
Sentado frente a frente con Ismael Peña, que no enfrentado, tengo también la sensación de revivir con él mi propia existencia al tiempo que intentamos recorrer la suya, porque desde siempre sus canciones han formado parte del paisaje musical de mi vida; y porque desde hace menos tiempo, me he sentido un privilegiado por pertenecer a su círculo de amistades de nuevo cuño. Mantengo aumentada la admiración que siempre me ha merecido el Ismael cantante y folclorista, y me complace saludar al Ismael amigo
—¿Cómo te encuentras? ¿A qué dedicas actualmente tu tiempo libre, si es que lo tienes?
—Pues muy bien y no puedo, ni debo, quejarme de mi estado de salud. A mis ochenta y siete años sigo haciendo mis ejercicios de Yoga; felizmente no he engordado nada pues me puedo poner sin problemas un pantalón de hace cincuenta años, dejé de fumar hace bastante tiempo y hay pequeños “toquecitos de aire” que se dejan ver y sentir de vez en cuando, pero sin importancia.
—Los que te conocemos sabemos bien quién eres y a qué te has dedicado, pero ¿cómo te presentarías tú a las nuevas generaciones que, por su edad, es posible que no hayan oído hablar de ti?
—Fui un chaval con problemas como todos y, al mismo tiempo que estudiaba, encontré la solución interesándome en el arte: pintaba, hacia música, escribía, cantaba…. Mientras hacía dos cursos en la Facultad de Derecho y uno en la de Filosofía y letras, me inscribí en el Conservatorio de música donde hice tres cursos de Solfeo, uno de Armonía y dos cursos de Guitarra con Regino Saiz de la Maza.
Al mismo tiempo hice tres años en la Escuela de Teatro, entré en la Tuna del Distrito, fundé la Tuna de Filosofía y Letras y hasta me presenté en 1958 al primer concurso de Televisión Española, al principio de su andadura en el Paseo de la Habana, y gané el 2ª premio. Uno o dos años antes -en 1956- formé El Trío Rex; con dos amigos músicos, hicimos unas cuantas actuaciones en Hoteles, alguna sala de fiestas por Valencia y Madrid y hasta en el antiguo Circo Price, que estaba donde actualmente se ubica el Ministerio de Cultura. Un día, el director de la Tuna de Veterinaria, que fue invitada al Carnaval de Niza en Francia, me pidió que les acompañase y acepté con la condición de que yo no volvería a España, y así fue. Cuando ellos emprendieron su regreso, yo me quedé cantando y pidiendo dinero por los bares hasta conseguir lo necesario para el billete de tren hacia París: y el 8 de Marzo de 1960 estaba en casa de mi buen amigo, el pintor Eduardo Arroyo.
A partir de esa fecha y resumiendo: grabé un disco en 1964: ”Canciones del pueblo, Canciones del rey”. En 1965 me dieron el “Gran premio del disco de la Academia Charles Cross” de París; me contrató la empresa “Jeunesse Musicales de France” para la que monté un espectáculo titulado Florilège d’Espagne, con una bailarina, otro guitarrista y un actor francés. Con este espectáculo, hice cientos de actuaciones por toda Francia, Marruecos, Túnez y Argelia. Con el Club Mediterranée estuve cuatro veranos en Grecia, en la isla de Corfú, Parga, Paxos, etc… y algunas Navidades en varios lugares de vacaciones en los Alpes Suizos. También estuve en Cadaqués donde conocí a Salvador Dalí e hicimos una larga y sincera amistad. Actué en la película “Falak”, dirigida por Ándras Kovács en Hungría, exactamente en Budapest y no paré hasta que decidí volver a España.

—Fuiste de los pocos españoles que les cupo la posibilidad de vivir desde dentro aquel mayo francés del año 1968, icono identitario de toda una generación que pretendía cambiar la sociedad. ¿Cómo viviste aquellos tiempos de libertad plena? ¿Cómo influyó tu paso por París en tu carrera profesional?
—Justamente, fue la llegada de Mayo del 68 la que me hizo recapitular y empezó a nacer en mí la idea de volver a mi tierra. El París que yo viví después de dos guerras mundiales fue una explosión de sueños hechos realidades. Son los años del Existencialismo y el ansia de vivir, crear y disfrutar. París vive un éxito mundial que quedó reflejado en distintas manifestaciones de la vida: marcó la moda con Cristian Dior o Coco Chanel. En la pintura fue quien marcó la pauta con Picasso entre otros muchos pintores. Sartre, Jean Cocteau, Marcel Camus inundaron la literatura. La canción se llenó de luz con Edit Piaf, Aznavour, Juliette Grecó, Brassens, Brel.
Pero existía una parte de la sociedad fuera de estos cánones y que no participaba en esos movimientos, así como una cierta inquietud después de la Guerra de Argelia. Y el calendario anuncia el mes de Mayo.
Yo estaba disfrutando unos días en casa de unos amigos a las afueras de París y nos enteramos por la Televisión de los primeros acontecimientos. Todos esperábamos que después de unos días volvería la calma, pero muy al contrario, los sucesos iban creciendo día a día. En las puertas de los cementerios se amontonaban los muertos sin darles sepultura, las basuras permanecían en las calles, las gasolineras no funcionaban, estaban suprimidos todos los transportes…la Universidad era un espacio de manifestaciones y protesta; estaban movilizados e inactivos todos los obreros de las enormes empresas y un día vi en la tele mi calle con la basura llegando a la altura de un tercer piso que era donde yo vivía.
Cuando pude llegar desde fuera de París a mi casa, me encontré en la puerta una nota que decía: Ismael, somos tus primos que estamos de viaje de novios y como no podemos movernos, estamos hospedados en el hotel de al lado. Fui a buscarles y ahí empezó mi aventura.
Contacté con la Embajada de España por ver si había alguna manera de sacarles de Francia y devolverles a Madrid: Imposibilidad absoluta. Moví mis contactos con la Cruz Roja, a través de relaciones que tenía en La Unesco, y el mismo resultado negativo.
Al mismo tiempo recibía y respondía las llamadas que me hacían para hacer actuaciones en La Sorbona, el Teatro Odeón, en las concentraciones de la Renault, la Citroën o las Facultades universitarias, con el fin de relajar con canciones el ambiente donde se desarrollaban, día y noche, los mítines y las reuniones, tanto de obreros como de estudiantes. Yo hablaba con los organizadores, jefes o cabecillas y en estas charlas, encontré la solución para sacar a mis primos de esta monumental movida.
Me enteré de que las Universidades, tanto de París como del resto de Francia tenían reservas de gasolina para preparar los cócteles Molotov de las manifestaciones. Así que me hice un plan de viaje y acepté sus peticiones a condición que me llenaran el depósito del coche con el que me desplazaría y me dieran además un bidón de gasolina en reserva.
Una vez aceptadas mis condiciones actué en la Facultad de Derecho de París y con un coche con matrícula de Madrid, mis primos dentro y los depósitos llenos, llegamos a Blois, la Universidad de Tours, Lyon, Toulouse y el 6 de Junio de 1968 pasábamos la frontera con un coche apedreado e insultado pues en esos días en que no circulaban coches franceses se paseaba un auto con matrícula de Madrid: esta fue mi aventura.
—Vamos a hablar de folclore y de canciones tradicionales ¿fue tu madre, maestra de profesión en la dura posguerra, tu primer informante en la recopilación y recogida de canciones y temas populares?
—Efectivamente: Mi madre era maestra en Torreadrada, donde yo nací, y sin entrar en detalles, tuvimos que dejar nuestro pueblo y marcharnos a Labajos donde llegamos el 3 de Marzo de 1940.
Era un pueblo donde no había luz eléctrica y se vivía con candiles de aceite o petróleo. El agua para beber y demás necesidades había que irlo a buscar en burro con aguaderas y cántaros, a unas fuentes que estaban a 4 ó 5 kilómetros. El cura era el de un pueblo cercano, Maéllo, a una distancia parecida… pero con todo esto, yo fui muy feliz. Llegué con cuatro años y lo dejé a los diez. En esos años fundamentales para un niño, como no había maestro en la escuela de niños, mi madre fue mi maestra y profesora y con ella aprendí la vida a base de canciones: La Navidad y sus Villancicos, los Carnavales, las Rondas de los mozos, los Cantos de los Quintos y sus Carreras de Gallos; la Semana Santa en todas sus acepciones, cantos, ritos y canciones pues además fui monaguillo; cuando tenía siete años, hasta aprendí con mi madre la Misa de Pío X, que para dar un poco de ceremonia el día de la fiestas del Patrón, la cantamos juntos los dos. Y no hay que olvidar que en aquellos años, los maestros enseñaban Canciones en la escuela y se cantaba todos los días al empezar la clase o al final. En el ceremonial de la Iglesia, las rogativas eran cantadas a través de los campos como los Via Crucis y los Mayos, que así se llamaban todas las canciones que se cantaban durante los días ese mes. Los cantos relacionados con la labranza: de Siembra, de Siega, de Trilla, Acarreo de mieses, de Vendimia… se puede decir que todas las manifestaciones diarias o a lo largo del año, tenían sus canciones. Canciones que las mozas y los mozos guardaban escritas a mano en unos cuadernos, que eran “sagrados” como enciclopedias musicales. Esta fue mi primera y gran escuela de las manifestaciones musicales del pueblo.
—¿Le queda ropa que ponerse a la Tarara, o crees que el folclore ha tocado ya su techo creativo?
—Los modos, las modas y los medios de comunicación de hoy día, inundan todos los campos de acción. Por otra parte, el vaciado de los pueblos es un factor muy negativo en ese sentido. Hoy, el señor que ara la tierra va sentado en su tractor con un transistor o un móvil pegado al oído, pero la memoria colectiva sigue viva a través de muchas personas que nos dedicamos a aprender y compartir esta música. Por otra parte, hay grandes manifestaciones que permanecen intactas en la actualidad, y el pueblo sigue creando hoy en día canciones arraigadas en el pasado.
De todos modos, La Tarara tuvo un vestuario maravilloso, primero de la mano de Federico García Lorca cuando la recogió, armonizó y tocó al piano y grabó en disco acompañando a La ARGENTINITA y segundo cuando Isaac Albéniz, en La Suite IBERIA desarrolla la melodía de La Tarara para componer la página de La Procesión de El Corpus de Sevilla.
—En 1976 editaste el disco Segovia Viva, reuniendo en torno a la figura de Agapito Marazuela a los folcloristas segovianos de entonces. Fue aquel un acto de amor a tu tierra y a sus gentes ¿Cómo fue tu relación con el maestro de Valverde del Majano?
—Coincidieron varias circunstancias para la realización del disco “Segovia viva”. Primero, y ante todo, mi respeto y admiración hacia el Maestro por su historial humano, artístico y el regalo que hizo a nuestra tierra con el trabajo excelente de su Cancionero. Otra razón era, que en aquellos años se desarrolló una excelente actividad cultural en Segovia, tanto por los grupos relacionados con la música popular, como por ciertos segovianos que programaban conciertos, actuaciones en distintas salas, actos culturales, reuniones, creando un ambiente de unión entre el público de nuestra tierra y especialmente de Segovia con los estudiosos e intérpretes de la música y las tradiciones de nuestros pueblos y nuestras gentes.
Dio también la casualidad que yo era socio de los estudios de grabación Kirios, y como la salud del maestro le hacía estar cuidado y controlado, reservé unas fechas en el estudio y anuncié al entorno de Agapito: De tal fecha a tal otra, tenemos el estudio a nuestra disposición para grabar el disco, y así se hizo.
—Entremos ahora en un terreno más personal. “Desde su norte hasta su sur, en metro y medio y poco más; árbol torcido, casi cruz, con flor o llaga en el ojal…”¿Te sigues viendo a ti mismo igual que te viste cuando te autorretrataste en tu canción del año 1971 “Así soy yo”? ¿Qué cambiarías de aquella definición si tuvieras ahora que hacerla?
—Nada, ni una coma. Han pasado 52 años y repito aquella frase con la que Violeta Parra iniciaba su canción: “Gracias a la vida, que me ha dado tanto…”

—¿Has encontrado más apoyos en la amistad o han sido más los reveses a los que te ha conducido la verdad?
—Los reveses, las situaciones negativas, las pequeñas o grandes falsedades, forman parte de la vida y todos los días, felizmente, sale el sol. Con ese espíritu he hecho mi camino y así seguiré hasta el final.
—¿Le quedan balas a tu fusil imaginario para disparar contra aquellos que te hayan decepcionado a lo largo de tu vida, o prefieres ignorarlos y volar con tu canto de paz al palomar?
—Así lo escribí, así lo canté y no quito ni pongo una coma al texto de la canción, por lo tanto vuelo con mi canto de Paz al palomar.
—De ti dejó dicho Salvador Dalí, que eras el cantante místico vertical más elevado de la Tierra. ¿Qué tipo de relación te unía con el genio de Figueras?
—Mi amistad con Salvador Dalí fue un regalo que me hizo el azar o la suerte y estoy muy agradecido al destino de la vida. La frase, aunque parece uno de esos juegos de palabras metafóricos que utilizaba el “divino” Dalí, tenía un fundamento y una base.
—Ismael, eres poseedor y dueño de una colección etnográfica compuesta por más de diez mil piezas y sabido es tu deseo de que puedan quedarse en Segovia, formando parte del patrimonio cultural de todos los segovianos. ¿Has tenido ocasión de tratar últimamente de ello con alguna Administración segoviana?
—Silencio y punto en boca. Otra pregunta.
—Finalmente, qué esperas y qué pides a la vida. Quieres añadir algo más a todo lo que aquí ha quedado dicho.
—Que os espero a todos para celebrar mi 100 cumpleaños.
(Textos publicados en la revista “Más Allá del 60”, editada el pasado mes de mayo por la Asociación de Antiguos Alumnos de la Residencia Provincial de Segovia)