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Rafael Cantalejo, ayer en el Archivo del Ayuntamiento de Segovia, en La Alhóndiga. / Kamarero

Es archivero municipal de Segovia desde julio de 1980, primero interino y a partir de 1983 como titular. Rafael Cantalejo llegó a La Alhóndiga, sede del Archivo del Ayuntamiento, recién terminada la carrera de Historia del Arte. El próximo martes, día 12, alcanza la edad de jubilación y dejará un puesto en el que ha permanecido más de cuatro décadas y desde el que reivindica la importante función de un departamento mucho más útil de lo que la ciudadanía sospecha.

Ha sido más que una etapa, “toda una vida”, confiesa, y al mismo tiempo se siente “agradecido” pero algo incómodo con la repercusión que ya está teniendo algo consustancial a una trayectoria profesional como es la jubilación.

Cree que está cambiando la imagen de que los archivos son papeleras, lugares “donde van a parar papeles inservibles” y, desde luego, él no casa bien con la figura romántica pero trasnochada del archivero como un ermitaño enterrado en legajos, alejado de la sociedad, que alguna literatura e incluso el cine han grabado en la memoria de muchos.

Si la gente conociera el alcance de la documentación que guarda el archivo, no daría abasto porque es muy útil”, explica. Un ejemplo: para muchos expedientes urbanísticos se necesitan antecedentes y esos están en el archivo municipal que conserva información sobre edificación y construcción en general desde el siglo XIX y prácticamente el 80% de los proyectos aprobados en la ciudad desde los años veinte del siglo pasado.

A eso hay que añadir los documentos históricos, entre los que señala, por relevante, el acta de proclamación de Isabel la Católica como reina de Castilla en Segovia el 13 de diciembre de 1474. Cantalejo confiesa, sin embargo, que él es “un fanático de la historia de la vida cotidiana: saber qué hacía la gente de a pie, cómo trabajaban los carniceros… cómo eran las tiendas o dónde estaban las zonas comerciales, conocer los tributos que tenían que pagarse por las mercancías que llegaban a la ciudad, la forma de traerlas...”

Admite como historiador que es un lujo trabajar en el Archivo municipal pero añade que “lo que ocurre es que por un lado me impide utilizar el horario laboral de archivero para hacer investigaciones”. Pero tanto él como su compañera de trabajo, Isabel Álvarez, son una referencia para decenas de investigadores. Dice que para orientarles no ha sido necesario “ser un entendido, ni tener unos conocimientos previos muy grandes; lo que te da el conocimiento del archivo en toda su extensión es la experiencia y el mover los papeles”. Y más que moverlos el que “entre los dos hemos leído todos los papeles que hay, y son muchos, que conste”, señala.

Evidentemente, no somos los únicos que conocemos la ciudad en profundidad pero pon que haya 40 personas en Segovia que se manejen con un poco de soltura, que con la fotografía antigua de una calle no haga falta ni mirar mucho para saber cuál es… Es verdad que tenemos la ciudad metida en la cabeza”, dice.

“El archivo es riquísimo y en estos casi 41 años he disfrutado muchísimo porque he tenido contacto con historiadores de primer orden y con hispanistas de todo el mundo, como Jean Paul Le Flem, profesor de la Sorbona, que hizo unos estudios de historia económica muy interesantes”, indica. En los últimos 30 años, desde que se regularizó la consulta de investigadores en el archivo, calcula que han pasado por él más de 300.

A partir del día 12 seguirá a disposición “de cualquiera que quiera preguntar sobre el archivo lo mismo que he venido haciendo hasta ahora, solo que en lugar de tener una mesa en La Alhóndiga estaré por la calle, conectado, como siempre, con la vida cultural de Segovia a través de la Academia de Historia y Arte de San Quirce y la Fundación y Museo Rodera Robles«.

Se reconoce “archivero visionario” al sostener que el papel nunca desaparecerá. “Habrá menos, y eso está muy bien, pero seguirá siendo necesario porque el ser humano necesita ver y tocar las cosas”. Por eso casi se alegra de dejar el archivo cuando vienen años “con una parte que me hace poca gracia, que no creo que me aporte mucho, que es la administración electrónica. Me gusta el contacto con el papel, meterlo en una carpeta y dejarla en una estantería que yo controlo. A lo mejor es porque soy muy elemental”.