
No resulta fácil ser segundo en una lista. Ni tampoco tener de socio de Gobierno a alguien con ideas diferentes. El poder es una joya tan valiosa que cualquier roce puede lastimarlo. Por eso es complicada la convivencia de conveniencia. Las tiranteces entre Mañueco e Igea se han evidenciado pocas veces. Pero las había. Y han llegado a su colmo este fin de semana, cuando el primero decidió cesar a su segundo.
Tenemos muchos casos de gobiernos de este tipo. Y siempre se insisten los portavoces en que todo va bien. Este año ya se fragmentó el Gobierno central con la dimisión de otro vicepresidente, Pablo Iglesias, campeón de la oratoria.
Como Pablo Iglesias, Igea había ganado mucho protagonismo. A pesar de su voz nasal, Igea fue nombrado portavoz del Gobierno regional. Era más conocido por esta faceta que como consejero de Transparencia, Ordenación del Territorio y Acción Exterior.
La pandemia hizo que Igea y su compañera de partido y consejera de Sanidad, Verónica Casado, monopolizaran las intervenciones públicas. Solapaban al presidente en exceso. Su primer enfrentamiento surgió en septiembre cuando Fernández Mañueco mostró en púbico sus discrepancias con la gestión de la Consejería de Sanidad. Se paralizó entonces la reforma sanitaria en el medio rural, algo que movilizó a toda la Comunidad. Aún quedan pancartas en los pueblos como protesta.
Pero del rimbombante cargo de Igea apenas se conoce avance alguno en la ordenación del territorio; con todo el trabajo que hay por hacer en este campo. Sólo la Consejería de Fomento parece haber empezado con planes de transporte colectivo por comarcas.
Igea me recuerda al alcalde que tuvo Segovia en la legislatura 1999-2003, José Antonio López Arranz. También centrista y sanitario. Estaba en franca minoría. Tan sólo había logrado dos concejales: él y Ana Pastor. El PP le cedió el sillón de alcalde y la Concejalía de Urbanismo respectivamente. Acumulaban todo el poder municipal. Tanto que dejaron preso al PP. Y tan tocado quedó este partido que no ha vuelto a gobernar en la ciudad por muchos candidatos con los que ha ensayado.
Al igual que Igea de portavoz, López Arranz daba ruedas de prensa todas las semanas. Generaba muchos titulares de prensa con sus declaraciones, graciosas y ocurrentes. Pero apenas gestionaba. Es verdad que estaba atado de manos porque no tenía respaldo de administraciones superiores. Los gobiernos locales, si van de independientes, no llegan a ningún lugar. Y la ciudad languidecía.
Los votantes segovianos, que tienen muy en cuenta la frase evangélica ‘Por sus obras los conoceréis’, dieron la espalda a los dos socios de gobierno entonces: PP y CDS. El PSOE lleva desde entonces cinco legislaturas sin soltar el bastón de mando. Si necesita un socio, le entrega lo mínimo.
Igea estuvo a punto de liderar Cs tras la salida de Rivera y sus diferencias con la líder emergente, Inés Arrimadas. Demostró ahí su personalidad política. Pero sobre todo se le recuerda por desempeñar un papel clave como verdugo político de Silvia Clemente. Fue capaz de soltar el arnés con el que la multiconsejera segoviana había escalado en el PP. Sacó a la luz supuestas irregularidades internas en el partido naranja. Pero Igea no logró el mismo resultado con su compañera salmantina María Montero, a la que calificó de tránsfuga y que a punto estuvo de dar la vuelta al Gobierno con la moción de censura promovida por Tudanca en marzo.
Por su parte, la moderación de Verónica Casado la hizo granjearse el aprecio de muchos ciudadanos. Aunque tanto en el PP como en el PSOE decían que le venía grande la Consejería de Sanidad, sobre todo con la pandemia. Con Carlota Amigo también hubo roces en el Gobierno sobre las ayudas a las personas afectadas por Ertes. Tuvo que intervenir Mañueco para hacer un ‘Ayuso’ en la imposición del horario de queda, más largo que el que pedía la Consejería de Sanidad, y también Pedro Sánchez. Llegó a los tribunales.
Quizá ahora también Fernández Mañueco ha querido emular a su colega y vecina de Comunidad, y ensayar la posibilidad de gobernar en solitario aprovechando los resultados favorables que le dan las encuestas más recientes.