Paseo junto a la muralla en el Jardín de Miguel Delibes. JMS.
Paseo junto a la muralla en el Jardín de Miguel Delibes. JMS.

Apoyados en las murallas del lado norte de la ciudad hay tres jardines: el de los Zuloaga, cerrado con rejería para separarle del de la plaza de Colmenares, con el que forma unidad en torno a la iglesia de San Juan de los Caballeros; el dedicado a Miguel Delibes, en las proximidades de la puerta de San Cebrián, y el “jardín de los poetas”, aledaño a la puerta de Santiago. Como del primero ya escribí en otra entrega de LA MIRADA, mando en ésta unas líneas sobre los otros dos.

EL JARDÍN DE LOS POETAS
En mis andanzas de investigador de intrascendentes temas segovianos, di en cierta ocasión con un dibujo firmado por Gerardo Soubrier que me pareció, además de hermoso, especialmente descriptivo. Al pie de unas casas de las Canongías que aparecen en lo alto, casas que, por cierto, todavía están en pie, corre la calle del Pozo de nieve, debajo de la cual se extiende una pequeña explanada poblada de chopos jóvenes, matujos, cardos y malvas.

Cuando el año 1949 se creó el Patronato de Jardines de Segovia, sus miembros elaboraron, además de un plan de mejora de los espacios verdes existentes, varios proyectos de ajardinamiento de otros considerados aptos para ello, siendo uno de los elegidos esa explanada, limitada más acá de lo que se ve en el dibujo, por la puerta de Santiago y el sector amurallado que arranca de ella.

Vista del Jardín de los poetas. JMS.
Vista del Jardín de los poetas. JMS.

El proyecto, conocido por un plano conservado en el Archivo de la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce, consistiría en el ajardinamiento del talud existente bajo la muralla, a la que se accedería por una escalera que lo dividiría en dos, y un alargado y estrecho parterre que acabaría con topiaria de boj y de cipreses. En el talud destacaría un encadenado dibujado con aromáticas de pequeño porte; en el parterre, un dibujo que con sus líneas habría de recordar los diseños propios del barroco, incluyendo arbustos recortados en forma de bolas y pirámides. Finalmente, como complemento, habría plantas diversas a las que se dejaría crecer en sus formas naturales. Ignoro qué planes le tenían reservado al jardín y si buscaban que tuviera otros fines que el meramente estético pero si conozco el sugeridor nombre con el que pensaron bautizarle: “jardín de los poetas”.

Murallas de Segovia. Óleo. Eduardo Martínez Vázquez.
Murallas de Segovia. Óleo. Eduardo Martínez Vázquez.

La falta de dinero dejó el proyecto en casi nada, hierbas y cipreses, como puede verse en un óleo que, por entonces, pintó el gran paisajista Eduardo Martínez Vázquez. Los cipreses, que con el tiempo crecieron mucho, contribuyeron a que el espacio incluso desapareciera de la vista de los escasos viandantes que frecuentaban el paraje.

Vista de Segovia. Dibujo. Gerardo Soubrier.
Vista de Segovia. Dibujo. Gerardo Soubrier.

Al abrirse en la Puerta de Santiago el Museo de Títeres de Francisco Peralta, el espacio ha vuelto a ser objetivo de la atención municipal. Está cuidado, con los lienzos de la muralla a los que se puede acceder consolidados para evitar desprendimientos y accidentes; con césped y caminos enarenados; con árboles que, cual si se hubiera querido volver a los orígenes de las plantaciones en Segovia, son higueras, almendros y cerezos. La nota más exótica es la que le concede algún ciprés piramidal “estricta”.

Todo cuidado con esmero. Un lugar agradable para obtener fotografías con no muy vistos encuadres o para pasear en los días de temperatura tibia y suave…

JARDÍN DE MIGUEL DELIBES. HUERTO DE LAS PALABRAS Y LOS CEREZOS
Traer a la áspera Castilla el sentimiento y la delicadeza del suave jardín japonés, hecho tanto de conceptos como de elementos físicos, minerales y vegetales, ha sido, hasta ahora, el resultado de ajardinar un espacio al que casi nadie llega porque no va a ninguna parte. Es un jardín de ejecución muy reciente, que ocupa una banda de terreno mucho más larga que ancha, situada entre la puerta de San Cebrián, la calle del Taray, la muralla y el paseo del Obispo.

El espacio fue, si mi memoria no me es infiel, el que durante muchos años, llamándose Huerta de los Briz, acogió la perrera municipal, recuperado para el disfrute de la ciudadanía por esa mayor sensibilidad hacia las zonas verdes que ha ido calando hondo tanto en la población como en las autoridades municipales.

Letreros en alfabetos latino y japonés. JMS.
Letreros en alfabetos latino y japonés. JMS.

Empezó por lo conceptual pues, según consta en inscripción epigráfica, Jardín Miguel Delibes, 7-5-2010, es evidente que se quiso dedicar al gran escritor de la lengua castellana. Se trazó sobre un espacio en el que lo largo predomina sobre lo ancho, con líneas muy elementales, apenas dos paseos separados por un pequeño talud, un muro a un lado y la almenada muralla al otro. Con fuerte inclinación de sur a norte, con muy pocas plantas y predominio de la superficie cubierta por vegetación espontánea, su nota más significativa la constituyen los paseos a lo largo.
Un día, una segoviana, profesora de español en Kobe (Japón), que todos los años venía con alumnas suyas en viaje de estudios a su ciudad natal, ofreció unos cerezos que esas alumnas suyas traerían desde el país del sol naciente para que, en gesto de hermandad, se plantasen en un jardín segoviano. A las autoridades municipales les pareció una bonita idea y, para la plantación, ofrecieron el jardín Miguel Delibes que tenía pocos árboles.

Las jóvenes japonesas trajeron a Segovia 22 plantones de seis años de cerezos -Prunus serrulata anconagawa-, sakuras, en japonés, y su puesta tuvo lugar el año 2013 en el jardín que, sin perder el nombre que ya se le había dado, recibió otro nuevo, Huerto de las palabras y los cerezos, del que también quedó constancia grabada en piedra.

Placa con la palabra sentir, escrita en japonés y castellano. JMS.
Placa con la palabra sentir, escrita en japonés y castellano. JMS.

A aquellos primeros cerezos y a otros que siguieron, acompañan en el jardín un arce, un arce japonés, un nogal, una cortina de cipreses puesta para que el jardín quede separado de las casas vecinas, algunos arbustos y viña virgen -Partenocisus tricuspidata- tapizando muros.

Para el paseante que se llegue hasta este jardín, que es tanto para caminar como para ver, resultará interesante fijarse en unas pequeñas placas pegadas al muro que ofrecen palabras escritas en japonés y castellano: Inochi-Vida, Mizu-Agua, Likar-Luz, Chu-Cielo, No-Campo, Kei-Unión, Isamashii-Bravura…

Luego, llegando hasta la fuente construida con lajas de piedra y colocada casi al final continuará viendo letreros que, en los dos idiomas, dicen Unidad, Sencillez, Belleza, Piedras, Pájaro y otra inscripción, ésta sólo en castellano, Recuerdo y Camino.

Un jardín que, con palabras, quiere meterse en el corazón del paseante; un jardín sin muchas plantas pero pleno de placidez; un jardín para recorrer mirando las humildes florecillas silvestres que en él nacen; mirando hacia el valle del Eresma, con sus alamedas y sus templos, el antiguo convento dominicano de Santa Cruz, el ya vacío cenobio cisterciense de San Vicente el Real, el templo parroquial de San Lorenzo; y, mirando más allá del Terminillo y de las cuestas calizas, el horizonte.

Arce japonés en otoño. Foto Irene Santamaría.
Arce japonés en otoño. Foto Irene Santamaría.

Un jardín para sentir pero en el que uno también puede recrearse con los encendidos rojos otoñales de la viña virgen y del arce japonés.

Un jardín en el que, con los árboles expuestos al cierzo y a las duras heladas segovianas, será muy difícil que pueda celebrarse el Festival Hanami, con el que los japoneses celebran la floración de los cerezos.


*Académico de San Quirce
porunasegoviamasverde.wordpress.com