Maureene y Gary Beals muestran el mapa de Estados Unidos junto a Ricardo Crescenzo. / KAMARERO

Si a Gary Beals le dieran la opción de cenar con una persona viva o muerta a lo largo de la historia, tiene clara su respuesta: “Donald Trump. Muerto”. Con ese humor negro a cuestas este americano cumple hoy 77 años, el día en el que Estados Unidos decidirá si da cuatro años más al presidente Trump o entierra su mandato en el baúl de la historia. El deseo de la comunidad estadounidense en Segovia, en torno a medio centenar de personas censadas, es que Joe Biden gane las elecciones.

Tras servir en las fuerzas aéreas estadounidenses en Torrejón o Zaragoza, Gary, graduado en relaciones públicas, y su esposa, Maureene Beals, organizadora de eventos, se mudaron a España a finales de 2003. Su apuesta por el turismo cultural, recreando escenas históricas, se vio tocada por la crisis, pero ahora están en una situación estable que les permite vivir en Segovia con las rentas de sus dos casas en California. Su primera conclusión de la ciudad es clara: “Esto no es México; si quieres aprovechar tu tiempo aquí, ya puedes hablar español”.

El neoyorquino Ricardo Crescenzo, director de un centro de estudios hispánicos en Segovia –cerrado por la pandemia– vino a España a estudiar filología hispánica y se quedó por amor. Casado con una peluquera segoviana, pone en valor la facilidad para adaptarse a España. “Es muy sencillo vivir aquí. No echo de menos EE UU y veo más a la familia ahora que cuando estaba en Minnesota. La calidad de vida es mejor aquí que en América con el mismo trabajo”. En esa calidad de vida subrayan el ámbito social y Maureene recuerda cuando un español le preguntó cómo se dice sobremesa en inglés: “El hecho de que no tengamos un concepto para conversar después de comer dice mucho de nosotros”.

Los estadounidenses son producto de una cultura competitiva. “Tenemos mucha prisa para lograr éxitos y ganar dinero, como individuos y como nación. Asumir riesgos está considerado como algo bueno”, subrayan Maureene, de 66 años. Ejemplos como Bill Gates o Steve Jobs legitiman esa necesidad ganadora y matizan la idea de fracaso, algo que contraponen a la sociedad española. “Aquí la aspiración a ser funcionario persigue más la estabilidad que ganar a toda costa. Y el fracaso es mucho más difícil de asumir”.

EE UU tiene un sistema electoral muy particular. Lo primero que señalan es que vota menos población que en España. La campaña de este año marca un tono distinto porque el movimiento Black Lives Matter y entidades de todo tipo como la NBA se han movilizado en pos de una mayor participación, con campañas para que las clases menos favorecidas se registren –requisito imprescindible para el sufragio– antes de las elecciones. El ganador de un Estado, aunque sea por un voto, se lleva todos los escaños para elegir presidente y los suyos (California y Nueva York), como tantos otros, tienen un color definido desde hace años; en este caso, demócratas. Las elecciones se deciden en unos pocos Estados (Swing States) disputados; por eso fue posible que Trump, republicano ganase en 2016 pese a que Hilary Clinton recibió más votos.

Con perspectiva, desgranan los motivos para la elección de Trump. Ricardo, de 61 años, habla de “un retroceso racista” y de la forma “no abierta” en la que el presidente defiende la supremacía blanca: “Mucha gente no podía aceptar la idea de un negro liderado el país. Si hablas honestamente con alguien, te dice que el racismo existe”. Maureene define la creciente diversidad étnica del país, sobre todo con una gran población latina, como una causa para que cierto electorado se ponga a la defensiva. “Hay quien ve un movimiento para darles beneficios a expensas del hombre blanco trabajador . Por eso votaron por el ‘cambio’. Pero no se dan cuenta de dentro de poco los blancos seremos minoría”. Y añade una razón de género respecto a Hilary Clinton: “Los hombres temen a las mujeres fuertes”.

Gary Beals: “Pido perdón, este narcisista miserable de Trump no representa mis ideas ni lo que yo pienso como estadounidense”

Tras la elección de Trump, Gary puso la bandera estadounidense a media asta en su balcón y pedía perdón a todo segoviano que se encontraba. El mensaje era claro, y sus dos compatriotas asienten al oírlo: “Yo vine a España a aportar algo y este narcisista miserable no representa mis ideas ni lo que yo pienso como estadounidense”. Y desmontan sus grandes eslóganes. America First (América primero): como si para el resto de presidentes no lo hubiera sido. Make America Great Again (hacer América grande de nuevo): como si hasta él no lo fuera. Define su amor a España, pone en valor su progreso desde el fin del Franquismo y se define como un “patriota dual”: 50% americano y 50% español.

La herida democrática

La coincidencia que ven en ambos lados del Atlántico es un ambiente más enrarecido cuando toca tratar ciertos temas. “Es cada vez es más difícil hablar de política de un modo civilizado, lo mismo ocurre en España. No podemos expresar simples desacuerdos”, sostiene Ricardo, que lamenta el tránsito de discutir opiniones a discutir los hechos, algo sin precedentes hasta Trump.

Todos desean el triunfo de Biden, pero no se atreven a vaticinar ningún resultado ante el fallo de los sondeos en las elecciones de 2016. Esperan que los votantes que entonces se definieron como electores ocultos de Trump hayan salido a la luz en estos cuatro años y los sondeos actuales, que dan el triunfo al exvicepresidente de Obama, sean más fiables.

«Tengo una tendencia a ser optimista, pero voy a esperar. Los españoles me han enseñado que se puede ser pesimista”, subraya Gary. Su esposa desea una participación masiva. “Si todos los votantes registrados depositan su voto, siempre ganarían los demócratas. Punto”.

Ricardo Crescenzo: “Si después de estos cuatro años la gente no ha cambiado de opinión, estaríamos dejando de ser América”

Ricardo analiza la herida abierta desde 2016. “EE UU es menos democrático hoy de lo que era hace cuatro años. No quiero pensar qué pasaría en otros cuatro años”. Dado su impacto en la gobernanza mundial, ningunas elecciones tienen tanto peso en ciudadanos de otros países. No hay otras elecciones que condiciones más la vida de personas sin derecho a voto en ellas. Por eso Gary recurre al tópico de qué es EEUU para los canadienses: es compartir cama con un gran elefante dormido que parece adorable pero que puede aplastarte cuando se gira.

Si Trump es derrotado, les amarga pensar que solo lo sea por su mala gestión de la pandemia y no por un cambio en los valores que le auparon al poder. Lamentan esa idea de no llevar mascarilla como síntoma de “machote” o el impacto que ha tenido en muchos compatriotas la falta de un sistema nacional de salud con las coberturas europeas. Los tópicos siguen en pie: “Mucha gente se opone a que un vago tenga cuidados médicos”. Aunque ello suponga que muchos estadounidenses no hayan tenido acceso al tratamiento necesario contra el coronavirus o que otros que lo han padecido hayan recibido el alta junto a una factura de un millón de dólares.

Maureene Beals: “Tenemos prisa por lograr éxitos y ganar dinero, como nación y como individuos. El riesgo está considerado como algo bueno”

¿Cómo celebrarán la derrota de Trump o llorarán su reelección? “Una botella de vino es una buena solución para ambos escenarios”, subraya Ricardo. No son unas elecciones más, definirán el alma nacional en un momento crucial. “Si cuatro años de esto no han servido para cambiar la opinión de la gente, entonces sí es realmente decepcionante. Algo estará mal de verdad”, subraya el profesor. Marieene añade: “Estaremos dejando de ser América”. Y Gary, que no quiere soplar las velas de un cumpleaños amargo, volvería a pedir perdón. Aunque espera no hacerlo.

Biden lidera los sondeos

Las encuestas para la presidencia de Estados Unidos sitúan a Joe Biden, vicepresidente de Barack Obama entre 2008 y 2016, con 7,2 puntos de ventaja sobre Donald Trump. Es la media de Real Clear Politics, una de las principales webs estadounidenses sobre política.

Pese a que Biden ganara el voto nacional, la clave estará en unos pocos Estados que marcarán la diferencia, pues el ganador de cada uno se lleva a todos los compromisarios en liza para la elección del presidente. En total, son 538; el mínimo para la victoria está en 270.