Lleva cuarenta años coleccionando arte contemporáneo. Primero español, luego internacional, hasta hacer de la Colección MER una de las mejores colecciones particulares de España, premiada en ARCO en 2004. Compuesta por casi 800 piezas entre las que destacan los ejemplos más representativos de la abstracción española de la década de 1980 y de la nueva Figuración estadounidense, la colección podría mostrarse en Segovia en una Casa Museo del casco histórico. Una reciente publicación, presentada en el último ARCO, (editorial Turner) recorre la vida de Marcos Martín Blanco y Elena Rueda, y los define como ‘Los coleccionistas del éxtasis’. En esta entrevista el fundador habla de la pulsión por el coleccionismo, su afán de formación en arte y su deseo de compartir la colección en un museo de nueva creación.

— Su colección no atiende a temática o cronología. No tiene una única visión ni un orden lineal. Empezaron reuniendo pintura y se abrieron después a otras técnicas como el dibujo, la fotografía y algunas incursiones en video.¿Cuál es su lectura particular?. O, dicho de otro modo, ¿qué les provoca la obra reunida?
— Coleccionar ha sido una pasión, movida por un estado visceral que te incita a ello.
La colección en cuanto a las adquisiciones no ha sido especialmente complicada porque, reconozcámoslo: Es fácil comprar porque son todas cosas bellas y tienes alguna idea clara de por dónde quieres ir, pero al principio esas preferencias no estaban tan claras. Es con el tiempo cuando va conformándose un criterio. Empezamos con piezas que nos traía Gerardo Rueda, un pintor exquisito y un buen decorador, primo de Elena Rueda, mi mujer. Él tenía acceso a muchas cosas y el principio estaba vinculado a él porque fue quien nos introdujo en ese mundo internacional del arte.

— ¿Cuáles fueron esas primeras claves?
— Las claves se mueven entre el placer de la contemplación y la educación de la mirada, aunque resulta muy difícil poder decirlo. El propio proceso de educar la mirada es una fuente inagotable, como una trama en continúa expansión de las ideas. Podría decirse que en la búsqueda, primero la obra de arte te choca; después empiezas a convivir y terminas aceptándola y, cuando entra en ti, tú cambias, y empieza el disfrute.

— ¿Se puede contar una vida a través de las obras de arte reunidas?
— Sí. La vida se puede contar a través de muchos hilos conductores y de muchas maneras. Todos mis proyectos responden a unas pautas. En mi vida ha habido varios proyectos y todos responden al interés personal que suscitan y el estudio y el trabajo por conseguir el propósito. A la gente le puede extrañar que alguien de un pueblecito como el Guijar de Valdevacas, haya llegado a convertirse en coleccionista de arte contemporáneo. Un hombre que ha pasado la Guerra Civil, que quiso estudiar y salir de su pueblo y ver otro mundo. Pero esto le puede ocurrir a cualquiera. Otros se dedican a trazar proyectos que nada tienen que ver con el arte. En mi caso, quedé fascinado por él y he dedicado cuarenta años a educar la mirada y a disfrutar con ello.

— Ha tenido una vida laboral plena que le ha permitido convertirse en coleccionista de arte. De esa vida laboral, ¿Qué le ha venido especialmente bien para aplicar al mundo del arte?
— Si tú tienes tendencia a organizar los proyectos por objetivos y empiezas a documentarte, se engrandece tu conocimiento. Al arte puede llegar cualquiera que desee formarse. He aplicado al coleccionismo el mismo sentido de construcción que había desarrollado en mis proyectos.

— ¿Qué consejo le daría a alguien que va a comprar su primera obra de arte?
— Que siga viendo para que el arte entre por los cinco sentidos. El arte provoca algo que va aflorando a medida que se amplía la visión. En mi caso, después de tantos años, la decisión de adquirir o no una obra de arte puedo resolverla en cinco minutos.

— ¿Cuántas exposiciones recorridas a lo largo de la vida?

— Empecé en la década de los ochenta. Vi todas las galerías de Madrid y del resto de España. Miles de obras en las distintas casas subastadoras de Madrid y, luego, empecé a meterme en el ámbito internacional a través de las subastas internacionales.

— Empezó comprando arte español en 1980 y en el 93 acude a la primera subasta internacional, en Soterby’s (Londres). Luego vendrían muchas más. ¿Qué recuerda de aquellas primeras adquisiciones?
— Recuerdo la pulsión y la satisfacción; también el temor que existe, porque las decisiones no eran tan fáciles en los comienzos. Uno apuesta su dinero y aunque mi condición económica era holgada, he renunciado al mundo de esas otras cosas a medida que la compra de arte se encaminaba a la colección.

— ¿Hay alguna exposición o adquisición que por motivos particulares suponga un hito imborrable?
— Hay muchas, pero sí hay una especial, cuya memoria permanece muy fresca por el hallazgo y porque después se ha convertido en una de las mejores adquisiciones. Fue en 1996, un biombo de 5 piezas labradas y pintadas por ambos lados (210 x 464) por el artista Stephan Balkenhol. Esa pieza, llamada Paravent, la compramos en la Galería Barbara Gladstone, de Nueva York, al verla en el escaparate.

— ¿Qué le hizo reaccionar para su adquisición?
— Es una pieza que me maravilló. Lo recuerdo perfectamente. Viajé a Nueva York y fui con el artista Carlos León al Museo Whitney donde vimos unos pingüinos de Sthepan Balkenhol, en unos pedestales de madera de un metro y 30 por 30. Eran casi medio centenar de pingüinos. Al regresar de aquella visita e ir paseando por la ciudad, vimos el biombo en el escaparate y me quedé impresionado. En ese momento ya teníamos formada la mirada; la colección tendría en aquel momento unas 400 piezas y ya habíamos empezado a desprendernos de casi un centenar de ellas para seguir adquiriendo otras. Hay que tener en cuenta, que una vez sumergido en esta pasión, cada año recibo docenas de catálogos, veo mensualmente miles de imágenes, que van formando la sensibilidad.

— ¿Cuántas obras ha prestado la Colección MER a exposiciones de museos y cómo ha sido su experiencia con los prestamos?
— Hemos prestado algunas obras concretas para exposiciones en algunos grandes museos, pero no en un número excesivo. Eso ha ocurrido hasta hace poco tiempo pero, actualmente, debido a que no tenemos estructura, no se realizan préstamos, salvo en ocasiones muy concretas. Nos han pedido en muchas ocasiones y, al principio, sí prestábamos, pero sin estructura organizada es difícil seguir una política de prestamos. El día que tengamos un museo abierto lo haré gustoso. La última vez que hemos prestado una obra ha sido hace dos años a la Fundación Beyeler de Basilea, un precioso espacio expositivo diseñado por el arquitecto Rezo Piano.

— ¿Qué supone que te llamen y te pidan obra?
— Supone un orgullo. El director de la Fundación Beyeler de Basilea conocía la colección MER porque había estado en España, en nuestra casa de Segovia y había recorrido las piezas. Nos pidió una obra de Marlene Dumas porque en España hay pocas obras de esta artista. La prestamos y, después de la exposición, nos fue devuelta.

— ¿En qué momento se encuentra aquella idea inicial de hacer un museo para mostrar la colección y compartirla con el público?
— Hace trece años que empezamos con la idea de crear un museo porque una colección así no debía quedarse sin mostrar. Fue en 2009 cuando presentamos al Ayuntamiento el proyecto de museo en el edificio-vivienda de Segovia, pero aquella idea se ha ido demorando mucho; demasiado.
No me gusta hablar de ello porque no quiero recordar los problemas en torno a este proyecto. Si tengo interés en hacer el museo es porque tengo interés en enseñar la obra de otra forma distinta a como a mí me enseñaron. No pretendo decir que sea un método mejor pero he accedido a este mundo artístico a través de la mirada y, después de tantos años, me gustaría que, a través de la colección, se pudiera ir formando una masa crítica capaz de admirar y aprender a contemplar.

— ¿Qué clase de ayuda requería?
— Pues la cuarta parte de lo que cualquier institución pueda gastar en este tipo de inversiones. Tiendo a extraer conclusiones positivas y, el hecho de que se haya demorado la construcción del museo ha supuesto pasar los años de la crisis sin penurias y sin depender de la ayuda de las administraciones que, en este tiempo, han visto totalmente recortados los presupuestos y lo han pasado mal. Me gustaría plantear el tema de forma distinta.

— ¿Dónde le gustaría ver expuesta esa colección que de momento no se pueden ver?
— Tengo 89 años y soy consciente de que tengo que participar en la implantación del Museo. Creo que lo puedo hacer con ayuda de expertos cercanos que me alivien de la carga del día a día. Sé lo quiero, pero necesito ayuda.

— ¿Qué aportaría a Segovia la exhibición pública de una colección como la suya?

— Sinceramente, creo que aportaría una proyección del nombre de Segovia al más alto nivel del arte con carácter internacional. Puede suponer un atractivo específico de inmensa riqueza visual. Pretendo que tenga este museo 100.000 visitantes al año. Si la colección es tan especial como dicen los expertos que la conocen y la han estudiado, el efecto tiene que ser inmediato. No es que yo sea optimista pensando en esas cifras, es que el arte internacional mueve gran número de personas y más estando a pocos kilómetros de Madrid. Si el Alcázar recibe más de medio millón de visitantes, estando al lado del monumento más visitado, ¡cómo no va a ser viable!. El museo, o la casa-Museo, lo voy a hacer, pero sí necesito ayuda para empezar.

— ¿Mantiene conversaciones con alguna institución para retomar la idea de la exhibición?
— En su momento hubo conversaciones con todas las instituciones, la Junta de Castilla y León, el Ayuntamiento, la Diputación y el Ministerio de Cultura. Ahora, están interrumpidas porque a ellos también les han cortado los presupuestos. Quiero que la colección pueda verse y que la ciudad de Segovia se beneficie de ella, pero no quiero que me produzca más preocupaciones.
Puedo producir exposiciones para ese museo con mis propios fondos, solo pediría préstamos puntuales de algún cuadro. Estamos hablando de exposiciones que costarían mucho dinero si no tienes esas piezas en la colección. Elegí el camino de formar mi colección para ser capaz de formar múltiples exposiciones de interés para otros museos. Si produzco exposiciones de interés para otros museos y fundaciones, puedo contar igualmente con piezas de otros centros de arte para completar mis propias exposiciones.

— ¿Y en el Museo Esteban Vicente no podría exponerse?
— Cada fondo de obras, cada fundación o cada colección tiene su proyecto definido. Yo tengo el mío y quiero tener la libertad de poder desarrollar esta serie de exposiciones. Quiero poder probarlo, experimentarlo y sé que puedo hacerlo.

— Habla de 100.000 visitantes al año para el proyecto de su Casa-Museo. ¿No es una cifra muy elevada?
— Estas cifras yo las contemplo para cuando el museo crezca a partir del germen inicial de la Casa-Museo. Considero que es una cifra realista y con 100.000 visitas el proyecto es viable. Sabremos de aquí a final de año, con o sin ayudas, si puede salir adelante lo que yo llamo una casa museo. Si tengo ayuda pues agradecimiento eterno y si no recibo ayudas pues lo haré más modestamente. Puedo buscar sitios para almacenar la colección y mostrar exposiciones de menor tamaño, con unas sesenta obras, en la versión Casa-Museo, en los sótanos de la casa. No creo que la cifra resulte elevada. Hay que tener en cuenta que vienen miles de personas a esta ciudad histórica y gastronómica y el arte internacional mueve muchos miles de personas. La Casa-Museo ayudaría a visibilizar el arte contemporáneo en la ciudad de Segovia. Estoy a disposición de las instituciones y pediré ayudas para este proyecto. Puedo estar durante años produciendo dos exposiciones anuales. Tengo concebido un proyecto que da para hacer 24 exposiciones. Hay además una idea que me tienta, el poemario de San Juan de la Cruz, cuyo Santuario se ve desde la Casa museo, puede ser un hilo conductor para la producción de exposiciones temporales. Habrá que despertar a la gente para que aprenda a mirar lo que hay. Casi una tercera parte de las firmas de la colección entroncan con ese poemario. Artistas como John Currin, Jenny Saville, Eric Fischl o Marilyn Minter . La colección es una manifestación del puro temario de San Juan de la Cruz.

— Su colección incluye los mejores artistas contemporáneos, ¿Cuáles son sus piezas más queridas? Y, según lo que han ido revisando ¿Cuáles son las imprescindibles?
— Podría decir 40, 50 o 100; desde luego no puedo solo destacar cuatro o cinco.
Hay obras en el catálogo que tienen en el mercado un valor pequeño y a mí, me interesa comprar ese tipo de obras de arte con independencia de que luego adquieran un valor mayor. El mercado del arte se mueve por parámetros muy diferentes y hay artistas de referencia, los mimados, que han pasado la barrera del sonido y ya no puedo comprarlos. Con Barceló por ejemplo, me sucedió que vendí un óleo porque dada su cotización, se podía haber hecho parte del museo, con otra ayuda, naturalmente. Pero como transcurrió el tiempo, pensé: el dinero no se gasta en esto y lo he invertido en la compra de más cuadros. Mi función como coleccionista es esa y, como responsable de la Fundación MER, la fundación se dirigirá a ese campo. Lo fundamental es tener la colección, sin colección no hay museo.

— Además de los continuos viajes al extranjero y su participación en subastas particulares para especialistas en arte, han conocido la práctica totalidad de galerías de arte españolas y galeristas. ¿Cómo ha cambiado el panorama de las galerías en España?
— Se ha avanzado mucho, pero queda mucho camino por recorrer para sacar a los artistas españoles al extranjero porque con el público español nada más no se puede vivir. Además hay muchos artistas aquí cuya cotización no refleja la calidad de sus obras porque no están presentes en colecciones extranjeras.
El número de galerías ha aminorado y se ha modificado la manera de poder exponer y enseñar arte a las personas. A las galerías las pongo en falta, sobre todo, más potencia para ser capaces de representar a los artistas en el extranjero.
España ha tenido muy buenos galeristas pero tiene que tener buenos críticos, buenos conservadores y hay que salir fuera y participar en subastas. Si te quieres diferenciar tienes que salir fuera.

— ¿Cómo analiza el coleccionismo español? ¿No hay interés, no hay medios?
— Hay bastante coleccionismo en España, pero necesita tener más entidad y no digo que tengan que hacer lo que nosotros hemos hecho, dedicar toda una vida a formar la mirada crítica hacia el arte, pero para tener más entidad tienen que salir y apostar y las dos cosas juntas, viajar y apostar, suponen riesgo, tienes que tomar decisiones.

— Galeristas y compradores se quejan a menudo del poco apoyo fiscal a la hora de comprar arte. ¿Está de acuerdo?
— Por supuesto que hay muy poca ayuda. Solo pretendo que fuera como en Alemania o Francia, con diferencias abismales de un 15% de desgravaciones fiscales para invertir en el arte. En España falta eso y hace falta ilusionarse.

— ¿Qué pautas ha seguido a la hora de comprar?
— He seguido mi gusto y las decisiones de compra han sido, básicamente, mías, porque tiene que haber un hilo conductor. Por eso cuando veo que desde los museos van a las ferias de arte ‘Comités de compra’ recorriendo los espacios, no lo comparto. Considero que comprar una obra de arte es un acto personal. Me gusta asesorarme y escuchar a quienes están cerca de mí y debatir, pero la decisión final debe ser del coleccionista.

— ¿Qué se requiere para aprender a mirar?.
— Voluntad e interés para empezar a hallar claves. Luego, aprendes a darte cuenta de los progresos. La pintura, la escultura, la fotografía, tienen su propio manual de instrucciones para saber entender y ese manual parte de los sentimientos propios y tus sentimientos de acuerdo con la intensidad los agigantan o los menguan pero hay que seguir en ese proceso. El procedimiento de investigación es continuo en materia de arte. He hecho en la vida muchos procedimientos de investigación heterogéneos y de todos ellos se sacan experiencias.