
En su primer contacto con la interpretación, ya se le inoculó el “veneno”. Luis Callejo (Segovia, 1970) colaboró varios años con Titirimundi en Segovia, después pasó a hacer malabares y, de ahí, “como de casualidad, pero en realidad no lo era”, se fue introduciendo en este mundo. Aunque en un principio su camino parecía llevarle por otro rumbo (estudió Derecho), con 22 años lo tenía claro: estaba “enamorado” de la actuación. Entró en la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid, lo que le avivó la “inquietud” que aún conserva intacta. El pasado 29 de octubre, estrenó su última película, ‘Érase una vez en Euskadi’, un retrato de la sociedad vasca en época de terrorismo.
— ¿Cómo alguien tímido logra subirse a un escenario ante cientos de personas?
Me metí en Derecho para trabajar en una oficina y no tener que hablar con nadie. Era muy tímido y sigo siéndolo un poco, pero es algo que se trabaja. Primero me puse delante de la gente en un escenario, que impresiona aún más. Lo que me da más timidez es mostrarme como soy, por ejemplo en una entrevista.
— ¿Para una persona tímida es mejor estar ante una cámara o en un escenario?
Es más fácil la cámara. Tengo compañeros que son grandes actores y lo que más les gusta es actuar ante un escenario lleno: les encanta mover masas. A mí eso me da cosa… porque soy yo mismo. Todo el mundo al final se hace un personaje.
— En su caso, tiene una extensa carrera, pero son muchos los actores que la consideran una profesión inestable.
Hace unos años, plantearle a tus padres que te dedicabas a esto era sufrir por la inestabilidad. Pero tal y como está el mundo, diría que nuestra profesión, siendo igual que siempre, en comparación con las supuestas profesiones estables, se ha hecho más estable. Es el momento para que alguien que tenga inquietudes por hacer algo distinto, lo haga. En la medida que a ti te guste, vas a tener más impulso para tirar para adelante.
— Hablando de gustos, ¿en qué registro se siente más cómodo?
Cojo lo que me dan. Ahora llevo una racha de hacer personajes malvados. A mi edad también me toca hacer muchas cosas de acción, cuando tenía 30 no trabajaba tanto. También he hecho mucha comedia. Lo que más me gusta son las historias que emocionan, hacen reír, llorar… más allá de que sean comedia o drama.
— Cuando le llega un proyecto, ¿en qué se basa para cogerlo o dejarlo?
Por suerte, voy pudiendo elegir. Si no tengo trabajo, muy malo tiene que ser para que no lo coja. Últimamente tengo una pequeña obsesión porque he muerto muchas veces en la ficción y empiezo a creer en la reencarnación. He dicho que no a algunas cosas en las que moría de forma muy horrible. De broma, digo que se me ensucia el karma. Y tuve una racha curiosa en la que tuve tres proyectos de pederasta sobre la mesa y no me apetecía hacerlos. Prefiero hacer cosas más luminosas.
— Acaba de estrenar su última película, ‘Érase una vez en Euskadi’, en la que interpreta a Jesús, ¿qué puede contar de su personaje?
La película cuenta la historia de cuatro amigos de 12 años, hijos de maquetos, inmigrantes españoles en el País Vasco en 1985, en una época de conflicto con ETA, drogas y miseria. Soy el padre de uno de esos niños. En esa realidad tan dura, al final lo que importa es la amistad de esos niños y cómo los problemas de sus familias a veces tienen que ver con ese contexto y otras simplemente con llegar a fin de mes.
— Una de las cosas más llamativas es que es un segoviano, poniendo acento granadino.
Fue un reto conseguir el acento. La complicación es que el granadino no es tan conocido y tiene sus cosas específicas. He hecho de árabe, catalán, gallego, asturiano, francés… Al principio, los acentos son una dificultad, pero una vez que le coges el truco, se convierten en un elemento al que te puedes agarrar y, al hacerlo, te conviertes directamente en el personaje, con lo cual la interpretación se hace más sencilla.
— Hacer una película basada en las propias vivencias del director, ¿añade presión?
Presión y orgullo porque cuenten contigo, porque en mi caso hacía del padre del director. Teníamos mucha información de primera mano, hasta llegar a asustar: me eligieron porque además me parecía a su padre. Sobre todo, estoy muy agradecido porque es mucha generosidad, alguien que escribe una historia inspirándose en personas reales y la comparte.
— No es la primera vez que interpreta a un personaje real.
En teatro he hecho del escritor Eleuterio Sánchez y de Iñaki Gabilondo y ambos fueron a ver la función. Tener delante al personaje que haces sí que es una experiencia. Lo que he aprendido es que una buena herramienta trabajar pensando siempre que la persona a la que representas te está viendo.
— Esta película se estrena en un momento en el que abundan las narraciones de la historia vasca reciente. ¿A qué cree que se debe ese interés actual?
Lo que permite el paso del tiempo es poder hablar con perspectiva y mostrar distintos enfoques. Lo que aporta esta película es una visión muy novedosa. No trata sobre ETA, es el entorno en el que está. Es una historia de amistad de niños que tienen que aprender a lidiar con la madurez.
— El cortometraje ‘No me da la vida’, del que es uno de los protagonistas, ha sido preseleccionado para la 36 edición de los Goya. ¿Qué supone para un actor verse en esa lista?
Es una alegría porque implica que hay compañeros que han apreciado las cualidades de la historia y la hacen merecedora de estar en la preselección. Siempre emociona mucho. No por mucho que te nominen, uno se acostumbra.
— En su caso, ha estado tres veces nominado.
Me sigue haciendo la misma ilusión, obviamente de otra manera: me siento más consolidado y seguro de lo que hago. Estar nominado es secundario, lo importante es estar satisfecho con el trabajo que has hecho, pero significa un reconocimiento y eso nos gusta a todos.
— Por tanto, no aumenta la satisfacción el que su trabajo se premie.
Hoy día, mi satisfacción más importante tiene que ver con lo familiar y con los amigos, con la vida misma, no con mi trabajo. Lo que me da satisfacción es la sensación de trabajar, sin más, y siempre lo voy a dar todo para que salga lo mejor posible..
— ¿En qué momento se encuentra el cine español, ahora que hay tantas plataformas digitales?
Lo que está en auge es la producción: hay muchísimo trabajo. Otra cosa es la visión de las películas en las salas de cine y en ese sentido estamos un poco perjudicados. La gente está volviendo al cine y al teatro por un deseo de compartir algo en comunión. Con tanta tecnología, el teatro es tan puro y genuino como plantarse delante del público en un escenario, y va a tener cada vez más valor.
— Entonces, el cine atraviesa un momento positivo: hay trabajo.
Está en un momento tremendamente positivo. Además, con un alcance global, por lo que la rentabilidad es mayor y se puede invertir más en ella y eso es excepcional.
— ¿Qué proyectos tiene ahora?
En marzo se estrena ‘Malnacidos’, que es innovadora, de zombis. Y tengo pendiente por estrenar una serie norteamericana para Netfliex, ‘Desde dentro del frío’, y la serie ‘Baruca’.
— ¿Tiene todavía algún sueño profesional por cumplir?
Seguro. Todavía algunos no los conozco, pero me encantaría trabajar en Francia e Italia.