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El devenir histórico de Cataluña: de Wifredo el Velloso al prófugo de Waterloo

por Félix García de Pablos
8 de octubre de 2023
en Segovia
Escamots, las juventudes paramilitares de ERC.

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El problema catalán es antiguo y mucho se ha escrito durante estas últimas semanas, sin embargo yo quisiera dar una visión distinta. Indudablemente que la Península Ibérica forma una unidad geográfica que se presta para servir de sede natural de un pueblo. No obstante, esta unidad ha tardado siglos en realizarse pero de una manera particular. El Imperio Romano no consiguió romanizar toda esa Península, al igual que los reinos visigodos, mientras que en el año 711 con la invasión musulmana quedó dividida en dos civilizaciones, y lo más importante se acabaron creando tres Monarquías: Portugal, Castilla y Aragón.

En 1516 se nombra a Carlos I rey de Castilla, comienza la dinastía de los Austrias, aunque la Corona de Aragón, Navarra y las provincias vascongadas conservaron sus Instituciones. Los Austrias se aprovecharon de la riqueza de Castilla para mantener la hegemonía en Europa, de manera que Castilla debía soportar en exclusiva el coste del Imperio tras la derrota de los Comuneros, dado que el resto de los territorios no contribuían al mantener su autonomía institucional. La llegada de los Borbones, tras la Guerra de Sucesión, determinó la promulgación de las Decretos de Nueva Planta por el rey Felipe V entre los años 1707 y 1716, donde se abolieron las Instituciones de la Corona de Aragón, manteniéndose las instituciones vascas y navarras. El nombramiento de Isabel II como reina en 1833 determinó el surgimiento de las Guerras Carlistas, de modo que en una primera etapa con la Ley de 16 de agosto de 1841 desaparece el Reino de Navarra con sus instituciones para convertirse en una provincia, y en una segunda con la Ley de 21 de julio de 1876 se abolirían los fueros vascos.

Sin embargo, la Guerra de la Independencia, las Guerras Carlistas y la emancipación del Imperio Americano convirtieron a España en una nación sin protagonismo en la escena europea y mundial.
España en el siglo XIX carecía de un mercado nacional para favorecer la industrialización y tampoco disponía de medios financieros para propugnar un desarrollo económico equilibrado del país, solamente despegó la industria textil en Cataluña y más tarde se produjo la creación de la siderurgia en Bilbao, mientras que el centro y sur de la Península quedaron relegadas a vivir de la agricultura y la ganadería. La estructura económica de España quedaba definida, las regiones industrializadas quedaban situadas en la periferia peninsular.

Manifestación en Barcelona a favor de Solidaritat Catalana.
Manifestación en Barcelona a favor de Solidaritat Catalana.

El reinado de Isabel II (1833-1868) fue un intento frustrado por instaurar el liberalismo en España, un fracaso debido a la corrupción del sistema, el fariseísmo de las clases dirigentes, que no resolvieron los problemas derivados de la falta de cohesión territorial, los regionalismos y las reivindicaciones del movimiento obrero. El desastre de Cuba en 1898 reveló el declive de España, convertida en una nación de analfabetos y mendigos, como denunció la generación del 98, mientras que regeneracionistas ponía sus miras en Europa en busca de soluciones reales.

Los nacionalismos que surgen en España en el siglo XIX no derivan de la oposición a una potencia dominante sino el deseo de revivir las culturas y las lenguas regionales, estimulado por el Romanticismo. La modernización y la industrialización se vieron como unas formas de pervivir la esencia de una región, pero sin embargo del provincialismo se pasó rápidamente al regionalismo y, por último al nacionalismo. Pierre Vilar ya señaló que las raíces del nacionalismo catalán hay que buscarlas en la estructura española del siglo XIX. Este nacionalismo nace como consecuencia del desarrollo económico desigual y de la localización en la periferia de la industria nacional. La industria española era la industria catalana, la cual exigía una protección, y sin embargo la burguesía catalana, industrial y moderna, se sintió aislada, dado que las clases dirigentes estaban formadas por la aristocracia terrateniente y los especuladores. Los industriales catalanes conquistaron el mercado español y aspiraban a regenerar España. El fracaso en convertirse en la clase rectora de España, determinó que la burguesía catalana se viera obligada a crear su propio Estado, el sueño de Cambó al fundar la Lliga Regionalista a principios del siglo XX. En el mismo sentido, entre los años 1880-1900 Vizcaya se convertía en la segunda región industrial de España, el nacionalismo vasco surge como la reacción de una región económicamente desarrollada contra la hegemonía de un centro político atrasado.

El coronel del ejército Francesc Macià, posteriormente presidente de la Generalitat a quien sucedió Companys, a su derecha.
El coronel del ejército Francesc Macià, posteriormente presidente de la Generalitat a quien sucedió Companys, a su derecha.

En efecto, lo que revelan los movimientos regionalistas de finales del siglo XIX es la reacción ante un centralismo instaurado por los liberales, mientras la clase dirigente utilizaba falsamente la figura de Castilla para identificar los valores de la nación. Las reivindicaciones de vascos y catalanes se veían como un atentado a la unidad nacional y surge el antagonismo entre el centro y la periferia peninsular. Sin embargo, en el fondo latía el desarrollo económico desigual entre el centro y la periferia, lo cual generó enormes dificultades para la construcción de un Estado moderno. No obstante, estos problemas ocurrían en otros países europeos, como en Francia. Allí, la Escuela, el servicio nacional y el 14 de julio como fiesta nacional, crearon un sentimiento nacional (escuela, valores y símbolos). En España, por el contrario la conciencia de pertenecer a una comunidad nacional no se vivió con tanta intensidad.

Los autores de la Generación del 98 soñaron con regenerar España, la revolución de 1868 no había cambiado nada y la Restauración de los Borbones en 1875 tampoco, y los regeneracionistas con Joaquín Costa a la cabeza abogaron por la escuela y despensa, pero el turnismo político continuó y con ello la decadencia. La “España del siglo XX es una España invertebrada”, decía Ortega y Gasset en 1917. Los nacionalistas catalanes pensaron que había llegado el momento de convertir a España en una nación moderna, donde disponer además de un estatuto de autonomía. El jefe de la Lliga Regionalista catalana, Francesc Cambó, propuso un debate parlamentario para reformar la Constitución en 1918. El fracaso de la reunión de parlamentarios en Barcelona generó un gran descontento, Cambó volvió a reanudar las campañas a favor de la autonomía de Cataluña. En 1892 se habían aprobado las Bases de Manresa como proyecto de constitución regional por iniciativa de la Lliga de Catalunya, mientras que en 1914 un Real Decreto creó la Mancomunitat de Catalunya (1914-1925), como una entidad que agrupaba las cuatro Diputaciones catalanas en un ente regional.

Francesc Cambó.
Francesc Cambó.

En efecto en1911, Enric Prat de la Riba, presidente de la Diputación Provincial de Barcelona desde 1907 y uno de los dos líderes de la Lliga Regionalista junto con Francesc Cambó, decidió impulsar una vieja reivindicación catalanista, agrupar las Diputaciones en un ente regional. La Mancomunidad se constituyó el 6 de abril de 1914 bajo la presidencia de Enric Prat de la Riba. Según su propio estatuto, la Mancomunidad de Cataluña constaba de una Asamblea General, formada por 96 diputados de las cuatro diputaciones, un presidente y varías consejerías que gestionaban las competencias.
La Mancomunitat de Catalunya tenía carácter simbólico, pero supuso la ruptura del mapa territorial anterior de España. A fin de conseguir una capacidad legislativa de la que carecían, Francesc Cambó, líder de la Lliga tras la muerte de Prat de la Riba en 1917, lideró la redacción de un proyecto de estatuto para Cataluña. Este estatuto, redactado por la Mancomunidad y por los parlamentarios catalanes, fue aprobado el 26 de enero de 1919, pero rechazado posteriormente por las Cortes españolas.

Sin embargo, a partir de 1917 asistimos a la formación de un catalanismo popular y un nacionalismo de izquierdas. Francesc Macià creó la Federación Democrática Nacionalista, embrión del Estat Català, mientras que Luis Comanys organizaba la Unio de Rabassaires. La opinión pública acogió la Dictadura de Primo de Rivera con resignación dada la impopularidad de los políticos, pero al final aquella dictadura quedó desacreditada por los intelectuales, mientras que la II República tampoco consiguió solucionar los problemas seculares de España, España quedaba dividida en dos bloques antagónicos e irreconciliables.

Manifestación por el 1 de octubre en Barcelona.
Manifestación por el 1 de octubre en Barcelona.

Las elecciones municipales de abril de 1931 supusieron un vuelco en el sistema de partidos en Cataluña ya que la conservadora Lliga Regionalista (que pronto cambiaría su nombre por el de Lliga Catalana) perdió la hegemonía que hasta entonces había ostentado que pasó a Esquerra Republicana de Cataluña, cuyo líder Francesc Macià, proclamó en Barcelona el 14 de abril la República Catalana. Tras negociar con los tres ministros enviados por el gobierno provisional Macià aceptó rebajar sus pretensiones a cambio del restablecimiento de la Generalidad de Cataluña, que fue realizado por la Ley aprobada el 9 de septiembre de 1932 por las Cortes. Por último, el 6 de octubre de 1934 tuvo lugar en Barcelona la proclamación del Estado Catalán dentro de la «República Federal Española» por parte del presidente de la Generalidad de Cataluña, Lluís Companys. Estos hechos se encuadran dentro de la huelga general revolucionaria iniciada el día 5 de octubre y son posteriores a la entrada de la CEDA el 4 de octubre en el gobierno de la República, en virtud de sus resultados en las elecciones generales de noviembre de 1933. Ahora asistimos atónitos a la continuación de esa deriva por parte de los mismos partidos, Esquerra Republica y los sucesores de Lliga, queda por determinar el comportamiento de los segovianos ante estos acontecimientos, que ya adelanto no debe ser la pasividad ni asumir la posición de los partidos nacionales que nos han traído hasta aquí.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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