FOTOS: JOSÉ ANTONIO SANTOS
FOTOS: JOSÉ ANTONIO SANTOS

La esbelta torre campanario de Santa María de la Cuesta se ve desde lejos al llegar a Cuéllar al estar asentada en lo más alto de una colina y fuera de los muros de la ciudad, de ahí viene el nombre “de la cuesta”. El enclave es precioso, detrás de la silueta de la torre se despliega un mar verde de pinos resineros o negrales en la mayor extensión de Europa que alcanza cerca de las 12.000 hectáreas. La escritora Marta Sanz denominó a Cuéllar con una imagen que ilustra muy bien la sensación que evoca “Isla mudéjar en mar de pinares”.

En el s. XIII el creciente comercio con la lana creo en Cuéllar un auge económico gracias al cual se construyeron más de una decena de iglesias en menos de un siglo, un crecimiento sin precedentes que convirtió a la villa en un centro destacado. Ocurrió además justo en el periodo en el que la presencia musulmana predominaba. Investigaciones más actuales nos descubren un origen anterior ya que han encontrado un documento de 1078 en el que unos vecinos donan tierras al monasterio de Santa María de la Cuesta.

Mudéjar es un término que se refiere a los musulmanes a los que se les permitía seguir viviendo entre los cristianos y conservar su religión. También el término se refiere al estilo arquitectónico (s. XII- s. XVI) que mezclaba elementos del arte cristiano y la ornamentación árabe. El rasgo más destacado de la arquitectura mudéjar es el uso de materiales humildes como ladrillo y mampostería o la madera y el yeso para decorar los interiores. La decoración árabe disimulaba la pobreza del material con arcos ciegos, impostas (fila de sillares sobre la que se asentaban los arcos), hundimientos. Gran parte de ellos eran realizados por alarifes (palabra de origen árabe que se refería a los maestros de obras o arquitectos) mudéjares ya que eran mano de obra bien cualificada, rápida y barata. El alarife era más cercano al albañil en oposición con la cantería. Más tarde los propios cristianos fueron aprendido poco a poco el oficio y formando distintos talleres. Me gusta pensar cómo convivían y trabajaban juntos musulmanes y cristianos en la próspera villa de Cuéllar al construir iglesias como la de Santa María de la Cuesta.

El mudéjar de Santa María de la Cuesta

La fragilidad de los materiales mudéjares hizo que muchos monumentos de Cuéllar quedaran en un estado ruinoso con el paso del tiempo y exactamente así ocurrió con Santa María de la Cuesta. Gracias a varias fases en la restauración de la Junta de Castilla y León, la más reciente y completa a finales del 2021, podemos finalmente disfrutar de la iglesia junto al resto de joyas mudéjares que hay en Cuéllar, localidad conocida como la capital del mundo mudéjar. El conjunto de todas las actuaciones realizadas en esta iglesia de Santa María de la Cuesta desde sus inicios en 2001, han supuesto una inversión total, por parte del Gobierno autonómico, de un millón de euros.

El cuidadoso trabajo de picado de enfoscados y la liberación de tapiados ha sacado a la luz una importante riqueza mural con restos constructivos, pinturas y decoración escultórica de amplio valor histórico-artístico. La recuperación de la galería norte de ladrillo mudéjar está mostrando un momento constructivo fundamental para la iglesia, que entronca con todo un estilo de la fábrica de ladrillo cuellarana. A su vez, este pórtico en su extremo oriental ha revelado los vestigios de una capilla que, decorada por medio de un despiece arquitectónico en sus paredes en tiempo del gótico tardío, cerró una de las arcadas colocando un gran óculo que iluminaba este nuevo altar. Siguiendo con los hallazgos murales, destaca la liberación de las dos portadas románicas de la iglesia. La norte reutilizada y en parte mutilada, mantiene parte de sus arcos de medio punto y las columnas de fustes lisos que sustentan la arquivolta central. Del mismo modo, han aparecido restos de la configuración de antigua portada medieval situada al sur que también había sido tapiada por un mampuesto. Así se descubrió una sección que muestra un acceso propio del Románico pleno con un capitel decorado con esquematización vegetal en el que en un cimacio corrido apoya varias arquivoltas, con la central decorada en puntas de diamante. Estos hallazgos artísticos, dentro de su contexto estructural arquitectónico, ofrecen unas aportaciones que sitúan la iglesia dentro de una cronología más antigua de lo que se pensó en un principio.

El mudéjar de Santa María de la Cuesta

Actualmente, en la iglesia de Santa María de la Cuesta, nos damos cuenta de peculiaridades en detalles como la mezcla de materiales. Se puede observar dicha mezcla en la torre, que fue restaurada en el año 2001. Vemos su arquitectura mudéjar en las cenefas con filigranas de ladrillos junto a la cubierta, las aristas de sus esquinas y los casetones en ladrillo en la zona más baja de la torre. Sin embargo, está construida de calicanto o mampostería en la mayor parte, lo que le da un color más claro. Calicanto es un término que se refiere a una técnica en la que se unían las piedras con argamasa y sin seguir ningún tipo de orden. Es precisamente esa diferencia, el utilizar más calicanto que ladrillos, lo que diferencia a Santa María del resto de monumentos de Cuéllar. En cada cara de los cuatro lados se abren dos grandes huecos de medio punto en vertical, en el primero se encuentra el campanario, y sobre ellos está la única franja enteramente de ladrillo con arcos dobles más decorativos y finalmente la cubierta que es posterior.

Su ábside tiene un tramo recto y remata con un semicírculo. Es de estilo Románico y destaca su cabecera lisa con tres ventanales y numerosos canecillos de piedra caliza bajo la cubierta de teja a la segoviana. Los canecillos son las cabezas de las vigas que asoman al exterior de la fachada y sostienen las cornisas. En el caso de Santa María de la Cuesta rematan con bolas o nos sorprenden con un rostro humano o la figura de un músico sosteniendo con su barbilla el instrumento de cuerda con un gesto muy expresivo. Realmente se debería de hacer un estudio sobre los músicos representados en los canecillos en la provincia de Segovia, resulta curioso que existan más ejemplos en la provincia que en la ciudad de Segovia.

El mudéjar de Santa María de la Cuesta

En el interior contrasta el dorado retablo dedicado a las ánimas de Juan Correa, artista de Valladolid de fines del siglo XVII, con la sencillez de los muros blancos. Nos trasladamos al lujo barroco y su imaginería con la Inmaculada Concepción presidiendo el altar, flanqueada por San José y San Joaquín. También se encuentran varias obras procedentes del Convento de los Trinitarios y de la Iglesia de San Sebastián. Sobre la puerta del lado Oeste una pequeña ventana remarcada en ladrillos también confirma su origen mudéjar. La nave de la iglesia tiene una bóveda barroca, y anteriormente tuvo una cubierta de artesa mudéjar de la cual desaparecieron sus restos durante el incendio que destruyó el tejado en los años sesenta del siglo pasado.

Además de la iglesia, en sus orígenes tuvo un pequeño claustro, un camposanto en el lado derecho y un patio de arcos apuntados en el izquierdo. El camposanto se encontraba cercado por una gran muralla, conservada en parte. Según la tradición, sería un antiguo convento de los templarios.

El mudéjar de Santa María de la Cuesta

Santa María de la Cuesta es un buen motivo para visitar Cuéllar. Gracias a la Junta de Castilla y León y su labor manteniendo el patrimonio cultural de Segovia, podemos disfrutar de esta joya del Románico en buenas condiciones. La restauración incluyó desde problemas de filtraciones en la nave, galerías norte y sur y en la sacristía hasta liberar los pórticos cegados por mampostería de la galería norte o la falta de adecuación de las instalaciones y de estabilidad en la estructura de ascenso al coro.

De este modo, en lugar de acercarnos a una ruina, actualmente podemos pasear alrededor de la iglesia y recogernos en su interior frente a la Inmaculada. Nos trasladamos en un viaje en el tiempo, aproximándonos a distintas etapas de un pasado en el que confluían y convivían variadas culturas, admirando la labor de sus artesanos, imaginando a músicos y templarios, y paseando por una maravillosa tierra de pinares.