Exposición de Daniel Zuloaga en el Museo Pablo Gargallo de Zaragoza, donde permanecerá hasta el próximo 17 de octubre. / ICAL
Exposición de Daniel Zuloaga. / ICAL

Su virtuosa técnica lo convirtió en uno de los grandes muralistas cerámicos. No solo cultivó un nuevo estilo, el Regionalismo, con tipos y paisajes castellanos como grandes protagonistas de sus creaciones. Daniel Zuloaga (Madrid, 1852-Segovia, 1921) está considerado el introductor de estilos de moda en el viejo continente como el Neorrenacimiento y el Modernismo. La calidad de sus trabajos le ha hecho merecedor de que se le considere ‘el hechicero del arte de la cerámica’.

Su obra ha recalado en buena parte de España. Ahora será el turno del Museo Pablo Gargallo de Zaragoza, que hasta el 17 de octubre invita a sumergirse en el universo de Zuloaga. El Ayuntamiento de la ciudad y la Fundación Zuloaga no han querido pasar por alto una efeméride tan señalada como el centenario del fallecimiento en Segovia de este pintor y ceramista, que tuvo una cercana relación con los integrantes de las generaciones del 1898 y del 1914.

La exposición supone un paseo por una muestra compuesta por 70 piezas. Así, se pueden ver desde cerámicas de gran vistosidad y dimensión, hasta una serie de dibujos, acuarelas y óleos íntimos. Estas obras representan todas las etapas de la actividad creadora del artista: desde la fábrica de la Moncloa en Madrid (1877-1892), pasando por la fábrica de loza ‘La Segoviana’, en Segovia (1893-1906), hasta su taller como ceramista independiente en la iglesia románica desamortizada de San Juan de los Caballeros (1907-1921), también en la ciudad del Acueducto.

El artista sintió gran admiración por el arte renacentista y el barroco europeo. De hecho, mantuvo una cercana relación con grandes personajes de la cultura del momento. De ahí que se conozca a Zuloaga como el ceramista de la Generación del 98, tras haber creado un estilo propio y reflejado en su obra la problemática española de la época. Uno de sus grandes amigos fue Benito Pérez Galdós, de cuyo rostro realizó una cerámica esmaltada que puede contemplarse en la exposición.

Zuloaga fue un precursor: elevó la cerámica a categoría de arte en España. A finales del siglo XIX y principios del XX, los arquitectos españoles competían para que sus piezas engalanaran sus edificios. Dejó su huella en distintos lugares del territorio nacional. Y, como no podía ser diferente, hizo lo propio en Segovia. La ciudad siempre ha estado impregnada de magia. Sobre todo, en lo que a cultura se refiere. Zuloaga es una buena muestra de ello.