La felicidad entre hierbas y piedras

Desde 2007, el segoviano José Ángel Arranz es el Director General de Patrimonio Natural y Política Forestal de la Junta. Apasionado del monte, mira con escepticismo el cambio normativo del Gobierno con respecto a la protección del lobo

El principal objetivo de José Ángel Arranz es alcanzar un equilibrio entre el aprovechamiento de los recursos por parte de la población y la obligación de conservarlos. / EL ADELANTADO
El principal objetivo de José Ángel Arranz es alcanzar un equilibrio entre el aprovechamiento de los recursos por parte de la población y la obligación de conservarlos. / EL ADELANTADO

Su vinculación con el monte le viene de familia. Su padre fue el guarda mayor de los agentes medioambientales de Segovia. Durante su juventud, José Ángel Arranz trabajó en el ya extinguido Instituto para la Conservación de la Naturaleza (ICONA). Fue entonces cuando nació una vocación que, con el tiempo, ha pasado a ocupar buena parte de su vida. Desde 2007, el segoviano es el Director General de Patrimonio Natural y Política Forestal de la Junta, donde ha desarrollado su gran pasión y su trabajo.

Si se tiene en cuenta su devoción por la conservación del mundo forestal, ocupar este cargo “no deja de ser un honor”. En su mano tiene el poder de tomar decisiones que repercuten de forma directa en el universo que tanto le ha interesado siempre.

Las competencias que tiene al frente de esta Dirección General son muy amplias. Pero, “por resumirlo”, como él dice, el hilo conductor de su carrera es apostar por que los castellanos y leoneses del entorno rural obtengan beneficios de la utilización de estos espacios. De ahí que considere que “la mejor forma de conservar los recursos naturales, es aprovecharlos”. Quizá esto sea clave para que los pueblos sigan con vida.

Para Arranz, el éxito radica en alcanzar un equilibrio entre el aprovechamiento de los recursos por parte de la población y la obligación de conservarlos. Por el momento, cree que ha alcanzado ese objetivo. No obstante, reconoce que, a veces, “resulta difícil, porque la percepción de la sociedad es que los espacios naturales solo están para el disfrute”.

Si hay algo que le inquieta es el cambio normativo del Gobierno con respecto a la protección del lobo: le parece un error. En su opinión, pretenden sustituir el modelo de gestión desarrollado al norte del Duero, cuya población animal “está mejor conservada y tiene más individuos”, por uno que ha sido “un fracaso, que ha llevado a que las poblaciones del sur de la península se extingan”. Así, no podrán controlar a aquellos ejemplares “que hacen daños importantes a la ganadería”, lamenta.

Por el contrario, considera un acierto que la pandemia haya sido la culpable de que parte de la ciudadanía revalorice la vida en el campo. “Este cambio en los hábitos ha llegado para quedarse”. Lo asegura alguien para el que la montaña es una forma de vida. La calidad de esta, en cierta forma, es su responsabilidad.