
Alejandra Bartolomé, residente en Madrid pero que pasa el verano y parte de los fines de semana en la localidad segoviana de Navas de San Antonio, es uno de los centenares de jóvenes que han estado confinados en un hotel en relación con los brotes estudiantiles de Mallorca.
La jornada de ayer no se presentaba muy halagüeña, retenida en el hotel debía dejar pasar las horas hasta que llegará el día 8 a pesar de dar negativo en el test, fecha en la que su grupo podría por fin terminar con una experiencia desagradable que sin duda recordarán de por vida.
Sin embargo, hasta en los peores momentos hay que tener abierta una puerta a la esperanza, a la espera de una noticia que de alguna manera logre revertir tan desagradable situación, y en esta ocasión vino en forma de auto judicial que ordenaba que los jóvenes que han dado negativo o no se han sometido a prueba no estén sometidos a confinamiento, al no quedar acreditado que buena parte de los estudiantes retenidos hubieran tenido contacto estrecho con contagiados confirmados con Covid-19.
“Estamos emocionadísimos, encantados de poder volver a casa”, aseguraba Alejandra, mientras hacía las maletas para en cuanto les dejen abandonar el ya famoso hotel. Aclara que “seguramente” puedan salir “esta misma noche”, y que tiene tantas ganas de partir que no se plantea ahora mismo más que marcharse: “si hace falta duermo en la playa”.
La alegre conversación de la tarde contrasta con la tristeza que mostraba esa misma mañana, cuando el auto no había llegado y las horas pasaban lentamente junto a sus dos compañeras de habitación.
En ese momento, Alejandra contaba como todo su grupo había tenido un viaje “responsable”, lo que ha posibilitado que “ninguno haya dado positivo” al contrario que en otros grupos de adolescentes que tenían “al menos un contagio”. “No hemos pisado ningún concierto ni hecho nada que conlleve riesgo, es injusto”, aclaraba. “Hemos hecho fiestas, sí, pero solo entre nosotros”.
La joven se muestra muy crítica con cómo se ha llevado este asunto, confinando “diez días tanto a positivos como no positivos” sin atender a más razones. “No se ha distinguido entre grupos, no todos cumplimos con lo que se dice en los medios de comunicación”.
Sobre el hotel y el ambiente, Alejandra admite que ha visto de todo y casi nada bueno. Así, narra cómo los positivos, que están confinados en las plantas bajas, saltan “de balcón en balcón” y ha visto como gente escupía y tiraba comida en dirección a otras terrazas. “En cualquier sitio más seguros que aquí”, remarca sobre el ‘espectáculo’ que se vive dentro del hotel.
Preguntada sobre si contaba con la posibilidad de que sucediera algo anómalo, señala que su grupo “era consciente” de que “se exponía a algo así”, pero no podían imaginar algo tan aciago. “Los grupos que iniciaron esto, los que estaban hace dos semanas, están en su casita”, comenta indignada.
Sin duda una (pésima) experiencia a recordar, pero que por suerte para este grupo no se ha alargó tanto como en un inicio estaba previsto.