
Dos titanes de la cultura popular en Estados Unidos unieron sus fuerzas hace ahora cuarenta años. El cineasta Francis Ford Coppola y el músico Tom Waits sumaron sus talentos para alumbrar Corazonada (One From the Heart, 1982). La película cosechó un fracaso económico de proporciones dantescas, pero el tiempo ha confirmado a esta obra como una cumbre de creatividad fílmica y musical. Aquí se cuenta la historia de una ruina que atesora un enorme valor artístico.
La película Apocalypse Now (1979) casi acaba con la vida de su director. Francis Ford Coppola había luchado contra todo y contra todos durante años para que viera la luz el filme sobre Vietnam (“No es sobre Vietnam, es Vietnam”, matizó). La visión del autor de El Padrino sobre la guerra chocaba frontalmente contra la percepción que trataba de implantarse en Estados Unidos desde el poder tras la derrota en el sudeste asiático. El Pentágono había obstaculizado esta producción que protagonizaron Marlon Brando y Martin Sheen, trabas a las que se sumaron todo tipo de desgracias, como se comprueba en el documental Corazones en Tinieblas, dirigido por la esposa del realizador italoamericano.
En paralelo, el músico Tom Waits estaba a punto de tocar fondo tras un descontrol vital agudizado por el abuso del alcohol y una vida bohemia hasta el paroxismo. Sus primeros discos habían funcionado suficientemente bien, pero el californiano arrastraba traumas familiares (padres divorciados), su aventura amorosa con Ricky Lee Jones agonizaba y afrontaba una crisis creativa lacerante al sentirse en un fin de ciclo sin perspectivas. Dispuesto a trasladarse hacia las antípodas de sí mismo, Waits cubre su primera gira por Australia en la primavera de 1979, y al regreso cambia de costa americana y se instala en Nueva York.
El cambio de aires no basta para dibujar los nuevos perfiles vitales que Waits busca. Paga a un psiquiatra algunos meses e intenta practicar deporte, pero las frustraciones se amontonan sin descanso. “Era algo ridículo. Pagaba 600 dólares por un apartamento miserable y me gasté 300 más en cerrojos para la puerta, porque estaba preocupado con los ladrones. Uno de mis vecinos era una mujer yugoslava que llevaba pijama negro y varillas en su espalda. Fui rescatado de esta situación por Francis”, declaró.
El tal Francis al que se refiere Waits es Coppola. El cineasta había tentado a Van Morrison para que se ocupara de la banda sonora de su nueva película, pero el irlandés declinó el ofrecimiento. A los oídos del director había llegado la canción I Never Talk To Strangers, donde dialogaban Waits y Midler en los tiempos del álbum Foreign Affairs (1977). Ese juego de voces, donde un hombre y una mujer mantienen una conversación musical en la barra del bar, le parece un hallazgo idóneo para articular su nueva apuesta fílmica, Corazonada.
Waits recibe la llamada perfecta en el momento exacto. En abril de 1980, el realizador y el músico se reúnen en un hotel de Las Vegas, la ciudad que dará vida a los personajes de la película. “Quitó todos los cuadros de las paredes y desplegó las escenas de la película y llenó con pinturas, en cada boceto, anotaciones crípticas sobre dónde quería poner la música. Me resultó útil. Fui capaz de hacerme una idea de los picos y valles del filme”. El diagnóstico fue rápido: “Necesitaba algo que estimulara mi crecimiento y desarrollo. El proceso de fabricar música para añadir a una película era algo nuevo para mí. Así que fue un poco terrorífico. Pero trabajar con Francis me pareció una buena oportunidad”, según se recoge en la biografía Tom Waits, el Aullido de la Noche (Linterna Sorda Ediciones).

El cineasta concibe la obra como una revancha frente al infierno de Apocalypse Now. Quiere inventar el cine electrónico y dar la vuelta al sistema tradicional de producción fílmica. También representa un enorme desafío creativo para el músico, un reto sin precedentes en su carrera. Las canciones, le explica el cineasta, no serían piezas del rompecabezas ni un mero fondo sonoro, sino parte crucial de la trama. Las letras cantadas hablarían de tú a tú con las imágenes, desvelarían las motivaciones de los personajes y se enredarían con los diálogos. La integración narrativa de luz y sonido sería total. Es la tentación perfecta para un hombre, un músico y un artista que necesita un rumbo distinto en plena encrucijada vital. El único forcejeo digno de mención fue la negativa del manager Herb Cohen a ceder a Coppola todos los derechos sobre la música. La mediación del productor Bones Howe (supervisor musical de Corazonada) salva el obstáculo y se opta por un reparto entre ambas partes de los derechos.
Waits vuelve a trabajar con horario fijo, como en los tiempos juveniles cuando fue camarero en una pizzería. Entre nueve de la mañana y cinco de la tarde se encierra en un despacho de American Zoetrope, la productora de Coppola. Su habitáculo consta de sofá, piano, grabadora y una única ventana con vistas a una gasolinera de Santa Mónica Boulevard. “Era bueno para mí, me disciplinó, me hizo. Tenía que sentarme en una pequeña habitación y me llamaban por teléfono y metían informes bajo mi puerta. Era como trabajar en una oficina. Imprime carácter. Creo que la cerradura estaba por fuera de la puerta, no por dentro, porque temían que huyera hacia Acapulco”.
Son casi dos años de dedicación a Corazonada, desde mayo de 1980, frente a las pocas semanas habituales que empleaba durante sus grabaciones previas. Un giro copernicano, por tanto, en su sistema de trabajo. La producción musical durante esa etapa es ubérrima, pero sólo una pequeña parte se utiliza en la película. Parece que se le contagia el estilo de Coppola, un cineasta que gasta sin miramientos una inmensa cantidad de celuloide para seleccionar unos pocos segundos que gozan los honores de llegar a la pantalla.
El texto de los cantantes forma parte indisoluble de la trama. Tanto es así que el realizador concibe algunas secuencias después de oír las canciones. En varias ocasiones Coppola reúne al equipo actoral y técnico para escuchar las melodías del compositor antes de rodar determinadas escenas. La experiencia aproxima la música de Waits al latido cinematográfico y al teatral.
La voz femenina tuvo varias candidatas. Midler fue pronto descartada, por presuntos problemas de agenda, y aparece el nombre de Cristal Gayle. Está especializada en música country, y gana valor el contraste entre la dulzura de su voz y el áspero sello de Waits. Se organiza un encuentro en la sede de Zoetrope, con Cristal Gayle, su marido Howe, Waits y Coppola. El vino lubrifica la conversación. La labia incomparable del director de El Padrino hace el resto y arranca a una dubitativa Gayle el compromiso de participar en Corazonada. Waits le envía bosquejos de las composiciones y la cantante viaja cada cierto tiempo a Hollywood para registrar los temas.

La grabación de la banda sonora comienza en octubre de 1980, cuatro meses antes del arranque de la filmación. El proyecto concluye en septiembre de 1981, una vez más en los estudios Wally Heider. Tras la mágica apertura al piano suena una deliciosa Once Upon a Town, donde Waits y Gayle nadan en perfecta armonía por un océano de luz. The Wages of Love (Salarios de Amor) pega un volantazo hacia una noche más negra e inquietante. Algo va a pasar, se palpa una tensión entre sexual y dialéctica. “Francis y Richard Beggs estaban constantemente intentando hacer diferentes canciones para escenas distintas. Así que eran muy experimentales, siempre pensando, ¿qué pasaría si movemos esta canción allí y la cambiamos por otra? Había un tema llamado Bolsillos Vacíos que estaba pensado para el comienzo. El hermano de Francis, August, me había mencionado el título. Lo escribí y más tarde lo desarrollé en una canción. Así que la incluimos, luego no, luego otra vez sí… ahora se ha sustituido por una canción que se llama Wages of Love”, dice Waits.
Is There Any Way Out of This Dream? habla de la distancia entre los sueños y la realidad. Crystal Gayle acaricia con su voz los sonidos del piano de Alcivar, arrullados por el bajo de Cohen, el saxo tenor de Teddy Edwards y la batería de Manne. Una delicia que desdibuja los límites de la música y la imagen.
La ruptura de la pareja se despliega en Picking Up After You, una sensual combinación de trompeta, piano y bajo. Ambas voces se turnan, en un juego que rememora la estructura de I Never Talk To Strangers, la semilla. El siguiente escalón, Old Boyfriends, habla de esos espectros que revolotean camuflados en lo cotidiano, de las sombras que van dejando las aventuras amorosas. Tal vez por ello, se planifica inicialmente como un dúo y termina con la voz de Gayle en solitario.
Broken Bicycles es otro ejercicio que vuelve a mostrar la asombrosa capacidad de Waits para inyectar sentimientos humanos en el seno de los objetos, oficio en el que ya es un consumado maestro porque insufla un aliento mágico a materia inerte. Une la vejez y el abandono con la ilusión extrema que las cosas anidaron un lejano día en su interior. Existe una versión de Héroes del Silencio. “Bicicletas Rotas fue huérfana durante un tiempo, hasta que Francis rodó una escena con Freddie abatido en la chatarrería. Probamos meter esa canción en la escena; funcionó y se quedó en la película”, recordó Waits.
La rendija por donde se abre paso la reconciliación se titula I´ll Beg Your Pardon, con las voces más unidas que nunca y la melodía fusionada en la laringe de los intérpretes. Al parecer, Waits estaba escuchando a Duke Ellington y le sobrevino la idea. “De hecho, hay una cita de Sophisticated Lady en esta canción”. La actriz Nastassja Kinski canta en el largometraje Little Boy Blue. Es la única que no recrean ni Waits ni Gayle (aparte de Used Carlotta, con una orquestación chatarrera muy experimental). El contundente bajo de Cohen sujeta rígidamente los mandos del tema. A continuación dos números perfectamente hilvanados, Tango y Circus Girl, cruciales para asomarse al futuro musical de Tom Waits. Estos ecos de otros tiempos apuntan hacia una dirección musical que pronto se adueñará de su paisaje sonoro. En apenas tres minutos, disonancias de distinto pelaje construyen un clima surreal que desemboca en You Can´t Unring a Bell, donde se despliega una apabullante percusión. Así va trotando hasta This One´s From The Heart, que discurre entre los bellos cauces trazados por el saxo y el piano.
Take Me Home trae un soplo de esperanza al filo del telón. “El cinismo se percibe, creo. No hay mucha esperanza en la película. De hecho, hacia el final del rodaje Francis dijo: ´Es todo tan triste que necesitamos incluir algo de esperanza´. Es entonces cuando llega Take Me Home… La idea musical vino… vino rápido, pero las palabras fueron las últimas que escribí. Intenté cantarlo y me pareció muy sentimentaloide, así que se la pasé a Crystal. Ella estaba en la ciudad sólo por un día. Me senté al piano, la toqué cuatro o cinco veces para ella, después ella la clavó. Me gustó la forma en que lo hizo”.
Presents dibuja un aleteo sonoro que apaga la magia de la oscuridad en la sala del cine, ya sin Waits y con la figura del acomodador limpiando la sala, empujando hacia la realidad externa. Sus delicadas notas son el último hilo que permite respirar al sueño agonizante antes del canto del gallo.
Durante la última sesión de grabación, Waits y Gayle posan para las fotografías del disco. Esa jornada se inmortalizan Picking Up After You y This One´s From The Heart. “He sudado la gota gorda desde abril (1980), nunca había trabajado en nada tan desafiante como esto, teniendo que conceptualizar y diseñar la estructura musical de una historia completa. Pero eso son las auténticas recompensas cuando se trata de trabajar con alguien como Francis que tiene tanta perspicacia y valentía”.
El disco es hermoso, pero tendrá un parto difícil y saldrá a la luz con fórceps, víctima colateral de las grandes batallas que libra Coppola contra el sistema. El cineasta se ha quedado sin blanca durante la producción de Corazonada, atrapado en los cepos de su perfeccionismo y sepultado bajo una montaña de deudas. Dedica meses a experimentar con su sueño de cine electrónico. Por fin, en enero de 1982, organiza un preestreno en Nueva York y cosecha un fracaso tremebundo. Muchos periodistas llevaban tiempo afilando los cuchillos y estaban ansiosos por derribar al mítico director que lo había cambiado todo en Hollywood con El Padrino. También había ánimo de venganza entre los militares que habían fracasado en sus intentos de frenar Apocalypse Now. La película es un envoltorio fascinante que la crítica vapulea sin piedad y dura menos en cartelera que un smartphone en la puerta del colegio. Para colmo, el disco se edita tiempo después del estreno. En todo caso, es un problema infinitesimal frente a la debacle que arrasa al ítaloamericano y le arruina durante una década.
Waits logra una nominación para los Oscar, pero no por su fugaz aparición en pantalla tocando la trompeta. El aspirante acude a la ceremonia en abril de 1983 y no logra la estatuilla. “Es una pena que no me concedieran la figura. Me hubiera gustado soldarla a la parte delantera de mi coche”, señaló. Gana la música de Victor/Victoria, a cargo de Henry Manzini. Sin embargo, las canciones son elegantes, delicadas, pura emoción, una avalancha de sueños luminosos. Se convierte en un ejemplo extremo de la distancia tantas veces insalvable entre el éxito artístico y el monetario.
Las grabaciones de Corazonada acumulan polvo en un cajón durante meses. El álbum saldrá medio año más tarde después de que la película se instale en su sepultura comercial. El lanzamiento resulta, por no desentonar, muy parecido a un derrumbe, sin apenas apoyo promocional. El paso de las décadas ha engrandecido este álbum, quizá el más cerebral de los publicados hasta entonces por la propia dinámica de producción.
Coppola inocula varios virus a su ya amigo Tom Waits. Si la ausencia de la familia arañaba desde el interior a Waits, ahora el deseo de crear la suya aflora como una erupción volcánica tras el contacto con el director de cine; si al músico bohemio le interesaban los fracasos, disfrutará de un asiento de primera fila en uno de los desastres más espantosos en la historia del séptimo arte; si a Coppola le gusta indagar en pos de la revolución, contagia también a Waits la querencia por los laboratorios al filo del abismo. Pero si hay algo importante en la etapa de Corazonada para Waits es que conoce a la mujer de su vida: Kathleen Brennan. Ella llama un día al despacho de Waits en Zoetrope. “Abrí la puerta y ahí estaba ella, y así es como fue. Así es como fue para mí. Amor a primera vista. Amor a segunda vista”. En pocos días, ponen fecha para la boda.
Waits experimenta tras Corazonada un vuelco profundo en su ritmo vital y profesional. Su crecimiento artístico pasa de aritmético a exponencial. Brennan entra en escena como colaboradora musical y descubre universos desconocidos a su nuevo amor. Le insufla amplias dosis de confianza en su poder creativo, en su capacidad de romper moldes, en la posibilidad de ser él mismo. El gran fracaso económico de Corazonada acompaña a su mayor éxito personal. Brennan y Waits se casan el 10 de agosto de 1980. Y colorín, colorado, este sueño cardiaco se ha acabado.