
A los 75 años de edad, ha fallecido en Madrid, el día 26 de febrero pasado, el violonchelista segoviano Joaquín Vidaechea Solís. Numerosos discípulos, compañeros de estudios y colegas repartidos por el mundo entero, desde Puerto Rico, Estados Unidos, y diferentes lugares de Europa y de España han compartido a través de las redes sociales su enorme tristeza por la pérdida de un maestro y un amigo, junto con recuerdos emocionantes que evocan al gran profesor que fue, con respeto, cariño y admiración. En Puerto Rico las muestras de pesar y agradecimiento han culminado con la emotiva dedicatoria del II Festival de Cuerdas, organizado por los profesores Pedro J. y Francisco J. Cabán Vales, antiguos discípulos de Joaquín, al que consideran “un sabio, un verdadero maestro que, a su juicio por razones diversas, no tuvo en vida ni el reconocimiento ni el agradecimiento que mereció”.
Joaquín Vidaechea Solís, heredero directo de la gran tradición del violonchelo español, fue un prodigio en este instrumento. Siendo casi un niño, partió a Madrid para estudiar con Juan Antonio Ruiz Casaux, quien tenía a su cargo la conservación de los Stradivarius del Palacio Real de Madrid, circunstancia que le permitió tocar un instrumento de ese calibre desde muy tierna edad. En 1960, sin todavía haber cumplido los 18 años, obtuvo el Premio Extraordinario de música de Madrid, dos años después el premio Chigi en la Academia Chigiana de Siena (Italia)y al poco tiempo cursó un año en la prestigiosa Academia Juillard de Nueva York. A los 21 años ya era un solista aclamado por la crítica dentro y fuera de España, como se refleja en los periódicos de la época, que lo consideran continuador de los grandes chelistas españoles: Gaspar Casadó y Pablo Casals, de quienes fue discípulo.
Fue el maestro Casadó quien, tras escucharle y otorgarle el primer premio en un prestigioso concurso de violonchelo celebrado en Santiago de Compostela, se trasladó a Segovia y obtuvo de la familia el permiso necesario para llevarlo consigo a Alemania. Allí pasó cuatro años de trabajo duro y fructífero con este gran artista, al que Joaquín quiso como a un padre, que fueron decisivos en su formación musical tal como él mismo reconocería en reiteradas ocasiones.
Su relación familiar con la profesora puertorriqueña María Providencia Barceló de Barasorda, y su admiración por Pablo Casals, le llevaron posteriormente a trasladarse a Puerto Rico para estudiar con este consagrado maestro convirtiéndose en su último y querido discípulo. Posteriormente, tras realizar numerosos conciertos como solista en Europa y América regresó nuevamente a Puerto Rico, ya fallecido Pablo Casals, para ocupar la cátedra de violonchelo en el Conservatorio de Música y la plaza de principal de violonchelo en la Orquesta Sinfónica, cuyas secciones de cuerdas encabezaban en ese momento los hermanos Figueroa Sanabia, de reconocido prestigio internacional.
Por décadas, Joaquín Vidaechea enriqueció la vida musical de Puerto Rico. Sus alumnos forman parte hoy de las Escuelas Libres de Música, son numerosos los que pertenecen a la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico, así como los miembros de orquestas y universidades de los EEUU, entre los que merecen especial atención Rafael Figueroa, violonchelista principal de la Orquesta Metropolitan Opera de Nueva York y Emilio Colón, profesor en la Universidad de Indiana.
“Aparte de un músico descomunal- puntualiza su discípulo y amigo Juan Cabán- el Maestro era un gran conversador en cualquiera de los cinco idiomas que dominaba, un lector voraz y un amigo entrañable. Y era un espectáculo ver cómo podía llegar a un bar o a un restaurante y de manera casi instantánea intimar con cualquier persona como si la conociera de mucho tiempo. Siempre tenía un consejo, una anécdota, un piropo, una broma o una palabra de aliento”. Sobre sus clases han dejado en sus alumnos puertorriqueños una huella especial las dedicadas a la música de cámara, sobre todo las referentes a cuartetos de cuerda, donde las obras de Haydin, Mozart, Beethoven y Brahams, “eran objeto de profundas reflexiones sobre el sentido de la vida y de la muerte, el amor y demás misterios del corazón”.
En el verano de 1988, gracias al apoyo desinteresado de empresarios con inquietudes culturales como Carlos Gila, también fallecido recientemente, e instituciones como la Cámara de Comercio e Industria y la Caja de Ahorros, Vidaechea organizó los Cursos Internacionales de Música, que respondían a un proyecto personal para el enriquecimiento, formación y disfrute de los segovianos y una mayor proyección cultural de la ciudad. “Siempre he pensado que en Segovia- explicaba Joaquín – no había suficiente actividad musical (…) con excepción de la Semana de Música de Cámara. Qué mejor idea que traer músicos a la ciudad de Segovia para trabajar juntos, hacer conciertos y que la gente participe”. Y así fue como músicos de la talla internacional de Laura Kuennen, miembro de la orquesta de cámara de los Ángeles (California), Francisco Figueroa, maestro, viola solista y director de la Orquesta de Cámara de la Universidad de Puerto Rico; Blanca Uribe, eminente pianista colombiana, profesora en la Universidad de Nueva York y el Vassar College en el estado del mismo nombre y los insignes violinistas puertorriqueños José Figueroa y Jose Luis Irizarry, viajaron hasta Segovia para dar un curso intensivo a alumnos españoles de esta ciudad y de otras muchas atraídos por esta inusual oferta. Les dejaron un recuerdo inolvidable; además estos grandes intérpretes deleitaron a un amplio público con hermosos conciertos realizados en el Patio de Armas del Alcázar, contribuyendo en aquellos años de forma significativa a la proyección internacional de la ciudad de Segovia en el ámbito de la cultura.
De todo ello esta ciudad se enorgullece y te da las gracias. Descansa en paz querido maestro Joaquín Vidaechea.