacrados, bien porque se escondieron dentro de la sociedad o cambiaron de lugar. Por tanto, las grandes confiscaciones se acabaron. El segundo elemento es que la Inquisición española se extendió por el territorio a través de tribunales en los que trabajaban un conjunto de oficiales y cargos que alcanzaban en torno a veinte personas. El “aparato burocrático” del Santo Oficio español fue muchísimo más grande que el de la Inquisición papal y necesitaba mayores ingresos para pagar los salarios de sus oficiales. Cuando Felipe II llevó a cabo la remodelación de la Inquisición, aumentando tribunales y número de oficiales, se dio cuenta que había que buscar sólidas fuentes de rentas que él no estaba dispuesto a poner. En 1559 exigió a Paulo IV que concediese a cada uno de los tribunales inquisitoriales los ingresos de una canonjía de todas las catedrales y colegiatas de sus reinos. Las canonjías constituyeron la columna vertebral de la hacienda de la Inquisición durante toda su historia. Por otra parte, se debe tener en cuenta que la mayoría de los reos procesados por el Santo Oficio pertenecían a los sectores más humildes de la sociedad, que no tenían bienes ni siquiera para pagar su comida durante el período que estaba en la cárcel hasta que finalizaba el juicio, lo que hace caer la idea de que las confiscaciones de bienes sostuvieron a la Inquisición.

—Entre los acusados de herejía ¿quiénes fueron los alumbrados?
—Cuando se fundó la Inquisición española (1478) la cristiandad, en toda Europa, estaba en ebullición. Aparecieron movimientos que buscaban una reforma de la Iglesia y una nueva religiosidad, dado que la cabeza de la Iglesia no la ofrecía. Aquí surgió Lutero. En España también hubo movimientos de reforma y unos fueron ortodoxos (el del cardenal Cisneros); pero otros fueron heterodoxos como los “alumbrados”. En su afán de una vida religiosa más auténtica, los “alumbrados” interpretaron por su cuenta las Sagradas Escrituras y ponían su propia conciencia como criterio de conducta y de interpretación de los Evangelios, sin tener en cuenta las enseñanzas de la Iglesia ni la Tradición. Los “alumbrados” defendían ideas muy parecidas a las de Lutero, incluso antes de él (si bien la Inquisición comenzó a detenerlos a partir de 1523), lo que nos indica que los movimientos heréticos en Europa se dieron por todas partes. Es preciso señalar que, en España, este movimiento arraigó en los judíos que se habían convertido al cristianismo y buscaban una espiritualidad radical, por lo que siempre se ha conectado esta herejía con los judeoconversos.

—¿Hubo Inquisición en otros países católicos?
—Por supuesto. Durante los siglos XVI y XVII había que defender el catolicismo de los ataques de los herejes y fue necesario establecer la Inquisición u organismos parecidos que controlasen la ortodoxia religiosa.

—¿Qué supuso el Concilio de Trento?
—Fue uno de los concilios más importantes de la cristiandad. Definió con precisión el dogma católico frente a aquellos que habían roto la cristiandad: los temas fundamentales del catolicismo (la gracia, sagradas escrituras, sacramentos, etc.), y el papado se propuso la construcción de la administración de la Iglesia y la elaboración de una ideología para difundirla al pueblo; esto es, se pusieron las bases de la contrarreforma. Sus doctrinas y definiciones han llegado hasta el siglo XX.

—¿Existió represión religiosa en los países protestantes? ¿Cómo convivieron religión y tolerancia?
—La ruptura de la Cristiandad a principios del siglo XVI produjo pluralidad de iglesias y obligó a los príncipes a articular confesiones rígidas que definiesen la ortodoxia, con el fin de saber su pertenencia a cada una de ellas. Tal proceso llevaba implícito la creación de nuevos organismos e instituciones para implantarlas. A este proceso (que se extiende durante la segunda mitad del siglo XVI y el siglo XVII) se le ha denominado confesionalización. La alianza de la construcción del estado territorial y la imposición de la confesión influyeron en las relaciones sociales y en la sociedad como un todo. Por consiguiente, tanto protestantes como católicos utilizaron la represión para imponer sus ideologías. A nivel de política exterior, este período se conoce como el de las guerras de religión, donde la intransigencia se justificaba en la religión. A partir de la paz de Westphalia (1648) se abrió un período de tiempo en el que se reestructuró la cultura que llegó a la Ilustración. Desde el punto de vista político, se separó la política de la religión, esto significó que la religión ya no fue argumento válido para hacer una guerra ni para interpretar la realidad social (aparece la revolución científica del XVII).

—¿Cómo fue la Inquisición en el País Vasco? ¿En Cataluña? ¿En Andalucía?
—Los tribunales del Santo Oficio eran organismos ejecutivos donde se juzgaba la herejía con la misma legislación y procedimientos. Todos tenían las mismas leyes y dependían del Consejo de Inquisición. Por consiguiente, las diferencias entre los distintos tribunales se debieron, bien a las herejías que persiguieron (no en todas las regiones dominaron las mismas herejías), bien a los problemas que los tribunales tuvieron al ejercer su jurisdicción, sobre todo en la Corona de Aragón. Las justicias de estos reinos siempre alegaban los fueron y leyes que les diferenciaban de Castilla (esto provocó muchos pleitos de jurisdicción), a lo que el monarca respondía que la religión católica era en todas partes igual, por lo que podía intervenir el Santo Oficio.

José Martínez Millán: “La Inquisición española surgió para perseguir a los judeoconversos, que en su mayoría eran ricos”

—Ha sido pionero de los estudios sobre la Corte de los Reyes, creando un Instituto específico en la UAM ¿Qué objetivo y metodología siguen?
—Durante el siglo XIX se impuso un tipo de Estado basado en la soberanía nacional de donde emanaba el poder, que gobernaba la sociedad a través de instituciones racionales que aplicaban las leyes a todos los ciudadanos, a los que consideraban iguales. Esta forma de Estado fue el resultado de las revoluciones burguesas. A partir de entonces, el esquema del Estado liberal se aplicó para interpretar la evolución histórica y la Edad Moderna se concibió como el período antecedente donde se forjó el nuevo Estado. Se denigraba toda institución o forma de gobierno que no coincidiese con estas estructuras racionales. Ello dio lugar a contradicciones a la hora de interpretar la evolución histórica de la Edad Moderna, que todos hemos estudiado en los manuales universitarios.
Durante la segunda mitad del siglo XX, los historiadores se percataron de estas incongruencias: era preciso introducir a las personas. La mayor contradicción se daba en que las Cortes no tenían la soberanía nacional y el rey no gobernaba de manera centralista y racional. La fuente de poder no era la “soberanía nacional”, sino el rey, y la organización del reino se hacía a través del “sistema de corte”. Y la sociedad no se articulaba por instituciones con reglas universales (los monarcas otorgaban favores y mercedes), sino a través de relaciones no-institucionales: de patronazgo, de parentesco, de costumbre. Esta forma de gobierno se basaba en la filosofía política clásica de Aristóteles, de donde pasó a la Edad Media y se cristianizó.
Por tanto, la “corte” es la organización política desde la que se debe estudiar la historia anterior al siglo XIX. Su fundamento es el rey, que quiere perpetuarse en el poder (dinastía) y que gobierna como un pater familias. Así, las distintas manifestaciones sociales y culturales articulan la sociedad y el gobierno, y el estudio de la corte se hace desde un punto de vista interdisciplinar: arte, literatura, política, etiquetas, que cobran sentido para explicar su composición como demostramos a través de nuestros congresos y publicaciones. La práctica o actuación en la corte forma la cultura cortesana.
—¿Qué fue propio de la Corte de los Austrias?
—La Corte de los Austrias se caracterizó por la implantación de la Casa de Borgoña como casa del monarca hispano. La Casa de Borgoña fue la más extendida en Europa y también la más sofisticada en sus ordenanzas y etiquetas. Era la casa de la Dinastía, por eso Carlos V y Felipe II la asumieron desplazando a la de Castilla, que era el reino más poderoso de la Monarquía hispana. Pero, además, conforme se fue asentando la corte en la villa de Madrid, la Corte de los Austrias llegó a ser la representación de todos los reinos. Los grandes literatos como Lope de Vega o Calderón llamaban a Madrid “archivo de naciones”.
—¿Existían las Casas de la Reina? ¿Qué papel jugaban?
—Uno de los elementos fundamentales del “sistema de corte” era las “casas reales”, los otros elementos (de acuerdo con la definición que ya diera Alfonso X el Sabio) eran los Consejos (y tribunales) y los nobles cortesanos. La casa de la reina, por tanto, desempeñó un papel fundamental. Los monarcas utilizaban las casas de los miembros de su familia (casa de la reina, del príncipe e infantes) para introducir y dar ocupación a los nobles en el servicio real. Los personajes que ocupaban los altos cargos de la casa del rey eran los que más influían en la política, por lo que los cortesanos desplazados del poder, a menudo se refugiaban en la casa de la reina que solía hacer de “oposición” política a los políticos en quienes confiaba el rey (recuérdese la casa de la princesa doña Juana de Austria o las casas de Margarita de Austria, de Isabel de Borbón, etc.)
—¿Cómo fue la relación con el Papado a lo largo de la Monarquía de los Austrias?
—Resumiendo mucho, podemos decir que, durante el siglo XVI, los monarcas españoles crearon su proyecto político en la idea de “Monarquía Universal”, y el monarca se constituía en guardián de la cristiandad (el buen pastor como los humanistas calificaban a Carlos V), por encima del papado, que no había reformado la Iglesia por lo que se produjo la Reforma el cisma. El papado se organizó después del concilio de Trento y reivindicó el poder absoluto dentro del catolicismo, y Felipe II siguió la idea de su padre y, aunque ya se había celebrado el concilio de Trento, él se consideraba el monarca más poderoso del mundo que debía defender a los cristianos. Durante el siglo XVII, la cabeza de la Iglesia se había organizado y colocó a la monarquía hispana bajo los intereses de Roma. La monarquía hispana comenzó a ser denominada “Monarquía Católica”.
—¿Qué cambios introdujeron los Borbones en la Corte?
—Durante el siglo XVIII la corte experimentó una profunda evolución. Existieron cambios en cultura y en los saberes cortesanos de acuerdo con el siglo ilustrado, dejando los tradicionales por ser poco prácticos. No obstante, los cambios más importantes tuvieron lugar en la segunda mitad del siglo y consistieron en la aparición de la sociedad separada de los organismos del reino y, por consiguiente, la distinción de los bienes del reino y los bienes personales del rey, lo que indicaba que el sistema de corte se estaba destruyendo.
—¿Cómo se produjo la transición de reinos a naciones?
—Las naciones aparecen una vez que ha caído el sistema y la cultura de corte. La crítica más contundente fue la que hizo Rousseau. En 1749 la ciudad de Dijon propuso un concurso literario al autor del mejor trabajo sobre el tema de “Si las buenas costumbres habían contribuido a la civilización”. Rousseau fue el único que lo negó. “Las buenas costumbres” era la educación cortesana en donde todo estaba programado, con una conducta hipócrita. La cultura de corte sujeta a reglas y modelos había ocultado al individuo, lo genuino de cada uno. La aparición del individuo hizo posible la sociedad actual, pero rompía los lazos de unión y articulación social que habían mantenido cohesionada la sociedad de corte. ¿Cómo se iban a unir en fuerte compromiso los individuos para seguir manteniendo una entidad política? A través de una historia común. A partir del siglo XIX la historia no es la de reyes, nobles o ciudades, sino la de los “españoles”, como si tuviesen un alma común; esto es, asumen los momentos gloriosos y desastrosos de la comunidad a lo largo del tiempo. Esto es el nacionalismo.
—Últimamente existe cierta beligerancia en el debate histórico ¿le sorprende?
—No me sorprende teniendo en cuenta que no existen ideas claras de lo que es la historia y para que sirve. Ante eso, solo queda la apología utilizando pasajes o hechos sucedidos (a veces falsos o no bien investigados) para cargarse de razón frente al contrincante político. La historia “no es ciencia”, dicen, pero todos asumen la evolución histórica para defender su causa como justa y legal porque la historia les da legitimidad y autoridad moral. Luego la historia sí que sirve para algo y manipularla también, aunque no es lo más adecuado, pero actualmente se utiliza mucho.
—¿Qué consejo daría a los jóvenes historiadores?
—Que busquen la verdad y cuando tengan dificultades, que mantengan vivo su coraje ante la adversidad.