Vista del jardín de Santo Tomás, con la mínima glorieta, los bancos y la fuente. JMS.
Vista del jardín de Santo Tomás, con la mínima glorieta, los bancos y la fuente. JMS.

Antes de que hubiera jardín, aquel terrenito irregular apenas servía para otra cosa que no fuera para ser pastado por las ovejas. Corriendo los años cincuenta del pasado siglo, un recién creado Patronato de Jardines acometió el ajardinamiento de algunos eriales semiabandonados existentes en el recinto urbano o en el inmediato entorno y este triángulo, con base en el templo parroquial de Santo Tomás y lados a la calle del mismo nombre y al paseo de Don Ezequiel González, entró en la lista de los elegidos. Fue el cuidado con más esmero, entre otras razones, por lo abierto a la vista que se hallaba entonces y por lo sencillo que se presentaba para cualquier diseño que se deseara realizar dado lo llano de su superficie y su forma de triángulo casi isósceles pues, como otros espacios urbanos de Segovia estaba delimitado por un edificio y por dos vías convergentes.

Iglesia de Santo Tomás. Acuarela. Antonio Rico. Museo del Prado.
Iglesia de Santo Tomás. Acuarela. Antonio Rico. Museo del Prado.

La iniciativa, sin embargo, no partió del Patronato de Jardines ni del Municipio, sino de los mismos feligreses de la parroquia, que el año 1958 enviaron una carta al Ayuntamiento solicitando que se arreglara la explanada de la entrada a la iglesia, obra que entendían era muy necesaria “por el barro y las charcas que se formaban” delante de la puerta del templo cuando llovía. (Acta de la sesión municipal 26-II-1958). La deliciosa acuarela de Martín Rico que se guarda en el Museo del Prado nos muestra la pradera en su estado natural, tal cual era un siglo antes de que se formulara esta petición.

No ha de extrañar que estuviese así, desarbolada y raída por el secular careo de las ovejas al igual que tantos otros espacios de la ciudad de Segovia que, dada la importancia que siempre tuvo el ganado, nunca desperdició ocasión de meterlo en cualquier lugar en el que hubiese hierba que este pudiera comer.

Cuadro con césped, flores de temporada y arbusto en el centro. JMS.
Cuadro con césped, flores de temporada y arbusto en el centro. JMS.

Es difícil que hoy podamos hacernos idea de ese aprovechamiento que apuraba hasta el límite las posibilidades del espacio. Tendríamos que acudir al diálogo entre dos personajes literarios, don Pablo y don Antonio, que su creador, Ramón Gómez de la Serna, llevó a una novela, El secreto del Acueducto, escrita cuando Segovia todavía mantenía muchos rasgos del pasado vivos aunque en trance de desaparición:

“-Y pensar, dijo don Pablo, que antes pasaban por nuestros caminos trescientas mil reses trashumantes.

-Ahora muy de tarde en tarde se ve algún rebaño, contestó don Antonio.

Después volvieron por el camino de los Hoyos…”

El jardín de Santo Tomás contemplado desde el templo. JMS.
El jardín de Santo Tomás contemplado desde el templo. JMS.

Yo, si cierro los ojos, todavía puedo oír el monótono, pero cantarín y alegre, sonido de las esquilas de los rebaños a pesar de que en estos momentos creo que sólo hay dos pastando por los alrededores de Segovia.

Es un jardincito singular, síntesis en varios aspectos de los jardines segovianos pues recibió algunos elementos bastante comunes, o frecuentes al menos en otros jardines de la ciudad.
El núcleo principal aparece ordenado en torno a un eje de simetría, característica típica de los jardines barrocos, que o sale de la puerta de la iglesia o llega hasta ella, según se mire. Se dividió en seis cuadros -no cuadrados-, acomodados a una fuente circular con surtidor, algo muy próximo a los jardines claustrales, y a una glorieta; en los dos casos, para invitar al reposo, dotados de bancos de granito que en alguna otra ocasión he calificado como de estética Caja de Ahorros, por haber sido introducidos por esta entidad financiera en el jardín trazado en la Plaza del Conde Alpuente, cercana a su sede, y llevados luego a otros jardines realizados por los mismos años.

Cipreses junto al ábside románico. JMS.
Cipreses junto al ábside románico. JMS.

Los cuadros no están limitados por setos, sino por bordillos formados por encintado de granito labrado en cuarto de bocel, algo muy repetido en los jardines segovianos, y se hallan divididos en tres franjas: dos para césped y una para flores de temporada teniendo, además, un arbusto en el centro. Las flores, que lo mismo pueden ser geranios que alegrías o salvias, y el arbusto, al presente un Prunus pisardi nigra o ciruelo rojo, rompen la monotonía del verde y, en las estaciones floridas, alegran el parterre con su color.

Fueron interesantes las soluciones que se adoptaron para adaptarse al desigual terreno, otra característica local. Según la ubicación de los jardines, podían consumir la mayor parte de los presupuestos, aunque aquí fue inusualmente fácil.

Una fue ajardinar el talud que cae hacia la calle de Santo Tomás, en este caso sí limitado con seto de aligustre, sumándolo al conjunto, con una fuente para beber y una escalera de granito que baja del enlosado a la calle situada en un nivel inferior; y otra el respeto al arbolado preexistente, también seña de identidad de la jardinería segoviana, que permitió la presencia de algún castaño de Indias y acacias de tres espinas en el costado que da al Camino Nuevo.

Fuente  de agua potable. JMS.
Fuente de agua potable. JMS.

En la proximidad del ábside de la iglesia de Santo Tomás, armónico y de proporciones y líneas muy representativas del humilde románico segoviano, acertaron a poner varios cipreses, árbol que se tiende a relacionar con recintos sacros. Por el sur, la unión con los árboles del Paseo de Ezequiel González es más sencilla: un seto de lauro recortado en forma de prisma, de larga base y escasa altura, que envuelve los troncos de dos acacias de tres espinas -Gleditsia triacanthus-, y un enlace con parte del arbolado plantado en línea a lo largo del dicho paseo. No obstante lo aquí dicho, la especie más visible y que da carácter al jardín es el boleano -Populus alba var. boleana-, plantado en los vértices de los cuadros y haciendo las líneas de las figuras geométricas de la superficie. Es una variedad obtenida por los viveristas a partir del álamo blanco y que aquí fue introducida por el Patronato de Jardines. Conserva la forma de las hojas de la especie, su tacto y el color blanco del tronco aunque se diferencia por crecer recto y alcanzar gran altura. Con sus más de sesenta años, estos boleanos son ya árboles notables por sus dimensiones.

Hasta anteayer estos jardines se llamaron de Santo Tomás, nombre del santo titular del templo próximo. Desde anteayer se llaman Jardines de Alfredo Matesanz “la voz de Segovia”, pues han sido dedicados a este personaje, al que se recuerda, además, con un monumento escultórico, consistente en una chapa de hierro en la que se ha recortado, vista de perfil, la cabeza del periodista que sostiene en la mano un micrófono, su herramienta de trabajo. Pienso que nos desprendemos de un trozo de nuestra historia cada vez que el Ayuntamiento cambia el nombre antiguo de cualquier paraje por un nombre nuevo. Pero, en el caso presente, me alegro de que con ese cambio se haya homenajeado a un hombre como Alfredo, bueno y afable y, durante muchos años, locutor de la emisora local.
Por cierto: ¿Que hacen los últimos Ayuntamientos de Segovia además de cambiar el nombre a jardines públicos y poner árboles que se secan por falta de cuidados?

Monumento a Alfredo Matesanz “la Voz de Segovia”. JMS.
Monumento a Alfredo Matesanz “la Voz de Segovia”. JMS.

El paraje y el jardín conseguido, limitaba por el oeste con una finca rodeada de jardín, mandada construir por un industrial segoviano del pasado. Hubo quien pensó que podía expropiarse para engrandecer el jardín existente en torno a la iglesia. La propiedad puso su precio, la ciudad no se mostró dispuesta a pagarlo y ahí se acabó la historia, con el chalet y el jardín abatidos.


* Académico de San Quirce
porunasegoviamasverde.wordpress.com