Robert Kincaid (Clint Eastwood) y Francesca (Meryl Streep) en Los puentes de Madison.

Voy despacio, con cuidado otra vez. De nuevo mis manos tiemblan pero también de nuevo he averiguado lo que quiero escribir. Me doy una nueva oportunidad, una nueva oportunidad para escribir. Me lo pedía algún lector y me lo pedía yo a mí mismo. Quería encontrarme con Clint Eastwood, con el que cada cierto tiempo me reúno. No importa que la película sea mejor o peor. Es un duelo con un cineasta que admite que no hay secretos ni fórmulas: “Sólo he sentido que no tenía que sentir miedo a asumir riesgos. Y nunca he dejado de hacer algo que me pareciera interesante, al margen de los resultados -unos buenos, otros, no tanto- … Y siempre me he dejado llevar por mis instintos… … Me guío por una reacción emocional. No me parece que haya una manera inteligente de conectar con el material. Creo que cuando cuentas historias, tienes que presentárselas a la audiencia de la misma manera en que te impactan a ti con la esperanza de que el público sienta lo mismo. Luego dependerá de la suerte, porque muchas veces las audiencias no pueden entender qué estabas pensando cuando decidiste hacer la película, porque es la historia más estúpida que han escuchado. Pero de vez en cuando comparten tu percepción. Lo cierto es que no tengo un método”.

Curiosamente, Eastwood decide recordar a su colega cineasta, Manoel de Oliveira: “Manoel de Oliveira siguió filmando con más de cien años de edad. Se trata, como Oliveira, de seguir interesado por la vida, en nuevos desafíos, ser un hombre que vive fuera de sí mismo, que no se queda en casa a lamentarse de lo triste que es ser viejo. El secreto está en disfrutar de la vida y no dejar al viejo que salga fuera”.

El buen cine de Clint Eastwood
El inolvidable primerísimo primer plano de Eastwood en El bueno, el feo y el malo, de Sergio Leone, en 1966.

Cuando yo ya no esté, me encontrarán con Clint Eastwood cerca, cerca del cineasta que dice que no hay nadie que te pueda decir exactamente como hay que hacer las cosas. Para Eastwood ha sido una buena cabalgata e insiste en que seguirá montando el caballo de su imaginación.

El viejo Clint tiene su caballo y yo me refugio en la cabina de mi querido Cine Imaginación, porque de nuevo la nube negra está cerca. Le hablo de mi situación a mi amigo Gregorio, de mi pelea con la Realidad, la que me hace cada vez más difícil escribir. Mi amigo me aconseja mantener el pulso al adversario. Corro, me refugio en algún portal imaginario, uso el viejo chubasquero. Esto es una gran caminata y de nuevo releo otro consejo de mi amigo: “Relaja y sueña mientras dura la ruta”.

El buen cine de Clint Eastwood
Eastwood se adentró en las historias de ciencia ficción con esta Space Cowboys, estrenada en el 2000.

Mi amigo no sabe hasta que punto me ayuda la lucidez de sus consejos. Pero me distraigo con lo mío. Vamos con Clint Eastwood. A lo que iba: pienso en el viejo Clint y me viene a la cabeza el logotipo de la Warner Brothers, el sello Malpaso que siempre le acompaña. Como la Realidad pica piedra en mi memoria, busco en mis recuerdos intentando mantenerme sereno. Tengo poco tiempo y rescato alguna película, en la que me fijo detenidamente, intentando averiguar algo. La memoria flaquea.

Olvido los títulos de las películas, los intérpretes, todo. Olvido y olvido y Clint Eastwood no es una excepción. Es frustrante, desquiciante para el cinéfilo, que ha de volver a las películas (algunas) para intentar descubrir lo que vio y por supuesto lo que nunca vio. Es nuestro empeño que las películas no sean destruidas, que los cineastas olvidados, envejecidos, prácticamente a punto de desaparecer vuelvan a la vida. Que siempre vuelvan a la vida. Que se hagan presentes. Es mi propósito cinéfilo.

Entonces Eastwood acepta el César de Honor en París y señala: “El cine olvida el tiempo y atraviesa las fronteras”.

¡El cine olvida el tiempo! Gracias, Clint. Así podemos irnos con tu 1,93 de altura hasta tu San Francisco, en el que juegas a baloncesto, estudias música y realizas diversos trabajos. No hay rumbo todavía.

En 1953, con veintitrés años, Eastwood llega a Los Ángeles, dispuesto a ser figurante y a buscar alguna pequeña intervención en algun papel. Quiere ser actor y le interesa también la dirección desde el principio.

Le interesa la dirección ya desde su participación en la serie “Rawhide”, en la que trabaja desde 1958. Es un serial sobre un grupo de cowboys que conducen ganado de Texas a Abilene.

Una extraña proposición y oportunidad le llega en 1964. Una película del Oeste que se va a rodar en España: “Por un puñado de dólares”. Esto que decía Eastwood: tomar riesgos. Un camino nuevo en el cine.

En algún momento, sin duda, debí ver los divertidos disparates de Sergio Leone y Clint Eastwood, ambos bajo el todopoderoso influjo del mago Ennio Morricone. ¡Vaya trío!
Es descacharrante pensar como se armaron estas producciones. Sus admiradores son legión. A mí no me han interesado demasiado, y algo así debió pasarle al joven Clint Eastwood, que temió quedar encasillado y descartó “Hasta que llegó su hora”. Pero Leone es Leone y no le echará de menos.

El lema de este escrito nos lo ha dado el propio Clint: “El cine olvida el tiempo”.
Lo olvido. Esta vez no me atraparás. Tendré a Eastwood presente, sea cual sea su edad. Podré entrar a su cine independientemente de cuando fue hecho. Venceré a mi propio olvido deteniéndome en una película concreta, dándole vida. Y la película será mejor si la veo con las personas queridas. Juntos con el buen cine de Clint Eastwood.

El buen cine de Clint Eastwood
Con Más allá de la vida, el director Eastwood habla de la muerte.

En “Más allá de la vida” (“Hereafter”, 2010) George, Marie y el joven Marcus están separados por infinitos kilómetros. George busca desembarazarse de su don. Marie queda impresionada tras su supervivencia a un tsunami. Marcus ha perdido a su hermano gemelo. La muerte está muy cerca, permanentemente presente, imposible esquivar su presencia.
La música de Clint es como una brisa, repleta de sus sencillas y humanas composiciones. Así es en “Más allá de la vida”, un pequeño refugio cuando parece que no podemos aferrarnos a nada. George se abraza a Charles Dickens, Marie a su libro esquivo, Marcus a deambular en busca de respuestas. Los tres están completamente solos. El niño pregunta a George que hay más allá de la muerte. Los poderes de George no llegan a tanto: “No lo sé”.
Cuando vi “Sin perdón” con mi amigo Daniel salimos del cine con la sensación de haber encontrado un cineasta distinto. Teníamos veinte años y no habíamos visto algo parecido. Eastwood, Hackman, Freeman. ¡Fantásticos! Eastwood: “Lo que hace a esta película diferente de las otras que he rodado en el pasado es, a mi parecer, el hecho de que trata de la violencia y de sus consecuencias. Antes en mis films se mataba mucha gente gratuitamente; aquí no se perpetra ningún acto violento sin que conlleve unas consecuencias”.
Carlos Gracia me dice que es su película favorita de Eastwood como director: “Cuando él muera, el Hollywood de siempre desaparecerá. Quedarán unos años sostenidos por los representantes supervivientes de la industria de los setenta. Después, (casi) la nada: sólo un puñado de aventajados estudiantes de cine con más técnica que corazón”.

Me compré rápidamente la banda sonora de “Sin perdón”. Quería tener la película cerca, aquella música, aquella brisa. Quería seguirle atentamente. Parecía hablarme, con su palabra mágica, la que debe preceder al cineasta: la imaginación. Me detengo de nuevo en sus palabras: “Pienso que los espectadores tienen que participar en cada imagen. Les doy aquello que considero necesario saber para avanzar en la narración, pero no me dedico a explicarles todo infravalorando su inteligencia. Intento dejar algo para su imaginación. No me gustan las escenas puramente ilustrativas a menos que haya alguna gratificación; detesto los momentos en los que te tomas una pausa, te sientas, y explicas lo que ha sucedido hasta ese momento porque los espectadores no son lo suficientemente despiertos para entenderlo. Significa infravalorar al público. Es mucho más interesante que el público escriba la historia contigo”.

Mi espacio se achica. No puedo contar toda mi historia con Clint. Pero llegaré hasta donde llegue.

Después de “Sin perdón”, “Un mundo perfecto”, esta vez la historia de un hombre acorralado, que intenta encontrar un camino de redención. Pero ya no hay oportunidad. Sólo la oportunidad de un afecto inesperado. Veo la película y salgo entusiasmado del cine, tarareando esa melodía, esa brisa. Rápidamente compro un cassette con la banda sonora.

Mientras, mi padre, siempre ríe con las comedias de Eastwood, con el buen humor de Eastwood hasta que se pone siniestro. Las películas de Eastwood nos unen a mi padre y a mí. Es indudable que Clint ha entretenido a tantas personas en el mundo. Se ve en pantalla cuanto ama el cine, como lo defiende. Es el buen cine de Clint Eastwood.

¿Qué películas suyas volveré a ver? ¿Qué películas suyas que desconozco descubriré? Como siempre, los cinéfilos vivimos en la ignorancia. Se impone ver aquellas películas que han significado algo para mí. No sólo es la película. Es el lugar donde la vi, si iba acompañado o no, la edad que yo tenía en aquel momento.

Así es con el prolífico Clint Eastwood. ¿Cómo ha podido este hombre filmar tanto cine?
“El jinete pálido” se materializa de la nada, señala el crítico Alberto Pezzotta. No sabemos si el predicador es un fantasma del pasado.

La humorada es “El sargento de hierro”. Eastwood se reúne con sus admiradores y les dice: aquí estoy. No podemos tomarnos la película en serio. Parece que él tampoco lo hace. Los marines, cuando ven la película, se indignan.

Todo cambió con “Sin perdón” y “Un mundo perfecto”. Para Paolo Cherchi, “Eastwood como director ha pagado tributo a sus maestros y ahora camina por sí solo; pero como ser humano ya no se contenta sólo con hacer buenas películas. Con la experiencia, la construcción del envoltorio le ha revelado ideas, obsesiones, interrogantes, “contenidos”, para ser más precisos (…)”.

“Los puentes de Madison” es un auténtico clásico. Es una película que queda, que cala, la película de dos poderosos actores. A ellos les pertenece. Para Alberto Pezzotta, autor de la monografía de Eastwood para Cátedra, “su centro es la doble apertura de la caja de los recuerdos, con las lágrimas que la acompañan y la falta de pudor que implica hurgar en el pasado ajeno (…) Cuatro días y tres noches constituyen un lapso temporal restringido, pero que se dilata para convertirse en mítico como si ya se hubiera transfigurado en el recuerdo de Francesca, que guardará esas pocas horas como si fueran un tesoro”.

Aquel joven Eastwood de San Francisco interpretó, dirigió después del epicentro “Rawhide”. Apareció el gran cineasta, el de “El jinete pálido”, “Sin perdón”, “Bird”, “Los puentes de Madison”.

No nos quedamos sólo con el buen cine de Clint Eastwood. Tenemos en cuenta el recuerdo de Carlos Gracia: “El cine también se hace viéndolo”. Así que vuelvo a ver “Más allá de la vida” o “Un mundo perfecto”. Son estupendas. Las había olvidado, pero gracias a este escrito las he vuelto a ver.

Ojalá volver a ver “Fuga de Alcatraz” o “Poder absoluto” o la maravillosa “Ejecución inminente” Recuerdo aquel final de esta película, como me conmovió, como disfruté y seguí apasionado la investigación que puede salvar la vida de un hombre.

Es que la vida no es ninguna broma, nos dice también Clint Eastwood. Hay humor, pero no es ninguna broma.

Envejecemos con su Leone y su Don Siegel, con el sucio Harry, con su “Cazador blanco, corazón negro” o con la formidable “Gran Torino”. Y como no, descartaré “Mystic river”, “El francotirador” o “Million dollar baby” (claro, también hay películas suyas que no me gustan).

Y yo me quedaré con sus “Space Cowboys”, quizá mi favorita. No lo sé. Es difícil elegir. Sus vaqueros del espacio son la alegría de vivir, listos para la aventura, listos para la amistad infinita. Clint Eastwood, James Garner, Tommy Lee Jones, Donald Sutherland. Me emocionan las historias de buenos viejos amigos. Con ella me quedo, lectores… “El secreto está en disfrutar de la vida y no dejar al viejo que salga fuera”.