En las últimas décadas del siglo XIX existió en Segovia un curioso mueso de visita obligada a cuantas personalidades visitaban la ciudad. Ubicado en la casa de Juan Bravo, su propietario, Nicolás Duque Peláez, sastre de profesión, consagró su vida a la compra-venta de antigüedades reuniendo la valiosa colección de herrajes que exponía en el Museo de Hierros Viejos y alcanzó tal notoriedad que llegó a ser distinguido como Comendador de la Orden de Isabel la Católica.
El señor Duque destacó tempranamente en Segovia por su afición a la numismática, como tal se le cita en el libro EL ALCAZAR DE SEGOVIA, de 1861, escrito por el profesor de segunda enseñanza José Losáñez. En el capítulo dedicado al Acueducto, donde su autor estudia la relevancia de la ciudad en la época romana, describe las monedas acuñadas con la inscripción Segovia: “otras monedas iguales a las anteriores tienen en su poder D. Nicolás Duque, vecino de esta ciudad… ha logrado reunir á fuerza de desvelos, viajes y desembolsos… 8 medallas y monedas de oro, 800 de plata, 3000 de cobre, además de otros muchos objetos como ánforas, brazaletes etc…”.
EL MUSEO Y LA EXPOSICIÓN HISTÓRICO-EUROPEA
Su faceta de anticuario le llevó a recorrer los pueblos de nuestra provincia, y otras limítrofes, buscando todo tipo de herrajes antiguos con los que logró reunir su extraordinaria colección. Cuando ya era considerado como un experto anticuario formó parte de la Comisión Provincial de Arte Antiguo, creada en 1878 para preparar la participación de Segovia en la Exposición Universal de Paris, y llegó a ser distinguido como Comendador de la Orden de Isabel la católica el 6 de marzo del año siguiente.
Su fama y reconocimiento traspaso nuestras fronteras, después de que participara en la exposición Histórico-Europea que se celebró en el Palacio de Biblioteca y Museos Nacionales, con motivo del IV centenario del descubrimiento de América, inaugurada el 11 de noviembre de 1882. Su colección, presentada bajo el titulo Hierros Viejos del siglo IX al XVIII, ocupaba la sala 21 de palacio con un total de 111 cuadros donde se exponían, clavos, aldabones, cerraduras, llaves, herrajes de puertas, rejas, arcas, joyeros y chapas repujadas para columnas. La estrella de la sala era una caja forrada en cuero, con tres cerraduras y pestillos góticos y rematada en sus aristas con herrajes en forma de concha; esta bonita pieza fue cedida en su día por el marqués de Villena, Juan Pacheco, al Monasterio del Parral, donde finalmente la adquirió D. Nicolás. La pieza que puede apreciarse en el primer plano de la foto tomada en la sala XXI de la exposición y fue reproducida en sendos reportajes aparecidos en revistas de la época como La Ilustración Española y Americana y La Ilustración Artística, de donde están sacadas las fotos de los herrajes. La exposición fue clausurada el 30 junio 1893; de ella se publicó un catálogo general y se guardó un reportaje fotográfico, aunque incompleto debido a que la iniciativa se tomó cuando ya se estaban desmontando muchas de las salas. Del catálogo publicado, que contine la descripción de todas las piezas exhibidas en sala XXI y su procedencia, me permito señalar la número 44, “Reja adquirida en Carbonero el mayor (Segovia), está formada por hierros planos doblados en volutas, Siglo XIV”, aunque no es de las más relevantes, la referencia a ella me condujo hasta este ilustre segoviano cuya fama duerme en el olvido.
Todo parece indicar que la colección no volvió a Segovia, quedando depositada en el Museo Arqueológico Nacional durante 25 años, así lo refleja el boletín de la Institución Libre de Enseñanza, de 30 de septiembre del año 1900; en un artículo dedicado al trabajo de herrería en la edad Media: “puede verse en el Museo Nacional Arqueológico una riquísima colección formada en Segovia por D. Nicolas Duque…”.
Entre las noticias de prensa de aquella época, el diario El Correo en su edición de 29 de junio de 1886, destaca en cabecera la restauración de El Alcazar, que después de dos años de obras recobraba su primitivo aspecto tras el devastador incendio que lo dejara en ruinas; ya estaba terminada la cámara señorial y la torre de Juan II. Compartiendo protagonismo con esta información aparecía: “ otra de las novedades es la colección de hierro viejos de D. Nicolás Duque, modesto industrial que ha pasado la vida entre el obrador y las investigaciones artísticas, consiguiendo reunir en lo que fue oratorio del comunero Juan bravo, antigua y casi derruida casa de los marqueses de Paredes, un pequeño museo de clavos, cerraduras, aldabones, llaves y escudos, cuyas labores varían desde lo más tosco a lo más acabado; desde los trabajos a cortafrío hasta los primorosos calados del cincel”.
En aquellos años, el Museo de Hierros Viejos era visita obligada de cuantas personalidades visitaban nuestra ciudad, entre ellas podemos citar a Emilio Castelar, quien en su visita a Segovia en el año 1889, dejó una curiosa dedicatoria en el libro de visitas del museo: “ Habíamos admirado el hierro nativo, el hierro glóbulo colorante de la sangre nuestra, el hierro arado, el hierro camino, enfrente del hierro espada que hiere ó del hierro potro que martiriza. Desde hoy, los hierros transformados por el ciclópeo martillo de nuestros padres, pediremos á Dios que sólo sirva el hierro para rusticar y transformar”, cita aparecida en el Diario de Murcia, de 6 de agosto de 1889.
Por su parte el cronista Carlos de Lecea, en su obra La cueva de Santo Domingo Guzmán también incluye alusiones a nuestro protagonista: “la colección de hierros antiguos del segoviano D. Nicolás Duque, las llaves árabes existentes en nuestros museo -provincial- y las que conserva el ayuntamiento de Sepúlveda, fueron descritos en muy notables artículos, publicados en 1893, en un periódico político de Madrid, por el competentísimo arqueólogo D. E. Leguina”.
LA VENTA DEL MUSEO
Con la participación del Sr Duque en La Exposición Histórico-Europea, su colección de “Hierros viejos” paso a ser admirada y codiciada fuera de nuestras fronteras y los rumores de venta al extranjero eran noticia habitual en la prensa de la época. Así, el periódico segoviano “El Carpetano” en su edición de 30 de diciembre de 1891 publica una carta de D. Nicolás quejándose de una falsa noticia aparecida en El Adelantado de Segovia acerca de la venta de su museo; “… se asegura que mi museo de hierros auténticos ha sido vendido por 30.000 duros. Nada de eso, mal informado está el autor de la peregrina noticia. Se me han hecho ofertas por valor de 16.000 duros y las he rechazado porque no me convenían. Pueden estar tranquilos los segovianos, que en tanta estima tienen mi museo, pues está donde estaba, y estará hasta que se le traslade de Castilla la Vieja a Castilla la nueva, evitando (aun cuando no es joya, ni mucho menos) que pase a enriquecer un museo extranjero.”
Por su parte, El Diario de Avisos de Segovia también se hace eco de esta preocupación en un artículo publicado en verso, algo habitual en la prensa de la época, con fecha de 24 de septiembre de 1903: HIERROS VIEJOS. Nueve siglos en hierros atesora/tan especial y clásico museo,/ ¡nueve siglos! Edad devastadora/ ante la cual el hombre es un pigmeo;/ si fuese fácil que la fama ufana/ á el antro del pasado descendiera/ llamando al arte con su voz lozana/ sus lauros para Duque se trajera./ En cambio aquí, tal vez por apatía/ dejaremos llevar esos primores/ para que brillen fuera cualquier día/ en los palacios de opulentos lores./ Fernando Rivas.
Gracias a su museo, el señor Duque consiguió una gran consideración entre personalidades de la época, políticos, artistas, escritores que en su paso por Segovia incluían siempre una visita a su famosa colección de Hierros Viejos, como él siempre quiso llamarla, y escribían sus impresiones en un libro de visitas que su propietario atesoraba como su bien más preciado.
Los temores de la venta de la colección de “Hierro viejos” se hicieron realidad pocos años después del fallecimiento de Nicolás Duque, el 21 de abril de 1893. Por aquellos años la familia no atravesaba un buen momento económico y su viuda, María Berzal Redondo, decide vender un extenso jardín de más de dos mil metros cuadrados, situado en San Millán en el sitio denominado La Canaleja, hoy calle del Doctor Pichardo, que sería parcelado para la construcción de edificios. Le seguirá la venta de la colección, en 1907, inmediatamente después de que su viuda la retirase del M.A.N. para facilitar la transacción. Este desafortunado acontecimiento fue recogido por muchos periódicos de la prensa nacional, un buen ejemplo de ello es el artículo aparecido en El Adelantado de Segovia, bajo el título Riquezas segovianas, con fecha de 10 de mayo de 1907, replicando una noticia aparecida en el “El liberal” de Madrid: “..la hermosísima colección de hierro antiguos, con tanto arte y entusiasmo reunida por aquel inolvidable segoviano Nicolás Duque, padre de nuestro querido amigo el conocido industrial don Julio, acaba de ser vendida al extranjero…. Era la admiración de los extranjeros que visitaban nuestro viejo rincón segoviano. En el álbum de aquel primoroso museo dejaron sus impresiones, altamente laudatorias para el señor duque, los más ilustres literatos, políticos y artistas de Europa…. Los famosos hierros segovianos darán testimonio de la incuria nacional, que permite que sean enajenadas á otras naciones joyas valiosísimas…” la indignación por la venta del museo al extranjero alcanzó a la clase política, propiciando la aprobación de algunas medidas legislativas dirigidas proteger el patrimonio nacional.
Poco después podemos leer en el diario Ejercito y Armada, 25 de septiembre de 1908. “Durante mi estancia en Londres tuve ocasión de ver expuesta en Conduit Street la admirable colección de herrajes artísticos españoles de la Edad Media y el Renacimiento adquirida por los directores de la Galería de Arte Español en Londres”.
En el mismo sentido, la venta del museo también fue reflejada por el prestigioso arqueólogo Enrique Leguina en su libro Obras de Hierro; en efecto, el varón de la Vega de Hoz comenta: “también la notable colección de hierros que presentó el anticuario don Nicolás Duque, la cual por cierto ha sido perdida para España, pues la ha adquirido la galería de Arte Español, de Londres, donde ha de proporcionar a los artistas elementos y motivos de ornato y recursos de ejecución, figuraba una caja de hierro, con todas sus aristas terminadas en conchas, que aun cuando perteneciese al último periodo del estilo ojival, tenía unas sobrellaves con detalles del Renacimiento.”
EXPERTO EN NUMISMÁTICA.
El Sr Duque era citado en las publicaciones de la época como anticuario, una veces, y arqueólogo otras, especialmente en la especialidad de numismática. Así, en el Estudio histórico acerca de la fabricación de moneda en Segovia de Carlos de Lecea podemos leer: “referente á la lápida romana existente en la tejera que fue de Pérez, el hallazgo en la misma tejera de bastantes monedas romanas, entre las cuales había alguna de las descritas arriba con la palabra Segovia, que pasaron a poder del anticuario D. Nicolás Duque, celoso descubridor de importantísimos objetos arqueológicos… conservaba, entre su colección numismática, dos monedas de plata de tamaño un poco mayor que dos reales, cuya figura y dibujo graba en la misma nota, halladas la una en la misma tejera, y la otra un poco más abajo, en arroyo clamores, inmediato al que fue hospital de Sancti Spiritus”.
En la misma línea, la Sociedad Económico Segoviana de Amigos del País, bajo la presidencia de Ezequiel González, decide afrontar en 1885 el estudio de la cartela del acueducto con el objeto de dilucidar sobre la inscripción que en su día formaba parte del acueducto y aportar, tal vez, datos concluyentes acerca de la fecha de su construcción. Los trabajos dibujaron con precisión los huecos donde se enclavaban las letras y reconocieron los nichos que posee la cartela, encontrándose en el fondo fragmentos de vasijas de barro y varias monedas romanas, entre ella una muy gruesa, de cobre, muy bien conservada, con un busto de bastante relieve y una inscripción, y en el reverso una figura de cuerpo entero sentada en una silla. Con objeto de descifrar bien las inscripciones, se acordó llamar al señor Nicolas Duque, “vecino de esta ciudad y persona de grandes conocimientos en numismática”, quien la clasificó diciendo que era del emperador Gordiano III del año 238 de la era cristiana.
Como anticuario, el señor Duque compraba todo tipo de piezas, especial mención merece una pieza de cerámica que también pasó a engrosar la lista del patrimonio que viajó al extranjero sin billete de vuelta. Se trata de un plato cerámico de la cultura celtibérica; a ella hace alusión también nuestro cronista Carlos de Lecea en su libro Memorias de la Industria Segoviana: “nueve o diez años hará que al profundizar la tierra de uno de los jardines de esta Ciudad, se encontró el notabilísimo plato arriba indicado. El anticuario don Nicolás Duque, á cuyo poder fue, por virtud de compra, le hizo copiar fotográficamente y remitió ejemplares á Madrid, á Paris y á otros puntos.” El plato fue adquirido después por Mr. Stanislas Baron, quien lo confió para su estudio al arqueólogo Alois Heiss, publicando sus conclusiones en la Gazzette Archeologie, 1888, de París donde concluía que el mencionado plato era único en su género: “á être le premier á faire connaître un monument céramique et épigraphique, peut-être unique et en tout cas d’un grand interêt archeologique” Alois Heiss.
Sin duda, Nicolás Duque Peláez fue un segoviano notable en su época. El valioso patrimonio histórico-artístico que atesoró tuvo un triste destino, pasando a engrosar galerías y palacios más allá de nuestras fronteras. En este repaso por su vida me queda la duda de saber quién podrá conservar el libro de visitas de su museo, tal vez los descendientes de alguno de sus seis de sus hijos, entre ellos el conocido reportero gráfico Julio Duque Berzal, pues pienso que ese documento que tanto apreciaba no habría sido enajenado.