El zapatero de la calle San Juan. / Óleo de Lope Tablada Martín

Es por todos conocido, queridos lectores, nuestro esplendoroso pasado industrial y la fama que, como ciudad laboriosa y emprendedora, extendieron nuestros artesanos por todo el mundo en los albores de la Edad Moderna. El descubrimiento del Nuevo Mundo y la circunvalación del globo terráqueo llevada a cabo por parte de Juan Sebastián Elcano significaron el comienzo de una primera globalización, entendiendo como tal a la ampliación de los mercados hasta lugares ignotos apenas unos años antes. Y en esta nueva aventura de la Humanidad, que supuso el fin de la economía feudal para dar comienzo a una nueva de carácter capitalista, nuestros productos artesanales jugaron un papel preponderante gracias a la iniciativa de conspicuos emprendedores y mercaderes que negociaron con lanas y paños, pergaminos y pieles curtidas, dando salida de este modo a productos elaborados con materias primas animales, transformando lo aprovechable de nuestra numerosa cabaña ganadera en productos industriales de primer necesidad.

Cuando hablamos de la vieja industria segoviana, nos suele cegar el resplandeciente brillo con el que relucían los paños finos de Segovia —aquellos famosos veintidosenos— ponderados en los mercados más remotos por su buena manufactura y la calidad de sus tintes. Pero no podemos pasar por alto la elevada producción de pieles curtidas y la renombrada calidad de los pergaminos elaborados en las tenerías situadas a orillas del arroyo Clamores.

El elevado precio de las pieles y el dilatado tiempo que tenía que estar detenido este capital durante el proceso de curtido de las mismas condicionaba que fueran muy pocos los empresarios dispuestos a invertir en estos negocios, pero que, una vez comercializados los productos acabados, se convertían en una muy lucrativa actividad aunque muy mal vista socialmente. Una actividad sucia y maloliente, además de propensa a que sus operarios sufrieran enfermedades profesionales como consecuencia a una exposición constante a la humedad y continuas infecciones. Desde siempre había estado vilipendiada por el hecho de que muchos de sus trabajadores pertenecieran a la minoría de judíos y después a los nuevamente convertidos a nuestra fe católica. El estigma social del curtidor llegó a aislar a estos artesanos, hasta el punto de convertirse en un grupo en el que la consanguinidad era una de sus notas características.

Las más antiguas noticias que sobre estos oficios hemos encontrado, nos informan sobre unos artesanos cuya materia prima para la elaboración de sus productos era el cuero y que cada uno de ellos de forma individual solía curtir las pieles necesarias para cubrir su necesidades. A partir del siglo XIII ya encontramos citas en los documentos que prueban que los talleres y tiendas de productos de cuero se agrupaban por los alrededores de la iglesia de san Miguel. Las calles de la Baldresería, de la Correonería, o el Corral del Vainero (anteriormente nombrado como “Callejuela de los Judíos”), se situaban en la zona conocida como “Las Cuatro Calles”, es decir, por las inmediaciones de la que actualmente conocemos con el nombre de calle del Cronista Lecea. He ahí la primera referencia a que estas profesiones eran desempeñadas por artesanos pertenecientes a esta minoría étnica. Opinión que se refuerza cuando comprobamos que a finales del siglo XV los primeros empresarios o “verlaguer”, productores al por mayor y para la comercialización, eran también judíos y cuyos nombre conocemos perfectamente. Resulta sintomático que una vez decretado el encierro de los seguidores de la ley mosaica en la Judería —situada entre la Almuzara y por detrás de la Catedral hasta la muralla—, comiencen a ser citadas las tenerías en eopil valle del Clamores, cuando hasta entonces las referencias encontradas situaban a estos talleres de curtido en las riberas del Eresma.

El siglo XVI fue una centuria de progreso demográfico y económico basado en el crecimiento de la actividad industrial. En el año 1561 se contaron en nuestra ciudad 4.487 vecinos (unos 18.000 habitantes si utilizamos [4] como coeficiente), de los cuales unos 3.301 eran trabajadores. De estos 2.529 se dedicaban a actividades industriales (76% de los activos y 57% del total de vecinos). La gran mayoría de ellos dedicados a la fabricación de paños y a los productos de cuero. A los sectores primario y terciario se dedicaban 672 vecinos (20% de los activos y 15% del total). Enrique Larruga nos dice que en este siglo había en Segovia 38 tenerías y 130 maestros agremiados, pero que sumando los oficiales y el resto de peones y operarios, la cifra alcanzaba la cantidad de 500 trabajadores.

Para hacernos una idea de la importancia económica que tenían en Segovia los oficios relacionados con el curtido y los trabajos cuya labor consistía en transformar el cuero en objetos útiles para la vida diaria, vamos a aportar una serie de datos relacionados con la agricultura, la ganadería y la industria textil, que al fin y al cabo eran las actividades más importantes, y así poder hacer una comparación. Estos datos proceden del Catastro de la Ensenada, en el siglo XVIII.

En el término privativo de la ciudad había 127 obradas de tierra de regadío en los valles del Eresma y del Clamores, cuyo beneficio neto anual, según estimaron los redactores del Catastro, era de 1.439 reales y la utilidad anual del conjunto 182.784 reales. En lo que se refiere a las tierras de secano había 2.076 obradas, que a 39 reales cada una producían 80.723 reales.

Con respecto a la ganadería se contabilizaban en Segovia capital 74.786 cabezas de ganado lanar, con un beneficio neto de 825.268 reales, cantidad en la que se incluyen los beneficios que producía la exportación de lanas al extranjero.

En la industria textil que sin duda era la de mayor importancia, pues en ella se empleaban el 40% de los vecinos y el 57% de los dedicados a la industria, en el año 1753 se fabricaron 5.221 paños veintidosenos, en su mayoría. Sabemos que en el año 1586 se fabricaron unos 16.000 paños por valor de 735.863 ducados, es decir, 8.094.493 reales, lo que supone por término medio y aplicando a todos la misma calidad de veintidoseno, que era la mayoritaria, 506 reales cada paño. En el año 1788 se fabricaron 4.155 paños y el dinero que circuló ese año para conseguir esta producción, incluyendo salarios, precios de materias primas y materiales necesarios para la fabricación, fue de 610.377 ducados, esto es, 6.714.147 reales, lo que supone que el precio del paño era de unos 1.616 reales, unas tres veces más que en el siglo XVI, es decir, doscientos años antes.

Lo que sabemos con relación a los oficios del cuero es lo siguiente: los salarios de los guarnicioneros (nos referimos a todos ellos) ascendían a 12.879 reales anuales; los de los curtidores, 27.540 reales; los de los zurradores, 3.960 reales; los de los zapateros, 71.640 reales; los de los boteros, 2.250 reales; los de los coleteros, 3.060 reales y los de los tratantes de colambres 2.150 reales. Si a esto sumamos las utilidades que producían las tenerías, 35.882 reales, aparte de los salarios de los maestros propietarios, que están incluidos en su partida correspondiente, nos salen 237.362 reales anuales lo que ganaban todos los profesionales del cuero. Lógicamente, para saber el dinero que circulaba en esta industria necesitaríamos saber el precio de las materias primas, es decir, las pieles sin curtir, y el de los materiales y productos curtientes, datos que por ahora no tenemos, pero si sabemos, por noticias indirectas, que los gastos ocasionados en trasformar la piel en cuero era levemente superiores al precio de las pieles. Esto suponía que los productos de cuero fueran muy caros, aunque las utilidades de los curtidores fueran muy pequeñas. Pues bien, aplicando este criterio para saber el dinero que circulaba anualmente en Segovia en esta industria, los 237.362 reales anuales que suponían los salarios de los trabajadores, las utilidades de los dueños de las tenerías, quedarían transformados en algo más del doble de esta cantidad, es decir, unos 475.000 reales, lo mismo que el precio de las materias primas. Esto supone un movimiento de aproximadamente 1.227.362 reales (esta cantidad hay que tomarlas con cierta reserva, pues son cálculos realizados sin conocer todos los datos necesarios para poder llevar estas cuentas a cabo con exactitud, por tanto, su valor es estimativo).

En resumen, la agricultura proporcionaba 263.507 reales anuales, el 3,3% del total, la ganadería 825.268 reales anuales (10%), la industria textil 6.714.147 reales anuales (71,9%) y los productos de cuero 1.227.362 reales (14,8%).

Pero si la importancia económica de estas actividades fue muy importante, no menos lo fue su importancia social. La participación en desfiles procesionales, bien fueran civiles o religiosos, era algo muy propio de los gremios. La entrada de los reyes en nuestra ciudad se solía festejar con aparatosos desfiles del más puro estilo caballeresco y carácter militar. Los gremios formando compañías, desfilaban con sus estandartes y banderas del modo más marcial que podían y engalanados de sus mejores y más vistosas vestimentas. El más renombrado de estos acontecimientos fue la entrada en Segovia de doña Ana de Austria para casarse con el rey Felipe II y entre el numerosísimo sequito no faltaron los zapateros, curtidores y demás oficios del cuero.

En el año 1755 estos trabajadores celebraron un “Vitor” o mascarada en el que se representó la entrada de Carlos V en Roma, aunque la actividad que más se arraigó en la fue la de los desfiles procesionales de carácter religioso. En 1768 la cofradía de san Crispín y san Crispiniano sacó en procesión, el día de Jueves Santo, una imagen de Jesús Nazareno. Dicho desfile salió de la iglesia de Santa Columba y por la calle Real se dirigió a la plaza Mayor; de aquí fueron a la plaza de san Esteban para terminar en el Hospital de la Misericordia. Pues bien, esta procesión, con ligeras variantes, se siguió celebrando hasta el año 1907 de forma ininterrumpida.

Sobre el pasado industrial de nuestra ciudad existen publicaciones recientes que atestiguan la gran importancia de Segovia tanto en lo social como en lo económico. Recientemente se ha publicado un libro titulado: El Curtido de Pieles en Segovia y su Provincia, en el que se trata de esta actividad y de todos los oficios relacionados con el trabajo del cuero, tales como curtidores, zurradores, pergamineros, zapateros, guarnicioneros, coleteros, borceguineros, guanteros, maleteros, cinteros, odreros… A este libro remito a todo aquel que quiera obtener más información al respecto.
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(*) Doctor en Historia por la UNED.